Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

¿Vodevil o Vaudeville?

El 2 de julio del presente año, podrá ser olvidado porque no es el 2 de octubre, pero tuvo algo digno de destacarse: el estreno de la comedia Vodevil de Hugo Daniel Marcos, en el teatro Nazas, dirigida por Cony Múzquiz.

Por un momento me trasladé en el tiempo, entre siete y diez años atrás, cuando era frecuente que se montara Cianuro, ¿solo o con leche? de Juan José Alonso Millán, Apenas son las cuatro y ¿Huele a gas? ambas de Tomás Urtusástegui, no se diga cualquier comedia de Emilio Carballido o de Alejandro Licona, y Mi mujer es el plomero del mismo Hugo Daniel Marcos. Por alguna extraña razón me acordé de Antonio González Balquier. Ha de ser porque fue él quien me explicó lo que eran los subgéneros de la comedia. En fin…

Eran tiempos en que la comedia era muy socorrida por grupos estudiantiles, porque les era fácil producir. Además, tenían, o tienen todavía un público que las acepta y que se divierte con ellas.

Vodevil coincide con las presentaciones de las comedias Ella y él de Jean Pierre Martínez, dirigida por Elena Reyes en Casa Aquelarre, y con Payaso, espectáculo de La Tropa Cachivaches en Plan B Estudio Teatro.

Lo menciono porque el panorama general de mitad de año, nos indica que nuestro teatro ha sido muy solemne. Y ver Vodevil –menciono solamente esta obra porque es la que motiva el comentario- me recordó que existe otro estilo de teatro, otro género, la comedia.

Su esquema general nos refiere a un personaje con un vicio cómico, llevado al ridículo y castigado en proporción al vicio. Usualmente se divide en alta -a su vez dividida en comedia de caracteres y de enredos- y en baja o menor –en la que se enumera el entremés, el paso, el sketch, el vaudeville, el astracán, el sainete, el juguete cómico y la revista política.

Hugo Daniel Marcos se atiene a las reglas del vaudeville en su Vodevil (por cierto, Tony Balquier me dijo que ambas palabras se usan indistintamente) las cuales son muy simples: tiene como tema el adulterio, propone un triángulo amoroso que se resuelve convencionalmente.

El asunto es hacerlo con gracia. Y en eso acierta el autor. Su texto, por sí mismo, es claro y divertido. No requiere de complicaciones escénicas –como sucedió con El misántropo de Molière dirigida por Ignacio Escárzega , donde se sacrificó el tono cómico del autor, en pro de un revestimiento innecesario de cada escena- sino de funcionalidad.

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Cony Múzquiz, con su dirección, hace fluir la obra sin tiempos muertos, con dinamismo, dándole el tratamiento suficiente a cada gag, sabiendo dirigir a los doce actores, y mostrando en escena lo que es el género del vaudeville. Ésta es una de las grandes virtudes de Cony Múzquiz, su estilo, si así lo prefieren. Puede notarse en casi todas sus puestas.

De los actores… hay que decir algunas cosas, pero tengo que agarrarlos en bola. Primero mencionaré sus nombres. Nohemy Mireles, Cristina Moreno, Perla Cedillo, Ángel Talamantes, Elí Montemayor, Aby Garza, Iván Torres, Laura Valles, Alan Lomas, Laura Farfán, Raúl Gómez y Maribel Sánchez. Es un grupo heterogéneo, compuesto por actores de experiencia y otros que apenas inician. Se dejan conducir por la dirección, hacen bien sus gags, por momentos les falla la voz –o no se escucha o gritan demasiado-, y a veces dejan de ser ellos para ser el personaje.

Entiendo a la perfección que, como grupo heterogéneo de formaciones dispares, tardará su debido tiempo en conformarse como un buen grupo en torno a la comedia que representan. En consecuencia, hay que observarlos pacientemente.

No obstante, me permito tomar esta obra en su conjunto para plantear algo que como que se nos estaba olvidando: prepararse para interpretar comedia. No recuerdo bien en dónde lo leí o quién me lo dijo –pero estoy seguro que fue en los tiempos en que Tony Balquier me dio clases de dramaturgia- que el estudio de los géneros les sirve más a los directores que a los dramaturgos, por ende, también le sirve más a los actores, por la sencilla razón de que ellos son los responsables de hacer notar el tono cómico, en este caso, en el escenario.

Nuestros tiempos, tan carentes de rigor, nos permiten escribir lo que salga, sin cultivar la técnica que está implícita en cualquier género. En lo referente a la comedia, pensamos que por poner un chiste, o decir una grosería, o por copiar y malamente a Wooddy Allen ya es hacer comedia. En otras palabras, escribimos como tal o cual autor, pero no escribimos bajo las reglas del género, o sea, la fuente original.

Y los actores están más preparados para ser abstracciones de tipos –como ser el color negro o la gula, por ejemplo-, y en menor medida para hacer algo realista como un carácter cómico. Por ello es que veo que relajan su capacidad de interpretación en éste género. Como que les basta decir el texto, dejarse llevar por la situación, improvisar, equivocarse. En otras palabras, no se toman tan en serio la comedia como las otras obras en las que los he visto.

Tengo la impresión de que están más cerca del tipo de comedia de las películas y series norteamericanas, que del tipo de comedia que manejó en todas sus películas Peter Sellers. Sé que el ejemplo es extremo, que los jóvenes actores de la obra no saben quién es Petter Sellers, que quizá nunca hayan visto La pantera rosa. Lo que quiero decir es que la comedia se ejercita tanto como la tragedia, o como el teatro del cuerpo o experimental que también se viene haciendo por aquí.

En fin… aventuro esta hipótesis a sabiendas que falta mucho por ver y por hacer en el teatro. En calidad de mientras, vaya a ver la obra si es que hacen más presentaciones; sírvase de diferir con lo que planteo; y si quiere, deje un comentario en nuestras redes sociales o en la página.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.