Luis Carlos García

COLUMNA

Por Luis Carlos García

Columna, Reseñas

Desilusión dominguera y de un viernes cachondo

Creo que hay muchos tipos de películas del mainstream que verdaderamente ponen a prueba la capacidad para soportar la propia existencia, por la tremenda dosis de estupidez y banalidad que requieren para verlas sin sentirse vacío y perdido en un lánguido día, generalmente el domingo, cuando uno se relaja y quiere ver una película como simple y llano entretenimiento.

Entre esas películas hay unas de las que tal vez no valdría la pena siquiera hablar, porque cometen vicios horribles y trucos gastados, o porque generalmente en esas el espectador no es engañado, el espectador sabe perfectamente a lo que va, porque quiere un cine que no lo haga pensar (un bocadillo absurdo para matar su conciencia), algo que lo haga reír o asustarse o llorar por los mismos motivos, con los mismos métodos y con los mismos resultados (será para otra ocasión en la que hable de este tipo de espectador que no quiere pensar o sentir).

Sin embargo, descartando muchos de esos productos brutales de la cultura más vulgar, podemos contar con ciertas películas que podrían tildarse de más interesantes, las que, gracias a la laxitud y la indulgencia del domingo o del viernes por la noche, y aceptando caer en el anzuelo de los actores como ganchos para atraer al público, aceptamos a ver sin saber lo que nos espera.

El resultado, como siempre que uno se despista, puede ser desastroso, permitiendo así que a uno le den verdaderas diarreas mentales o desencantos más crueles que el existencialismo suicida. Así, como todo cinéfilo obsesivo, hago un top 6 con las películas que van de lo malo a lo horriblemente insoportable, sabiendo que hay muchas más películas que podrían sumarse, y como toda lista o antología, nunca se logra con un fin omnicomprensivo.

1. La Vida de David Gale (Alan Parker, 2003). Con Kevin Spacey y Kate Winslet como protagónicos. Un reparto mediocre por lo demás. Una trama que suena interesante: un profesor de filosofía pro-vida en contra de la pena de muerte en EU. ¡Vaya, no suena tan mal! Pero la verdad es que de filosofía no habla nada, y el guion apenas sostiene un argumento con dos o tres datos interesantes que no sabemos si son ciertos. Pero no crea usted que somos muy intelectuales, la trama es sólo un pretexto para volverse un thriller misterioso, un caso perdido pero no resuelto, ahora con evidencia que podría transformar el juicio y la misma mierda de siempre, para llegar a un final “sorpresivo” y jugar con los pobres espectadores de nosotros.
Siendo completamente spoiler se lo contaré, para que no la vea. Kevin Spacey ayuda, asiste y apoya secretamente el suicidio de su mejor amiga y colega profesional, y borra la evidencia para hacerse parecer culpable de su asesinato, sólo para alegar a su favor y el de su grupo intelectual pro-vida, que hay hombres inocentes que llegan a la pena de muerte injustamente. Todo eso se descubre – obvio – hasta el final. O sea, que los intelectuales pro-vida son tan estúpidos como para hacer la peor jugada de su vida y poner en riesgo la legitimidad de sus argumentos, tan solo para demostrar algo que era posible demostrar por otros medios. En términos filosóficos se puede defender la vida sin necesidad de acusar las grandes carencias del sistema judicial.
En cuanto a las actuaciones, Kevin Spacey no es mi favorito, ha hecho cosas buenas y otras muy malas. Tal vez de lo mejor suyo sea la poca conocida Swiming with Sharks (Huang, 1994) en un papel muy parecido al que hace en Horrible Bosses (Gordon, 2011).
De Kate tenía la esperanza de ver sus tetas otra vez, o algo más interesante que una periodista desabrida y sin carácter. Pero no fue así, no hay tetas, se lo aseguro. Le recomiendo verla si usted quiere pretender parecer intelectual en una discusión con imbéciles fácilmente impresionables.

2. La Leyenda de 1900. (Guissepe Tornatore, 1998). Dudaba de poner esta película en el número uno o dos de este ranking. La pongo en el número dos porque precisamente pretende ser muy buena, ¡y en imdb tiene 8.1 de calificación! (dato del mainstream).
Le cuento: un niño que dejaron abandonado en un barco trasatlántico, nacido el 1 de enero de 1900, llamado entonces así con ese nombre numérico, el niño crece y nunca deja el barco, para esto, descubren su talento innato para tocar el piano. Y a eso se dedica toda su vida. La historia la cuenta su mejor amigo y co-protagonista, un trompetista que también pasa muchos años en la orquesta del barco. Es una historia medio boba y cursi, con dos actores que nunca despegaron y más bien se hundieron en su carrera.
Tornatore así es a veces, cursi y bobo, pero aquí se pasa de la raya, además siendo aburrido en dos horas y cuarentaicinco minutos. La música, siendo de Ennio Morricone, no es excelente y a veces resulta cansada escucharla, incluso en la pieza que toca el protagonista para demoler a su contrincante de jazz – que supone ser el clímax de la película – no es más que una pieza de poca monta que no conmueve más que los despistados y neófitos.
Tornatore siempre me ha confundido. Por un lado se puede agradecer que haga un cine de magia e ilusión al más inocente y puro estilo del cine mudo, por otro, carga siempre con una nostálgica neurosis por el pasado y por las “bellas” historias. No crea usted, lector, que soy de los cinéfilos ultra-intelectuales que prefieren ver a Bergman todos los días, también me divierto y busco que las películas sean momentos compartidos, pero no por eso permito que abusen de mi mente, en todo caso hay buenos ejemplos de buen cine, dulce, cariñoso, ilusionador o familiar, como Pan y Tulipanes (Soldini, 1999) o Le Huitiéme Jour (Dormael, 1996).
Tornatore es un encantador e ilusionador en el buen sentido de las palabras, queriendo adaptar la magia con que nace el cine y su original objetivo: conmover al público (como Spielberg siempre ha intentado también). Aunque el público ahora es difícilmente conmovible y sensible, pero Tornatore, a pesar de que el público es cada vez más pervertido, puede ser auténticamente dulce, como en Cinema Paradiso (1988), Malena (2000) y, para mi gusto, en la mejor de sus películas Stanno Tutti Bene (1990). Sin embargo, en 1900, resulta odioso, cansado. En fin, se la recomiendo si quiere perder más de dos horas en una tarde dominguera y palomera.

3. Orquídea Salvaje (Zalman King, 1989). Bueno, usted verá, Mickey Rourke y la guapísima quien sabe quién, intento fallido de cine erótico. De todos los géneros se dice que el terror es el más retador porque ya se han hecho muchas cosas. Yo diría que el género más retador es el cine erótico, tan necesario, simbólico y peligroso, corre el riesgo de caer de un lado de la balanza entre lo cursi (o amanerado como es este el caso) y lo porno. Recuerdo haber leído todo un dossier en la revista chilena de cine La Fuga, para discutir los asegunes de lo erótico y lo porno en donde a pesar de las buenas y muchísimas referencias y ensayos, al final no dijeron lo que era lo erótico. En fin, yo tampoco sé todavía qué es lo erótico pero les puedo decir que aquí no vemos nada de erótico ni de porno (lo peor de los lados), y me río de todos los ilusos calenturientos que, al igual que yo, se quedaron con las ganas de jugar al viernes de novia cachonda.
Ese erotismo pretendidamente exótico en un Brasil de mentiras, es por demás absurdo y culpable del más inocente de los buen-salvaje-ísmos, una trama cansada y poco creativa. A uno le queda consolarse con que al menos hay buenas tetas en dos o tres escenas y esa actriz (Carré Otis, alias «la de las buenas tetas», que fuera por un tiempo una de las esposas de Rourke) tiene su encanto, aunque uno tenga que esperar hasta el final de la película para ver algo “emocionante”. Le recomiendo ver los últimos cinco minutos de la película.

4. La Ciudad de tu Destino Final. (James Ivory, 2009). Con Anthony Hopkins y Charlotte Gaingsbourg, ambos en papeles de co-protagónicos y el actor protagonista no sé quién es ni me interesa (Omar Metwally, ¿usted sabe quién es?). De Anthony Hopkins prefiero no decir nada y que se interprete lo que quieran. Sobre Charlotte, que podría ser mejor actriz, pero así con todo me atrevería a ver todo lo de ella, no porque tenga “cachos buenos”, que no los tiene, es puro hueso la mujer, pero su actuación es particular, es como la mujer bonita de gestos feos, o la fea de bonitos gestos, no sé. Por otro lado combina lo bueno y lo malo, lo cursi y lo sexy, en fin, su registro es variado, sólo por eso.
Hay ejemplos en los que demuestra que podría hacer casi cualquier cosa, como en Anticristo (Lars von Trier, 2009) o cuando se acerca peligrosamente a la mujer-ideal-inexistente del convencional género romántico como en Se Renta Esposa (Latigau, 2007) no resulta melosa o cursi.
En esta historia, el protagonista es un escritor de sabe qué universidad, que llega a Uruguay (una Uruguay para incautos extranjeros conmovidos por la melódica pampa imaginaria), por estar buscando el permiso legal de la familia para escribir la biografía autorizada de otro escritor famoso pareciera al tipo de Hemingway latino, se me figura el guiño, pero llamado Jules Gund – quien sabe quién es y si realmente existió pues no lo quise investigar –.
Summary- The article comprises information about kamagra- levitra 5mg online one of the best herbal supplements to restore lost desire in men. In both Western and Traditional Chinese Medicine (TCM) discount viagra has shown great advantages in treating prostatitis. 5. generic cialis amerikabulteni.com It is relatively a new addition to the forms of medicine but they might not be available in all the dosages. Who should not consume Sildenafil discount viagra tablets? Just like with any other medication, you should seek a doctor’s advice regarding the correct dosage. La trama es un pretexto para contarnos la misma historia de amor y abatir los pesares del destino en una “aventura” apenas creíble y melosa (tal vez la Gainsbourg sí fue melosa aquí). La Gainsbourg es la última esposa o la amante joven de ese escritor de clichés olímpicamente románticos, y surge entre este nuevo intruso y ella el amor que todos sabíamos que se iba a dar, sin haber en la película nada más. Impresionante, nada hay en la película que merezca mencionarse.
Consulté sobre el director, el tal Ivory, y tiene otras películas que admito, pudieron haberme hecho caer, por sus afanes pseudoliterarios pero nada más que preciosistas. Qué bueno que investigué, para no caer nunca más en su engaño.
Sin más, la película resulta robarnos nuestro valioso tiempo con una comedia-drama-romántica-pseudointelectual que aburre a la media hora. Le recomiendo verla únicamente si prefiere enmudecerse idiotamente antes que vivir y pasar buen tiempo con sus seres queridos o si está acostado sin conciliar el sueño (sin intenciones cachondas).

5. Un paseo por las nubes. (Alfonso Arau, 1995). Recuerde que la escala va de lo malo a lo horrible y ya vamos en el nivel cinco. Con Keanu Reeves y Anthony Quinn. Acepté verla por el cariño personal que le tenía a Anthony (sí, le tenía), como por haber hecho Zorba, el griego (Cacoyannis, 1964) o La Strada (Fellini, 1954) o porque me conmovió su autobiografía.
Entiendo que fue la vejez la que lo hizo aceptar tan asqueroso papel, ejecutado horrendamente, con un Keanu en el papel más gay revolutions siendo un ex-militar ahora vendedor de chocolates. Sí, no se rían, exmilitar que ahora vende chocolates. Regresando de la guerra él no sabe qué hacer y su mujer que a todas luces se ve tanga suelta resulta que nunca leyó las cartas. Aún así, no la deja porque ya no la ama sino porque sale a trabajar. Sí, no se rían, le escribió cartas, y la mujer era de tanga divertida, y cuando la descubre con el amante no cree que haya nada que decir, porque él siente que ella no es para él y la despide con un beso en la mejilla. Sí, no se rían, así empieza… apenas empieza.
Keanu sale a buscar qué hacer de su vida (vendiendo chocolates) y en el camino se tropieza con una estudiante (nadie le cree que sea estudiante) de familia mexicana que tiene que ir a la hacienda de sus padres, Las Nubes, para notificarles de su embarazo no deseado, una pena para la familia. Sí, no se rían, una familia mexicana tiene una hacienda de muchas hectáreas en EU. Él finge ser el novio de ella, para que no pase por la ignominiosa confesión del embarazo prematrimonial, que por obvias razones disgustará a sus padres conservadores y tradicionalistas. Finalmente hacen como que están comprometidos, planean una boda, no se casan, pero al final sí se enamoran. Sí, no se rían, así sucede mágicamente lo mismo que sucede lo que en toda película romántica: se enamoran.
Anthony la juega del abuelo, borracho, senil y más que demente. Se hubiera muerto antes de hacer el papel, de verdad. Un abuelo “mexicano” que canta horriblemente las rancheras. Peor aun ver al Keanu intentarlo, que es más vergonzoso que ver a un gringo intentando bailar bachata.
No le recomiendo verla, bajo ninguna circunstancia, ni siquiera si usted es un transexual sometido a tratamiento hormonal con una fijación parafílica con el Keanu.

6. Comer, rezar, amar. (Ryan Murphy, 2010). Efectivamente este es el nivel seis, que para el caso sería como lo más horrible, lo más bajo que he caído como cinéfilo, y de lo que todavía me atrevo a escribir como si no fuera ignominioso. Lo hago únicamente como un servicio social para compartir mi experiencia a los demás, para que no sufran como yo.
Bajo la premisa de que Julia Roberts y Javier Bardem no podría ir tan mal, al menos no tanto. No por la primera que no considero buena actriz, pues como muchos otros actores, se convierten en El Personaje, con gestos, risas y miradas que son las mismas en todas sus películas. Hablo de Bardem, supongo que también tenía ganas de medirse frente a la Roberts, o igual que yo, fue estúpidamente engañado. He de decir que aquí hubo un factor externo que me obligó a ver la película, pues con ese título sólo se puede ser idiota queriéndolo ser, y tuve que confirmar que no había sido yo tan despistado, y ahora he comprado Comer, beber, amar (Ang Lee, 1994) para comprobarme a mí mismo que una película sí puede tener un malísimo título sin ser mala la película. Pero regresemos al tema.
– ¡Está basada en un libro! ¡Qué maravilla y sorpresa y garantía de calidad! – No cabe duda que hay tantos malos libros como películas. Y ahora me dirijo retóricamente a Bardem, como si me fuera a leer: – ¿Por qué Bardem, por qué putas tuviste que aceptar este papel? ¿Quién te obligó? ¿Por qué tú, si habías encarnado magníficamente a Reynaldo Arenas en Antes de que Anochezca (Schnabel, 2001)? ¿si lograste transformarte en No Country for Old Men (los Cohen, 2007)? ¿Por qué perdiste tu talento original, el de Segunda Piel (Gerardo Vera, 1999)? ¿Será que te dejaste mover por las luces de un Hollywood esclavista y sacrílego? Aunque fueran malas las películas, siempre rescataste tu papel y tu trabajo, como en Biutiful (Iñárritu, 2010) -.
En fin, dejaré de lamentarme y dirigirme retóricamente a Bardem porque no es más que la burla que hago a propósito para justificar mi desdicha. Tal vez no tengo otra manera de renegar del amor que le tenía, y tal vez todavía le tenga, porque quiero ver The Last Face (Sean Penn, 2016).
En fin, no existe nada más horrible que ver a una “escritora” new age-hippie-yogi-budista-vegana, llena de sus pesares existenciales generados en la más absoluta banalidad de la vida cómoda y bien pagada del mundito neoyorkino, que decide abatir sus penas y problemas con unas vacaciones (qué vida tan miserable) en el cliché de Italia, India e Indonesia (otra película que peca de extranjerismo turista irrisorio).
Porque no es la película otra cosa que esa horrible vida real de la mujer de primer mundo, adinerada y desorientada, a la que las demás mujeres tercermundistas pobres y clasemedieras deben admirar, y a la que le queda comer, rezar y amar de manera tan superficial que nunca me habían dado ganas de usar la palabra ¡pequeño-burguesa! en el sentido de ofensa y con el odio con que los neomarxistas la utilizaban para referirse a todo producto cultural sin consciencia de clase y dentro de los cánones más recatados de la moral conservadora.
No es otra cosa que un ejemplo del pecado del preciosismo barato de la fuga, de viajar sin buscar nada, el de la premisa existencial para encontrarse con un Dios que no es Dios sino la expresión más perfecta de un egoísmo consumista, “filosofía” mierdera que receta formas higiénicas de vivir sin culpabilidad, contagiada de la peor creación de nuestra época: la instrumentalización y tecnificación in-humana de la superación y el desarrollo in-humano.
Me pregunto ¿por qué no se fue a comer a Haití, a rezar a Líbano y amar a Corea del Norte? Pero no es este mundo el que quiere ir a buscar (se fue por el de Travel & Living), ni verdaderamente se quiere encontrar a ella misma, porque esa tarea requiere de ardua introspección; quiere ser ella misma sin el sufrimiento de su propio vacío. Tan espeluznante y patético como es la gente de ese mundo bonito e inconsciente que jamás se contagia de la realidad de la injusticia y la indignidad de la pobreza, realidad a la que Buda se enfrenta y cambia, tan sólo para abusar del término espiritualidad, en todo caso es la malformación sublimada del hedonismo más ramplón.
En fin, la película es mala, tan abusiva con el idiota espectador, que me provocó, como pocas películas en muchos años, la peor resaca visual que he tenido que sufrir. Después de verla quise levantar una propuesta en change.org para que le devolvieran a toda la gente su dinero, y luego me di cuenta que había gente a la que sí le transformó la vida (broma).
Le recomiendo cerrar sus ojos, tapar sus oídos y evitar cualquier contacto con este peligroso contaminante vendido como medicina sanadora, como entretenimiento inocuo, pero verdaderamente peligroso. Tenga cuidado al manejarla, dicen que si la ve por más de diez minutos le dan ganas de volverse vegano.

Epílogo a manera de disculpa:

Haría falta otra lista de películas, que aún con su intención pretenciosa de ser muy artísticas o intelectuales, fuera del mainstream, resultan, al igual que las arriba mencionadas, un engaño cuando no un insulto a las expectativas del cinéfilo. Con esto espero resarcir un poco del posible daño que le pude haber causado a los lectores al hacerlos pasar por este top 6 tan diarreico.

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.