Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

NI QUE FUERAS TAN BUENO

Me gusta imaginar escenarios posibles que justifiquen mis artículos. En esta ocasión les presento el caso del artista criticado. Acompáñenme a ver esta historia.

Una noche, el artista cansado de ver pornografía en internet, teclea su nombre en google esperando tener suerte. Para su complacencia descubre que el mundo se fija en él. Hay diez o veinte noticias, treinta o cuarenta fotografías y dos o tres videos en youtube sobre su trabajo.

Pero… ¡Oh, sorpresa! Al abrir un link se le queman los ojos. Es que ha descubierto que un colega suyo, vecino de su ciudad, le ha dedicado una crítica con palabras como estás: ‹‹no es su mejor trabajo››, ‹‹creo que debería mejorar››.

Entonces, el artista se sube el calzón, se limpia las manos y escribe en sus redes sociales dando furiosos golpes en el teclado ‹‹¡Pos ni que fueras tan bueno como para criticarme, pendejo!››.

Obviamente estoy polarizando una situación. Pero también puedo trasladarla a un escenario más realista por medio de preguntas: ¿Cuán sensible es el artista ante la crítica?, ¿tiene derecho a defenderse de ella o debe asimilarla?, ¿cuán bueno tiene que ser el crítico para criticar?

Lógicamente, el artista es muy sensible a todo tipo de crítica. Es más, estoy seguro que si por él fuera, no existiría, a menos que él la ejerciera. Pero supongamos que es maduro y la asimila. Entonces, la pregunta sobre cuán bueno debe ser el crítico se vuelve la más importante para ser tratada.

La jerga literaria de México define el término ‹‹crítico›› como novelista o poeta fracasado. Si llevamos esta afirmación hasta el absurdo, inferiremos que la primera letra que escribamos, la primera palabra que pronunciemos en contra del trabajo de cualquier artista, develarían nuestro fracasado ser, anulando desde ese primigenio instante la posibilidad de validez. En palabras más sencillas, no se le debe prestar atención al crítico porque lo que dice sirve para nada.

Seguramente ya notaron -por la reducción al absurdo- que es éste razonamiento el que no tiene validez. La crítica forma parte de la gama de reacciones que el artista provoca por medio de su trabajo, así como la aceptación y el repudio, el aplauso y el chiflido, la admiración y la burla.

No obstante, la pregunta sobre cuán bueno debe ser el crítico para criticar sigue en pie. Para contestarla tenemos que fijarnos de soslayo en el panorama crítico de la Laguna.

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Debo precisar. No toda reseña es así. Las pocas que se han publicado en registrosdevoz.com rehúyen la lisonja. Y en lo que respecta a presentaciones de libros, casi nunca hacemos. No nos convidan. Pero no seremos lisonjeros.

Hemos hecho crítica de cine y de teatro. Considero que somos justos. Hay cosas que se ven que merecen ser dadas al traste, y otras que deben elogiarse como se debe. Pero, ¿qué tan buenos somos o qué tan buenos tendríamos que ser?

Ha llegado la hora de descifrar esto de ser bueno. Tiene dos acepciones. Primera, ser bueno significa que seamos excelentes en nuestro arte –poesía, dramaturgia, narrativa, ensayo-, ya que por ello podríamos juzgar adecuadamente cualquier cosa de la que escribiéramos. Ser, en otras palabras, unos verdaderos creadores comparables con Ezra Pound, William Shakespeare, Margueritte Yourcenar, Michel de Montaigne.

Por otro lado la segunda, que sigue a la primera, es el tiempo que le dediquemos a la elaboración de la crítica antes de ser publicada. ¿Minutos?, ¿horas?, ¿días?, ¿meses? Según el sapo es la pedrada. Hay fenómenos artísticos que nos exigen ser sesudos en su estudio antes de garabatear una sola letra. A veces el ejercicio es más sencillo ya que el fenómeno que se analiza es inmediato, y gracias a que se cuenta con un bagaje cultural, se puede decir algo de él rápidamente.

El crítico del crítico no se fija en el tiempo que se invierte en la elaboración de una crítica –aunque debiera hacerlo-. Por lo general, su defensa arisca se encamina a cuestionar la calidad del crítico en su arte, para acusarlo de fracasado.

Le puedo conceder cierta razón -al hecho de que critique pero no al de que califique-, porque entonces él se vuelve crítico del artista que hace crítica. Un movimiento dialéctico por demás interesante ya que así nos estudiaríamos todos. Cosa que no sucede… todavía recuerdo una pendejada de alguien que dijo: “Yo no leo a mis contemporáneos”.

¿Quiénes pueden decir qué tan buenos somos? Todo aquél que observe nuestro trabajo con atención y elabore un juicio –subjetivo, por supuesto-, y lo exprese lo más claramente posible.

Recuérdese que somos artistas en constante evolución. Los problemas técnicos, estéticos y disciplinarios que presentamos se resolverán en tiempo y forma. Entre tanto, no podemos avanzar furtivamente sin ser tocados por una crítica.

De mi parte, mientras escribo estoy pensando en este mismo momento en lo que Rodolfo Usigli decía a sus alumnos: ‹‹Sigan mis consejos, no mis ejemplos››. Este adagio me sirve para crear y para hacer crítica. ¿Les sirve a ustedes?

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.