Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

¿Cuántas muertas son muchas?

La semana ha sido atractiva. El Foro Escénico de La Laguna nos ha permitido estar más en diálogo, conocernos mejor y estar más al pendiente de lo que ocurre dentro de nuestra comunidad de teatro. La noche de ayer tocó el turno a Mujeres de arena. Se presentó en el Teatro Nazas a las ocho.

Desde mi llegada al recinto me di cuenta que la concurrencia era alta. Inmediatamente se hizo la fila para entrar a la sala. Todos los boletos se vendieron, lo cual para algunos asistentes resultó una contrariedad ya que no pudieron entrar a ver la obra. Gracias a la cortesía a la que fui acreedor tuve la suerte de ser espectador de este montaje.

El sentimiento a lo largo de la semana ha sido festivo y no es para menos. La verdad es que da gusto ver teatro que podríamos llamar independiente, teatro que tiene una búsqueda; en otras palabras, que sigue vivo, con todos los riesgos que esto implica, y especialmente en nuestra ciudad donde pocas veces ocurren estos sucesos.

En este aspecto he venido reflexionando que a veces no escribimos mucho (aquí en los registros) sobre teatro o sobre cualquier tema cultural de nuestra región porque en ocasiones la verdad es que normalmente hay escasas cuestiones de las que hablar. No nos queda de otra que remitirnos a los conceptos y a las abstracciones en ausencia de realidades. Pero bueno, ese no ha sido el caso de esta semana, muy por el contrario, en este espacio nos quedamos cortos mis compañeros y yo respecto a nuestras ideas y lo que pudiéramos contar acerca de las diferentes presentaciones.

Ayer, como les decía, fue el turno de Mujeres de arena.

La obra fue escrita por Humberto Robles, dirigida por Hugo Dena; es un trabajo de la compañía Desierto Teatro. El inicio de la obra fue luminoso, ciertamente el Teatro Nazas le da mucha dignidad a cualquier cosa que se presente ahí. Ana Luisa Aguilera, Ángeles Escamilla, Diana Muela, Sofía Zapata y Victoria Vallejo, así como César Venegas, Daniel Moya y Esteban Martínez no pudieron tener mejor marco para desplegar sus habilidades histriónicas.

La temática es la de denunciar los feminicidios en México, pero particularmente los ocurridos desde hace ya tres décadas en Ciudad Juárez. El asunto de la puesta en escena puede resultar incómodo, especialmente para un espectador ingenuo (por desgracia ese es el tipo de espectador más común en México). Se trata de un teatro que busca concienciar, de hacer ver la realidad, lo cual es justificable, mejor dicho, necesario en un país como el nuestro, donde la mayoría de la población está adormilada y domesticada por la narrativa oficialista, misma que se empeña en negar la ola de violencia que desde hace ya tiempo asola a nuestra sociedad. Lo cierto es que empresas como Televisa y TV Azteca, el gobierno, los políticos, prefieren que la gente no se entere. Esta obra precisamente hace lo contrario, busca que el espectador se dé cuenta del contexto social que lo rodea. No se engañe, aquí mismo, en esta calle se comenten asesinatos, también aquí hay desaparecidos. La obra se sitúa o habla especialmente de Ciudad Juárez, pero considero que no se supedita solamente a esta ciudad, sino que más bien la misma se ha convertido en un símbolo de lo que pasa en todo el territorio de esta supuesta República Mexicana.
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La pregunta que siempre está de fondo a lo largo de la obra es “¿Cuántas muertas son muchas?” Constantemente se nos pregunta al público, a la sociedad, ¿cuántas muertas se necesitan para que abramos los ojos? El público tiendo a creer (porque de pronto me volvía a verlo) en algún aspecto se notó confundido, como si nunca se hubieran hecho la pregunta, o como si de pronto no comprendieran por qué a ellos se les hacía. Este tipo de teatro precisamente lo que intenta es ese desconcierto, pretende que el espectador ingenuo, el ciudadano domesticado, advierta su domesticación; obnubilado con las estupideces (no hay otra palabra) que presentan en la televisión abierta y en las redes sociales, jamás o pocas veces se ha puesto a preguntarse esto. Pues miré esto es lo que pasa.

Una de las escenas más desafiantes sin duda es la de la violación. En lo personal creo que es en este punto donde la actuación mejora. Tengo que decir que eso es lo único que reclamaría a esta puesta en escena. Pienso que quizá los actores confían demasiado en el tema. Quién puede criticar la denuncia que ellos hacen. Desde luego que yo no critico esa denuncia, al contrario la aplaudo, pero así como hay espectadores ingenuos también hay espectadoras que buscan un poco más. A veces solamente se están recitando los textos, y esto considero que es en general. No voy a mencionar a ninguno de los actores, porque en todos los puntos hay alzas y bajas, pero en general el texto se recita y esto quizá sea un problema de dirección, de falta de exigencia. Lo que pasa en el escenario es tan crudo que pienso que el actor por lo mismo (como para protegerse) se queda afuera. Las muertes de las mujeres, de las chicas que se suceden pienso que duelen en este sentido mucho más al público que a los actores, especialmente a las actrices. La madre que pierde a su niña amada no se ve trastornada, no hay juego, no hay diálogo actoral. El texto es el que está, pero falta la carnalidad, el personaje encarnado en el actor. No basta con hacernos ver, sino falta todavía vivirlo en el escenario.

Pero vuelvo a repetir, hay altibajos, un alto sin duda es el momento de la violación y creo que en ese aspecto se cumple con el cometido de la obra, ¿qué harías si eso le pasara a tu hermana, hija, madre, prima, etcétera? Se nos pregunta. Se nos pide, por favor abran los ojos.

El teatro de denuncia en México es necesario. Es loable bajo el contexto que vivimos, pero considero que es una navaja de dos filos, porque al ser muy general, se vuelve abstracto. El público aunque está reunido en las butacas, la verdad es que se acerca a la ficción de manera individual. Hace falta un personaje con el cual identificarse. Por eso a veces pienso que el teatro de denuncia es un primer acercamiento a la verdadera problemática social, la problemática está en el individuo, en el único y concreto ser humano con su soledad y maneras de sociabilización. En este sentido la denuncia pierde. Para dar un ejemplo, uno puede decir que durante la Conquista de América murieron veinte millones de indígenas, lo cual es muy grave, atroz, pero en abstracto de pronto se pierde la magnitud de la cuestión. ¿Qué me dirían si les digo que ese dato es falso que en realidad fueron sesenta millones los que murieron, lo cual es tres veces más? Bueno, el dato así en número no escandaliza, porque se vuelve incomprensible; pero ¿qué reacción tienen si piensan en esto? Mataron a un indígena, lo golpearon, lo humillaron, lo mutilaron, luego repitieron 60 millones de veces la misma acción. A veces se olvida que el individuo es el que cuenta. Ahora bien, para nada estoy diciendo que nos olvidemos del teatro de denuncia, pero creo que es necesario evolucionar y buscar el conflicto dramático particular y quizá así en el público se llegue a la concreción.

Por eso no salí tan satisfecho. Estoy contento de que haya teatro y de que alguien hable de estos temas y de que tenga el valor de hacerlo, pero por otro lado me quedo a medias, porque de nueva cuenta no hubo un final (y no me refiero a un efectismo, sino a una propuesta, no cae la balanza para ningún lado), solamente apenas hay un planteamiento, y eso también es problema del dramaturgo. Lo que podemos ir advirtiendo es que el caos prevalece, está allá afuera y los escritores, los artistas todavía no han podido trascenderlo, pero entiendo que esto es un proceso y en La Laguna apenas vamos haciendo camino. Lo importante es que no entremos en el conformismo, que no nos conformemos con el aplauso ingenuo del espectador que no sabe si ya se acabó la obra.

Y apesar de todo la pregunta sigue presente, para usted, estimado lector, ¿cuántas muertas son muchas?

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.