Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

Gilgamesh o el silencio de la muerte

Maurice Blanchot, en su libro Espacio literario, comenta que el origen de la literatura es el cuestionamiento por la mortalidad del hombre. Si el hombre no fuera consciente de su finitud quizá no tendría la necesidad de expresar historias y símbolos en la letra escrita. Más aún, Blanchot comenta que toda obra literaria lo que intenta es responder este cuestionamiento. Quizá ninguna lo ha logrado a cabalidad y por ello a lo largo de la Historia aparecen nuevas obras literarias. El poema de Gilgamesh, la obra más antigua de Occidente, parte de estos supuestos.

¿La biblioteca más antigua del mundo?

El rey Azurbanipal de Nínive en 612 a. de C. hizo transcribir el poema, el cual hasta ese entonces había sido transmitido fragmentariamente y de manera oral por los territorios actuales de Iraq, Irán y Arabia Saudita; lo hizo por la necesidad de realizar una recopilación de todo el conocimiento del mundo de su tiempo. La escritura inicial fue hecha en tablillas de arcilla en babilonio estándar. Con el paso de los siglos la ciudad de Nínive fue destruida y con ella el recuerdo del héroe Gilgamesh. En 1845 el explorador británico Austen Henry Layard dio con las ruinas de la ciudad y encontró la biblioteca que contenía al poema. En 1872 George Smith comenzó a hacer la primera traducción. Desde ese año la fascinación por el texto ha propiciado numerosos estudios y versiones en distintas lenguas. En México la más reciente traducción fue realizada por Jorge Silva Castillo, misma que fue publicada en 1994 por el Colegio de México.

El poema de Gilgamesh se considera la primera gran obra literaria de la Historia de Occidente. Decir que es una obra occidental pude resultar contradictorio, debido a su raíz babilónica; sin embargo, algunos críticos argumentan que a pesar de tener origen sumerio en realidad es una obra que tiene gran influencia en los tres textos primigenios de nuestra cultura, a saber, La Ilíada, La Odisea y La Biblia (a veces parece que la dicotomía Oriente y Occidente es imaginaria).

Las historias de Gilgamesh se empezaron a gestar alrededor del año 2000 a. de C. Existen registros de un rey llamado con ese nombre que vivió 120 años y que gobernó la ciudad de Uruk. El poema de Gilgamesh es una épica que narra algunas aventuras que vive el héroe, muy a la manera a como posteriormente lo haría Hércules en el Mediterráneo. Entre estas aventuras se encuentra el cruce de las aguas saladas de la muerte (lo cual asimismo recuerda a Odiseo) para entrevistarse con Utanapíshtim (el Noé babilónico) quien construyó una barca con las especificaciones de los dioses para sobrevivir al Diluvio Universal. Nuestro héroe Gilgamesh es un varón dos tercios dios y un tercio hombre. Esta condición a pesar de su gloria lo convierte en un simple mortal.

La amistad y el amor fraterno

Gilgamesh era el rey de la ciudad de Uruk. El poema al comienzo nos describe a un héroe soberbio, antipático y poco justo con sus súbditos. No dejaba mujer sin ser violada o edificio que no destruyera. Los ciudadanos de Uruk imploran a los dioses que envíen a alguien igual de poderoso que Gilgamesh para que pueda contenerlo. Los dioses oyen las súplicas y crean a un hombre similar. A diferencia de Gilgamesh que, a pesar de sus caprichos, era un hombre civilizado, la nueva creación de los dioses es un hombre bestial, lleno de pelo y sin lenguaje. Se trata de Enkidú.

Enkidú vive a las afueras de la ciudad y Gilgamesh al enterarse de su existencia comprende que tendrá que luchar con él para medir su fuerza. Sin embargo, el rey considera que antes del encuentro es necesario civilizarlo, para que de esta manera también pueda entrar a la ciudad. Gilgamesh envía a Shamhat, una prostituta, para llevar a cabo la tarea. Después de tener relaciones con Enkidú durante seis días y siete noches, esta mujer lo convence de seguirla hasta el templo del rey. El hombre bestial, ahora civilizado, así lo hace y se enfrenta con Gilgamesh. Ninguno de los dos vence, lo cual propicia una profunda amistad.
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La muerte incomprensible

Gilgamesh en compañía de su amigo Enkidú decide salir de la ciudad para buscar la aventura. Ellos caminan leguas y leguas por la noche y el día con la intención de encontrarse con lo desconocido. Pelean y asesinan a engendros de la época. Gilgamesh rechaza a la diosa Ishtar, quien se había enamorado de su valentía y fuerza. La diosa despechada invoca a los demás dioses para que envíen al Toro Celestial y acabar con los dos amigos. Gilgamesh y Enkidú asesinan al Toro Celestial y poco a poco van aumentado su fama y gloria. Su estatus de invictos a los dioses comienza a degradarles. Dos simples mortales por su fuerza física piensan que son eternos. Como en un intento de hacer ver la realidad de sus circunstancias, los dioses, después de tener un consejo, deciden enfermar a Enkidú. Este muere sin comprender la causa de su pérdida de vitalidad. Gilgamesh se queda solo, pero al mismo tiempo, se da cuenta de que a él tarde o temprano le pasará lo mismo.

Es en este punto donde el poema adquiere otra relevancia y una profundidad humana difícilmente superable. En realidad todo lo ocurrido anteriormente sólo fue una justificación para poner al héroe frente a su mayor enemigo. Se trata de un enemigo que jamás vencerá. Lo peor de todo es que se advierte que, a diferencia del enfrentamiento con otras bestias, en esta ocasión nadie lo podrá ayudar. Nadie puede morir por Gilgamesh, así como él no pudo morir por su amigo. En el delirio Enkidú le había reprochado la soledad en la que estaba a causa de su desfallecimiento, le dijo que no lo dejara bajar solo a la “Tierra Baldía”. Gilgamesh no supo qué responderle y jamás podrá resarcir esa culpa. No comprende cómo es que a los hombres se les tiene asignada esa nulidad como final. ¿De nada sirven las victorias, de nada la gloria, la belleza, el vigor, la sabiduría?, se pregunta el héroe. Nadie le responde y parece ser que ni siquiera los dioses tienen una respuesta lógica.

El hombre en busca de la inmortalidad

En lo que resta del poema se narra cómo Gilgamesh busca la inmortalidad. Pregunta a los ancianos de la ciudad, a su madre, la diosa Ninsun, a los pobladores, a otros dioses y ninguno puede darle respuesta. Es aquí también cuando el hombre caprichoso que era se convierte en el hombre angustiado por la muerte. En la ciudad no existe nadie quien pueda darle respuesta. Decide viajar por el mundo en busca de la inmortalidad. Sabe de un hombre quien salvó a la especie humana de la extinción en el Diluvio, Utanapíshtim, y que desde entonces vive en una parte remota de los mares, más allá de las montañas que sostienen la Bóveda Celestial. Gilgamesh cruza las montañas por la oscuridad y transita por las aguas saladas de la muerte. Utanapíshtim le dice al rey babilónico que no hay una cura para la muerte y que los dioses desde la creación primera le han asignado a los hombres ese lugar. Gilgamesh desolado contesta “¿Qué haré, Utanapíshtim/ adónde iré?/ El demonio-Ekimmu ha tomado posesión de mí./ En mi mismo lecho/ yace la muerte/ y donde pongo mis pies/ ahí está la muerte.” Utanapíshtim, a modo de consuelo le dice que en el fondo del mar se encuentra una planta que tiene los poderes de rejuvenecer a los hombres. Gilgamesh decide bajar y adquiere la planta. Sin embargo, durante el camino de regreso, por un descuido del héroe, la planta es devorada por la Serpiente antigua. Gilgamesh regresa resignado y con las manos vacías a Uruk.

El poema de Gilgamesh es la primera gran obra literaria de nuestra tradición. En ella sin duda se prefiguran otras historias canónicas. Lo más singular de este poema es la búsqueda del héroe por la inmortalidad física. Desde entonces ningún otro héroe se ha dado a la tarea de hacer lo mismo porque es inútil, basta con que las acciones de ellos sean memorables (Aquiles). En la última sección del poema (cuya tablilla se encontró posteriormente) se narra un fragmento en el que Enkidú ya muerto intenta contarle a Gilgamesh el secreto de la muerte. Por desgracia Enkidú, ya un habitante de la Tierra Baldía, tampoco puede revelárselo a su amigo.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.