Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

ESTÚPIDA Y SENSUAL AUSENCIA DE EROTISMO (primera parte)

Uno

El erotismo es todo aquello que antecede al acto de coger. En efecto, no recurrí al diccionario, ni a la tradición literaria para armar esta definición. Aun así, no creo estar equivocado. La realidad que observo en mi entorno, me dice a gritos que no es lo mismo el ‹‹¡mira nada más todo esto me voy a dar!›› al ‹‹¡ya me lo di!››.

En la primera frase, véase cuántas palabras la componen, dese cuenta de que los signos de admiración son imprescindibles, y que de ella podemos encontrar símiles que también se refieren al instante previo.

‹‹¡Si como lo mueve lo bate, qué rico chocolate!››, ‹‹¡No muevas tanto la cuna que me despiertas al niño!››, y el clásico cumbianchero ‹‹¡no provoques mi pichichi!›› -el cual, por cierto, es la respuesta al otro clásico de la cumbia ‹‹¡don’t mess with my cucu!››.

Tradicionales expresiones, cursis, que indican que alguien nos atrae tanto que lo queremos manosear, como mínimo.

‹‹¡Como la traigas; como te huela!››, es un símil contemporáneo, y uno de mis favoritos por lo dúctil del referente. O sea que un hombre se lo puede decir a una mujer, una mujer a otra mujer, una mujer a un hombre, tú mismo a ti mismo, frente al espejo para darte ánimos.

Esa expresión y sus otros símiles, tienen un sólo sentido, sólo expresan deseo. Son símiles unívocos. Por lo tanto, más cercanos a la verdad, más ciertos, sin grado de error. La otra, ‹‹¡ya me lo di!››, es equivoca, es decir que proporciona uno, dos o más sentidos, por ende, menos acertado, menos verdadero.

Si alguien dice ‹‹¡ya me lo di!››, es sujeto de inquisiciones. ‹‹¿Y cómo estuvo?››, se le pregunta necesariamente. Es que afirmar la consunción del acto del deseo no implica satisfacción. Si bien se nos puede responder que ‹‹¡estuvo de poca madre!›› o ‹‹¡mueve el culo como dios!››, también nos puede remitir a algo menos pleno como un simple ‹‹¡Meh!›› o ‹‹…no coge rico››.

Estamos hablando de que el objeto del deseo, en cuanto es apropiado por el que lo desea, por mucho que se le codicie no necesariamente satisface la codicia, por la intervención de una cantidad impresionante de factores que resultan estorbosos.

Puede ser que a alguien no se le pare; o que te jalen los pelitos accidentalmente; que se quede dormida encima de ti; que tú le recuerdes a su padre y que te lo diga –eso le baja la erección a cualquiera-; o que te equivoques de orificio; que le escupas en uno de ellos sin avisarle previamente. Todos los esfuerzos realizados consuman, tristemente, un cogidón insípido.

Dos

Una persona a la que aprecio el chingo, me dijo que el erotismo lo es todo. El antes, el durante y el después del acto amatorio.

Siguiendo esta ensoñación, todo lo podemos erotizar. Así como se usa el panteísmo para dividir a Dios en sus partes y lo identifica con cada una de las piezas del universo, podemos atribuirle propiedades eróticas a cada uno de los componentes de nuestro horizonte cultural.

Por ejemplo, la comida. Como parte de un ritual usamos alimentos para acrecentar el placer. Uvas escarchadas, fresas salvajes, una rebanada de melón. Se dice ‹‹le tronaron la nuez›› y se ‹‹subió al guayabo››.

El agua en cualquiera de sus formas. Si se canta bajo la lluvia, también se puede fornicar bajo ella, en una alberca, en un jacuzzi, en la regadera. Pero no en un charco de agua puerca de alcantarilla, a menos que se sea un miserable.

La música. Ponemos música que la pareja se cachondee. Marvin Gaye, ¡gracias por todo! También se pone música a alto volumen para que los gemidos, gritos, órdenes como ‹‹sí te hincas›› no sean escuchados por los vecinos.

Los animales. El tigre tiene propiedades sexuales. Le decimos tigre a nuestro pene, o anaconda, o pitón. Decimos que cogimos ‹‹perrón››, que ella es ‹‹una fiera en la cama››.

Por último, el cuerpo del ser humano. Los labios, las manos, las orejas, el cabello, el cuello… y las nalgotas. Sobre todo, las nalgas cuando son rotundas. En definitiva, las nalgotas.

Tres

Luego entonces, en la escala de valor empírico, lo anterior al cogimiento o recogimiento, es superior al hecho mismo de coger.

No sé de dónde chingados surgió la idea de que lo erótico es elegante y lo sexual del vulgo. El erotismo sería una creación refinada, fruto de la maestría del lenguaje, algo más propio de una clase elevada de ser humano.

So many people live with buy sildenafil india this hypothesis that visiting a marriage counselor or relationship counselor mean that their relationship is not going to have an instant effect. Healthy practices always keep you sildenafil price in india strong so get bound yourself to good way of life. Sildenafil citrate is the central component of tadalafil online cheap is sildenafil citrate, a widely recognized PDE5 inhibitor. Brands like Xtend Life Total Balance for women, it has added ingredients like herbal extracts from Wild Yams and Chaste cheap levitra Berry help manage menopausal symptoms. El sexo, con toda su crudeza, sería un producto pornográfico, vulgar, inmediato, grotesco. Algo de personas promiscuas, de prostitutas, de prostitutos, de salvajes tribus del norte de África, del barrio.

Lo cierto es que todos cogen. Lo cierto, también, es que el erotismo sí puede hablarse, y el sexo crudo se calla. El primero es una zona segura en la que se demuestra la calidad humana, un buen sentido del gusto.

El segundo, da vergüenza. Pocas veces se comparten esas experiencias, por placenteras que sean. De hecho, deberíamos considerar la cantidad enorme de problemas sexuales, tratados en la confidencialidad de un consultorio de psicología, y cuántos de esos problemas son vistos como anormalidades, todavía en esta era.

Piénselo. Si quieren, consúltenlo con la almohada. Hagan sus investigaciones.

Cuatro

En rigor, no estoy diciendo nada todavía. Me estoy aventando un paseo por las generalidades. Habrá entonces que ligar todo lo anterior con la literatura. Les juro que trataré de ser más interesante.

El erotismo y el sexo son materia literaria, tanto como la venganza, el amor, la nada.

¿Lo sabrá su escritor local preferido?, ¿tendrá su propia teoría general del sexo? Ya dígame, en buen plan, ¿ha leído las obras de su escritor local favorito? Si quiere, no me conteste eso, pero sí espero que me conteste lo siguiente: ¿cree usted que hay literatura erótica aquí en la región?

Procedamos paso a paso, aunque quizá no encontremos una respuesta. Primero hay que despejar ciertas incógnitas en esta ecuación.

No. En definitiva, el que comparta fragmentos de las obras del Marqués de Sade, no hace al escritor local un escritor erótico. Ni las de Bukowsky, ni las de Nabokov, ni las de Bataille.

Es como si yo publicara en mi muro de Facebook o en mi metroflog, fragmentos de las novelas de Bianca, Jazmín, Deseo, o de las autoras Corín Tellado y Caridad Bravo Adams.

Esto es argumentación, establecimiento de un marco teórico. En el mismo tenor entra la música de Sade, Barry White, Soda Stereo, el soundtrack de la película Garganta Profunda.

Tampoco nos convertimos en escritores eróticos el simple hecho de yuxtaponer a manera de oxímoron, una palabra con otra: ‹‹agua erótica››, ‹‹flor erótica››, ‹‹lonche erótico››. Estaríamos escribiendo reggaetón, o peor, escribiendo como Arjona. ¿Quieren más ejemplos? ‹‹osario de eros››, ‹‹erótica del menudo››, ‹‹especiero de eros››. Ya no puedo ni quiero seguir.

Lo que estamos buscando, al fin, es que el escritor local, poeta, dramaturgo, novelista, ensayista, comensal tipo niño de hospicio de los brindis en eventos culturales, sepa crear una atmósfera en la que el deseo se exprese en totalidad, haciendo que el lector sienta esa cachondería, ese deseo del que sólo los seres humanos son sujetos y objetos. En otras palabras, que me la ponga ‹‹como brazo de albañil››.

Cinco

¿Puede usted explicar la vida sexual de su escritor favorito, en caso de que la tuviera? La pregunta es válida por la siguiente razón: ¿de dónde más, si no de la vida sexual propia, es que el escritor pudiera nutrir su literatura erótica?

O sea que, si el poeta de rancho habla de putas alianzeras, ¿podemos esperar que haya contratado a una de ellas para pasarla chido? Pues… sí… ¿no?

Lo mismo si en sus versos blancos aparecen los travestis de la Morelos o del Centro Trailero en Gomitoz, o una muchachita de 17 que sea callada, tímida, inocente y tiene la mirada… lo mismo, ¿no?

No es obligatorio. Para eso está la mentira literaria, cuyo mayor exponente es el gran Manuel Acuña, quien jamás se pudo merendar a la tal Rosario.

Digamos que se escribe una novela sobre el nada gastado tema de las relaciones irregulares entre una mujer casada y un hombre soltero. Obviamente, el escritor investigará casos documentados en diversas fuentes, pero no significa que tenga que buscarse una mujer casada para investigar in situ los placeres del adulterio.

Acabo de sembrar la duda en usted, pequeño y delicado lector, sobre su poeta local erótico. Le acabo de decir que, a lo mejor, esos escritos –en caso de que existan- que le erizaron la piel, son fruto de la imaginación kinky de un trasnochado observador de pornografía.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.