Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

El teatro en La Laguna hoy

La tarde del 25 de abril de 2016 se llevó acabo la mesa redonda El teatro en La Laguna hoy, en el Teatro Nazas. Estas son algunos hechos y reflexiones al respecto.

Se llevó a cabo una metodología propuesta por el maestro Rubén Ortiz, la cual permitió a los interesados sintetizar de un número grande de inquietudes tres prioridades (urgencias: esa fue la palabra inicial empleada) dentro del ambiente teatral de la región. Las tres prioridades son 1) La profesionalización de la gente de teatro 2) Público 3) Apoyos y patrocinios. La sesión comenzó aproximadamente a las cuatro treinta de la tarde. Estaba programada para que diera inicio a las cuatro en punto, pero debido a que la mayoría de los directores no habían llegado, tuvo que posponerse media hora. Se trabajó en un ambiente cordial y de apertura. En este sentido los asistentes (en su mayoría gente de teatro) escucharon y expusieron sus necesidades, considero que el ejercicio fue provechoso y que tal vez pueda hacer que se resuelvan ciertas cuestiones dentro del teatro lagunero. Sin embargo, al final, la sesión se quedó un tanto inconclusa.

Rubén Ortiz comentó que el ejercicio solamente era un diagnóstico y que como todo diagnóstico es apenas el comienzo del proceso, el cual desde luego corresponde a los teatreros laguneros. La dispersión es la que nos mata, fue una de sus frases más repetidas por parte de Ortiz, y ciertamente estoy de acuerdo con él. También hizo hincapié en la ingenuidad que a veces el gremio muestra, al no conocer nada o poco desde el punto de vista legal y económico del rubro. Y bueno algunos podrán creer que no era necesario que el maestro Ortiz viniera desde la Ciudad de México para decirnos esto, y quizá ese era el sentimiento generalizado en los asistentes, debido a que en La Laguna a veces pensamos que todo podemos hacerlo solos, pero lo contradictorio es que únicamente cuando viene un hombre de su trayectoria a hacer este tipo de dinámicas es cuando se realizan. Lo que quiero decir es que dudo o creo difícil que se hubiera trabajado igual de haber estado él ausente. Por otra parte, la actividad quedó a medias debido a que la mayoría del quórum dejó la sesión antes de tiempo, algunas actrices y directores se fueron antes de pasar al meollo del asunto y eso perjudicó el desarrollo del siguiente paso; con la mitad de la gente, la cual en su mayoría eran no tanto directores sino más bien interesados, como un servidor, las acciones a tomar quedan descontextualizadas. Entiendo que el teatro a final de cuentas no lo hacen los escritores de crítica o de dramaturgia, sino los actores, en primera instancia, y luego los directores. Si éstos no están presentes, toda la discusión se vuelve un tanto teórica, quizá asertiva y provechosa, pero abstracta. Considero que las artes en México han sufrido de demasiada abstracción a lo largo de los años, faltan más realidades; se han escrito muchos libros, se han hecho muchos debates y foros, en distintos lugares, pero falta todavía la concreción, el llevar a cabo. Ahora bien, no es de extrañarse hasta cierto punto esto, debido a que toda la vida pública del país sufre del mismo problema. Lo malo es que ni siquiera los artistas tienen la capacidad de concentración suficiente para logar sus objetivos.

Mi intención en este texto para nada es crucificar a nadie, sino solamente la reflexión y considero poco ético censurar estas pequeñas verdades a medias que me vienen a la mente. Sé que nadie vive del teatro en La Laguna (tal vez Cony Múzquiz) y que por eso es difícil pasar una tarde completa tratando de solucionar algo que no se ha solucionado nunca. Por ejemplo, hoy en la tarde a las 6 Rubén Ortiz dio una conferencia titulada “La escena expandida” (de la cual hablaré más adeltante) a la que asistí tarde por cuestiones de trabajo alimenticio; de los directores del foro solamente asistieron Arnulfo Reveles, Laura Borrego y Elí Montemayor. Algo parecido ocurrió el día de ayer con la mayoría de los directores que participan en el Foro Escénico de La Laguna; sin embargo, considero que se deben buscar formas de cubrir este tipo de eventos y darle la importancia que merecen. Pienso que se pudo haber quedado alguien de la compañía en representación del director.
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Nos queda aún mucho camino por recorrer, todavía no se ven las voces, apenas algunos balbuceos (en ese aspecto como redactor de estas palabras me incluyo), pero aquí la cuestión tiene que ver también con voluntades y con la capacidad de concentrarse en realizar acciones.

Se nos dio a la tarea de tener monitores que a lo largo del año se encargarán de vigilar que las tres prioridades mencionadas arriba se vayan cubriendo. Cada monitor delegaría ciertas actividades u organizaría las mismas para propiciar la solución de las urgencias. La pregunta que quedó en el aire, y en esto el maestro Rubén Ortiz no me negará la razón, es la que cuestiona acerca de quiénes de todos los inmiscuidos en el ambiente teatral lagunero se postularían como monitores. Para esto hay que ser realistas, no basta con tener la voluntad sino que también influyen las jerarquías y las posibilidades reales (poder) de hacerlo; las personas que verdaderamente podían llevar algunas estrategias a la realidad ya no estaba cuando se estuvo en el tiempo de asignar estas cuestiones. Tiendo a pensar que por eso Rubén Ortiz dio por concluida la sesión casi de manera abrupta, una vez que nos dijo lo que se tenía que hacer a continuación, pero que como he dicho no se pudo hacer por falta de quórum.

En lo personal me he movido por dos o tres ámbitos artísticos, específicamente la literatura y recientemente en el teatro (quizá por eso no tengo autoridad moral para hablar, lo único que me mueve es la buena voluntad de que haya buen teatro en La Laguna); en ese sentido lo que he notado es la dispersión. He estado en muchas de estas reuniones y sé y creo que existe la voluntad, pero ya sea que hable con escritores o con directores y actores, en todos ellos el problema, y quizá yo también esté incluido, es la dispersión, no salimos de la plática de café, del comentario de cantina (y esto también lo comentó Ortiz), y cuando por fin hay una institución, digamos el Teatro Nazas, que comienza a convocar y a invertir en este tipo de conversaciones ya un poco más formales, casi que por autodefensa (por una idiosincrasia de la informalidad) tendemos a retraernos y a dejar que las cosas pasen. Esto no es algo nuevo y si lo vemos bien es la constante en todos los ámbitos del país. México podría ser un gran país, pero en definitiva lo que nos mata es la dispersión.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.