Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

LAS TRES EIFFELES

Una para gobernar a los fresas

Era la década de los noventas, y yo un púber en ella, cuya impronta era la de hacer “la primera comunión” en la zona de tolerancia de Torreón, o al menos integrarme de lleno en su vida nocturna.

Cerraron la zona de tolerancia en 1997 sin que yo cumpliera mi cometido, y no tenía ni la media cartilla, requisito mínimo para entrar a las discos de la época: La Rosa, Girella, ¡Oh, no!, Ramsés, Atos Portos (AKA Hartos Pistos).

Tampoco tenía carro, máximo requisito para acceder a la hombría y para perder la virginidad ya que, como cuentan las leyendas, con un buen carro podías levantar un chingo de viejas.

Que yo me acuerde, la vida nocturna del Torreón de los noventas se desarrollaba en las calzadas Paseo de la Rosita y Saltillo 400. Pero hubo un lugar que sobresalía por encima de esas dos arterias: La Central, le decían los mayores que yo.

Se referían a la av. Central de la Colonia Torreón Jardín. Ésta colonia siempre ha sido bellísima por las fachadas de sus casas, la extensión de sus terrenos, por sus áreas verdes bien cuidadas. Por cierto, un amigo me dijo alguna vez: “esas son casas pero quién sabe si sean hogares”. ¡Pura filosofía de la vida!

Desde que tengo uso de razón, esa colonia ha sido de riquillos, y la Central el lugar exclusivo para los juniors –palabra que equivale a mirrey de estos tiempos-, los hijos de papi, los fresas, que corrían sus autos último modelo -pagado por el padre- en carreras clandestinas.

Los imagino (porque nadie nunca me llevó a ése lugar) levantando un chingo de chicas fresas, y fascinados con Luis Miguel y La incondicional y Ahora te puedes marchar, Me vale de Maná, Bikini a lunares amarillo de The Sacados, algo de música electrónica en inglés. También me los imagino destruyendo la colonia, chocando sus autos, peleando con la policía, siendo sacados de sus problemas por sus papis, quienes también les pagaban las colegiaturas en la IBERO, en el Tec. de Monterrey o el ISYTAC LASALLE, digo… en caso de que estudiaran algo.

La Central tiene una reproducción de la torre Eiffel en la Plaza de la Fraternidad (av. Central y c. Petunias), que no luce por su tamaño tan pequeño en proporción al de la rotonda, ni en proporción a la misma colonia.

La comunidad francesa la puso con la prisa de un agandalle, diciendo “yo la mando hacer y yo la pago”, en agradecimiento a Torreón por todos los beneficios recibidos. Bien pudo ser la comunidad libanesa, española, inglesa, que habitan en la colonia, las que pidieran mano en el homenaje, pero se adormilaron. Así que nos perdimos de una ermita, del Puente de Londres, o cualquier monumento que haya en España.

La nostalgia de los tiempos sanos en que sólo había esos problemas de salir de noche, siempre tomando copas, viajando en coche, nada tiene que ver con la torre. Y sospecho que no tiene relevancia en ningún otro aspecto de ese sector habitacional.

Dijeras tú: “¡Ah, es que le da un nivel así como de cuidad moderna y elegante!” A lo que yo contestaría, hacia mis adentros porque no es posible convencer idiotas, que en proporción con la ciudad, con la colonia, con el estrato social de las personas que la habitan, la torrecita eiffelita resulta accesoria.

Lo que les da una sensación de civilidad a esos colonos, es precisamente tener todos los servicios públicos funcionando al cien por ciento, que no haya robos, que se respeten las áreas verdes, que haya agua suficiente… ya saben… esas pequeñas cosas de cuidad de primer mundo.

Otra para los franceses

Torreón cuenta con otra reproducción de la torre Eiffel justo afuera de la Alianza Francesa, ubicada en la av. Matamoros y la c. González Ortega, gemela de la que está en la Central.

Cuando entré a esto de la escritura en 2005, me tocó un poco de la belle epoqué en la cultura lagunera, con su mayor representante Saint Gilles Guey, director de la Alianza Francesa de Torreón.

Había cineclub, lecturas de poesía en los dos idiomas, demostraciones gastronómicas, performance, exposiciones de pintura y fotografías, cursos de francés y quién sabe cuántos proyectos más.
Recuerdo uno en particular, la elaboración del libro Cantos de piedra-Chantes de Pierre. Me permito citar una parte del prólogo que escribió Gilles Guey, que describe lo que fue el proyecto.

    “Durante el segundo festival [De palabras y cactáceas], organizado en marzo del 2004 junto con la Casa de la Poesía del Norte en Pas-de-Calais, se abrió por un día en Torreón una casa de las artes, una Casa Efímera. En esa ocasión la Alianza Francesa había invitado a la poeta y ensayista Marie-Claire Bancquart. Al día siguiente, los organizadores la llevaron al desierto, cerca de San Rafael, para que paseara entre los glifos que cubren toda la ladera de una colina. […] Durante esa visita, Marie-Claire Bancquart propuso preparar un pequeño libro, compuesto de traducciones imaginarias de esos petroglifos. Diez poetas mexicanos, diez poetas franceses y tres grabadores fueron invitados a participar de ese proyecto de cooperación, cuyo resultado es esta obra, los Cantos de piedra.”

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Los testimonios que he recogido en torno a la cultura de aquellos años, describen a Guey como un gran promotor y gestor cultural, incluyente, comprometido, con un gran sentido artístico, que logró conjuntar diversas voluntades para concretar los proyectos planteados por encima de ideologías artísticas y avatares políticos partidistas. De hecho, los conceptos que Gilles Guey utilizaba para referirse al desarrollo cultural –cooperación, diálogo, proyecto, resultado- no se han repetido en quienes dirigen la cultura de nuestros tiempos, o no tienen la misma consecuencia ni concreción en la realidad.

Verán… un lugar por sí mismo no es más que un conjunto de piedras, un punto de reunión, coordenadas en el espacio tiempo. Es el hombre quien le da significado por la forma en que se relaciona con él. Vive, muere, ama. Como en La Central, en las iglesias, en las plazas de armas alrededor del kiosko, lo mismo que en las cantinas y en los barrios.

No dudo que en la Alianza Francesa haya sucedido algo por el estilo -primordialmente una época de dinámicas de proyectos culturales que se acabó con la entrada de la violencia en la región- con todo y que la torre se me antoja un tanto difícil para maniobrar en ella… Como que no propicia una buena atmósfera para el faje… Como que no se recargaría uno bien.

La última… para nadie

Existe una tercera reproducción de la torre Eiffel, en la heroica y magnética cuidad de Gómez Palacio Dgo., AKA “Gomitos”.

Por si no se habían dado cuenta, o si es que viven en las colonias de Torreón que colindan con Matamoros Coah., y nunca se han dado una vuelta por La Laguna de Durango, les informo que la torre se encuentra ubicada sobre el blvd. Miguel Alemán, en la emocionante colonia Ricardo Flores Magón. Quiero resaltar este dato porque como que se está olvidando. Lo pondré en mayúsculas. UBICADA EN LA RICARDO FLORES MAGÓN. Una de las colonias populares de Gómez Palacio que se distingue por su intensa vida de barrio. Colinda con la col. El Consuelo, de la que creo que no necesita mayor presentación.

Según esto, la torre fue construida como un homenaje a la cuidad de Gómez Palacio por su centenario. Cuando se montó la última pieza en 2007, se dijo que iban a poner un mirador y un café en el segundo piso de la torre. Un poco más tarde se dijo que no se estaba hundiendo, que era un efecto visual, que más bien era el adoquín el que se estaba reacomodando… A lo mejor quería llegar a China… no lo sé…

Cada vez que paso por allí –es que compro mi despensa en la Soriana- me digo: ‹‹Como que no cabe toda la infraestructura que necesita un negocio de café››. Además me pregunto: ‹‹¿qué chingados vamos a mirar que no sea la Soriana, la colonia Valle del Nazas (¡Valle, goey!), la Zona Industrial, la Ricardo Flores Magón (¡Qué barrio, puto!) y el cerro pelón?››, ‹‹¿vamos a estar de hipócritas tomando café con éste pinche solorón (como dicen en el rancho), en lugar de unas refrescantes cheves?››.

Hay una gran obsesión por convertir la torre en un atractivo turístico. Y como si eso no fuera imposible, también se le quiere ver como un polo cultural. Durante la administración municipal 2010-2013, fue sede de algunos shows del Festival Revueltas, y de otros conciertos de artistas locales. Por supuesto, todas esas actividades –junto con las que no menciono- empezaron a las 20:30 hrs., porque la torre no produce sombra como para resguardarnos del tierno sol.

Durante los años siguientes se le ha tomado en cuenta para otros eventos culturales. ¿Sabe usted cuales fueron? ¿Considera que fueron de importancia? ¿Tiene idea de a qué hora comenzaron? Entre el 2013 y el 2016 pusieron unas letras muy grandotas que dicen LOVE en la parte trasera que da al cerro, y fue nombraba Plaza del Amor (ha de ser amor al sol, en cuyo caso, una pirámide hubiera sido más conveniente).

La torre Eiffel está alumbrada, tiene un rayo láser que apunta al cielo. Fue apagada en dos ocasiones, una debido a los atentados en Francia, y la otra también por luto provocado por el sentido fallecimiento de Don Carlos Herrera Araluce.

¿Francia está representada en la historia de la ciudad de Gómez Palacio? Yo creo que sí. Pero en otros lugares. Unos con mayor sentido social y de identidad. Francia ha educado a una tercera parte de los gomezpalatinos a través de la Sagrada Academia Villa de Matel, el Instituto Francés de la Laguna y la ahora llamada ULSA. El resto de los ciudadanos de fueron instruidos en la insigne 18 de Marzo, y en las demás escuelas públicas.

Esa torre Eiffel sorprende a los visitantes de otras latitudes. La ven peculiar, kitch. Llegan y se toman la selfie. Luego se van. Es un monumento de paso. No la he visto tatuada en el cuello de nadie a diferencia de la estrella del Cerro de la Estrella.

Pero sí ha sido escenario de románticas tentativas de suicidios. En septiembre del 2007 un joven de 24 años amagó con quitarse la vida porque no encontraba trabajo y tenía que mantener esposa y cuatro hijos. Cuando lo bajaron lo metieron a la cárcel. Por el intento de suicidio, no por tener cuatro hijos.

Un segundo atentado se realizó en marzo del 2008, cuando un hombre de 34 años subió a la torre y llamó a su familia para avisarles que se iba a tirar. Su madre y personal de protección civil se encargaron de disuadirlo, además le prometieron no encarcelarlo. La trágica circunstancia que motivó el intento de éste frustrado suicida –debo preguntar entre mis conocidos si saben de él-, fue una resolución de la Junta de Conciliación y Arbitraje que no le favoreció.

Ahora nadie podría intentar siquiera subir al segundo piso, porque le pusieron unos medievales barrotes puntiagudos que bien podrían provocar el tétanos.

En fin. ¡Cuán contingentes son las tres torres! Si no se hubieran construido, la vida que he descrito someramente se habría realizado sin mayor problema, incluso los suicidas habrían elegido los puentes peatonales.

Visiten las torres no le hace que no signifiquen gran cosa porque… ¡Viva la Francia! ¡Viva Jean-Paul Sartre! ¡Vivan las Telas Parisina! ¡Viva Alizee, la francesa que movía el culo como diosa! ¡Viva la Alabada y Encarnada Academia Villa de Matell! ¡Viva el Moulin Rouge! Sobre todo, ¡que viva el pan francés! ¡Que viva!

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.