Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Materia de distintos días

Por Ignacio Garibaldy

Columna

7 pecados

(Teatro Nazas 5 y 7 de octubre de 2013)

Primer acto

Otto Minera, luego del lanzamiento de la convocatoria para el primer taller para directores en Coahuila, selecciona seis laguneros y una saltillense para que monten Los 7 pecados de Thornton Wilder. Minera asesora a los directores. El Teatro Nazas promociona el proyecto en las redes sociales y genera un gran marketing centrado en los directores, sus elencos y de paso en cada uno de los pecados. Hay un tiempo de producción y ensayos y más publicidad. Minera sigue asesorando a los directores. Se llegan las fechas: Rikardo Bugarín presenta Las hermanas ebrias; Mabel Garza Berenice; Sergio Silveti El accidente del tren de las 5:25; y Laura Borrego El timbre detrás de la puerta. La respuesta del público es sorprendente. Un par de días más tarde se presentan Alguien de Asís, por Cony Muzquiz; En Shakespeare y en la biblia, por Elí Montemayor; y Manos de plomo, por Uriel Rangel. El público vuelve a sorprender con su asistencia.

Segundo acto

Los participantes que generaron una gran expectativa también generaron una mayor autosatisfacción retratada en las redes sociales. Los demás —teatreros que formamos parte del público y que vimos el proyecto con un espíritu crítico— asumimos la realidad del teatro lagunero: la formación de nuestros actores apunta hacia terrenos poco parecidos a las obras de Thorton Wilder.

Tengamos en cuenta que la mayoría de los actores que participaron en el proyecto provienen del teatro estudiantil de iniciación; otros ya tienen muchas obras en su haber y no han modificado sus recursos histriónicos en años; algunos más provienen de recientes talleres de actuación (impartidos en el Teatro Nazas) cuya tendencia artística se dirige, según me parece, al tipo de teatro en el que el diálogo, el conflicto, el drama, la comunicación, el tono, quedan en segundo término ante la teatralidad del cuerpo, el discurso de adaptaciones de poemas crípticos y la oscuridad de la escena como ejes principales de la representación.

Tercer acto

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Thorton Wilder forma parte de la tradición teatral norteamericana en la que el diálogo es el vehículo del drama, la escena es un retrato costumbrista de la sociedad, y la acción dramática se da en movimientos interiores en los personajes. El dramaturgo crea espacios poéticos en un marco realista del que parte hacia el espacio interior —infierno personal, paraíso recuperado, punto de quiebre, momento de lucidez en el que intenta recomponer su camino—. El recurso onírico, surrealista, impresionista, expresionista, postmoderno, queda relegado a un segundo término, a menos que sea irremediablemente necesario, porque, para probar su “verdad poética”, el creador precisa un apego mayor a la realidad que al ejercicio exterior de acciones absurdas.

Por lo tanto, estas obras exigen que el actor y el director puedan expresar el tránsito interior en equilibrio, porque Wilder tiende a crear universos completos, aunque breves, en los que el todo teatral (luz, decorado, vestuario, drama, actuación) se presenta en armonía, dirigido más a los géneros dramáticos que a la temática de los pecados capitales.

Todo lo anterior pone en problema al director quien tiene que adquirir recursos escénicos diferentes a los que acostumbra para escapar de lo accesible, fácil y artificial. Esto implica un replanteamiento de las facultades creativas con las que cuenta para cada obra que se presente en su carrera. Porque hay que decirlo, los directores pasan por momentos altos de creatividad y otros de pleno abismo, el cual hemos padecido y en el cual hemos caído, precisamente por atenernos a un supuesto estilo que no es más que la simplificación del quehacer teatral.

Nuestro querido público comprende y disculpa que demos bandazos en nuestro desempeño artístico. Pero también se graba en la memoria la forma en que hacemos teatro de tanto ver nuestros nombres en cartelera. Si los actores, directores y dramaturgos no nos preparamos para hacer a Wilder (o cualquier otro dramaturgo de importancia) terminará por acostumbrarse a nosotros, como en un matrimonio de años. Si no lo sorprenderemos, tenderá a aburrirse y olvidarnos.

¿Cómo se llamó la obra?

La gran oportunidad. Si bien hice mención al desarrollo artístico inmediato del proyecto, no es esta la perspectiva desde la cual se debe juzgar. El proyecto ha demostrado, quizá involuntariamente, que por fin se pueden unir voluntades en torno a un tema. También que se puede alcanzar el fenómeno teatral —que por momentos arañaron los directores— con lo que somos y tenemos, no obstante las variadas y volubles direcciones artísticas de cada agente teatral. Aún más, es probable que, mediante el común esfuerzo artístico, se le dé peso al teatro en vías de hacer un teatro propio, en lugar del teatro personalizado y aislado que pretendemos único e irrepetible.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.