Columna

Un acercamiento al engaño

¿Se puede engañar en la literatura? Yo creo que sí. Yo creo que muchos de los que nos interesamos en las letras, hemos sido víctimas de pseudo maestros de la misma manera en que la gente cae en las garras de OmniLife.

Uno, simple mortal, quiere aprender algo de literatura. Naturalmente busca un maestro que funcione como guía en éste árido paraje lagunero. Ahí anda uno, desposeído de su vocación, con la tímida convicción de que hay con queso las gordas para dedicarse a escribir, no como pasatiempo sino como profesión.

Para no variar, a los maestros se les encuentra encabezando un taller en una institución cultural –o en un café, o en el patio de su casa que es particular-. Se asiste, se toman notas, se leen sus recomendaciones, se le comienza a admirar porque nos revela aspectos vitales ignorados por mucho tiempo.

Luego comenzamos a replicar sus conceptos críticos, dentro de su taller y en nuestros estados de Facebook. La devoción aumenta cuando nos vemos agraciados con un comentario positivo sobre la obra que le presentamos:

-¡Qué maravilla! Ya te lo quiero publicar…

O nos entristecemos porque todavía no logramos el ideal marcado desde la perspectiva magisterial:

-Sí… Mira… Es buen cuento, pero le faltaron putas. Seguir leyendo

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El Villismo

Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos quizá sean los escritores que tuvieron mayor autoridad para escribir sobre el Villismo. Fueron contemporáneos del caudillo y participaron en esa única épica de nuestro país que fue la Revolución Mexicana. Desde que tengo memoria siempre tuve una gran simpatía por el Centauro del Norte. Si me lo preguntan, considero que es uno de los personajes más simbólicos de nuestra cultura, porque emana de ella, con todas sus contradicciones, de una manera auténtica. Por otra parte, considero que el personaje de Villa es en muchos aspectos uno de los arquetipos del mexicano, así como Aquiles u Odiseo lo fueron de la cultura griega; el Mío Cid de la española, o Sigfrido de la germánica. Pero quizá el problema más relevante para la conformación de nuestra identidad es que Villa más que un héroe es un antihéroe. Si hiciéramos un análisis de su vida es muy probable que simbólicamente se asemejara más al Quijote o a Sancho Panza, que a cualquiera de los héroes épicos. Sucede así porque Villa es el producto de lo moderno. Seguir leyendo

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El hombre rebelde y los nuevos totalitarismos (parte II)

Albert Camus abre El hombre rebelde con el siguiente párrafo:

Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. El Código Penal los distingue, asaz cómodamente, por la premeditación. Vivimos en la época de la premeditación y del crimen perfecto. Nuestros criminales ya no son aquellos jovenzuelos desarmados que invocaban la excusa del amor. Por el contrario, son adultos, y su coartada es irrefutable: es la filosofía, que puede servir para todo, hasta para transformar a los criminales en jueces.

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Una estación del metrobús

Se estuvieron dando un tiro la gente de Torreón contra su Ayuntamiento. Quisiera decir que el tiro fue derecho, sin que nadie se metiera, pero el Ayuntamiento agarró piedras, quedando así como el ganador del primer round.

Resumiré la relación de los hechos –ya que en redes sociales se ha difundido a placer la información- para centrarme en mis opiniones al respecto. Se pudiera reducir el asunto a los siguientes eventos:

El Ayuntamiento inició la construcción de una estación de metrobús en los terrenos de una plaza ubicada a la entrada de Torreón, viniendo de Durango. Ésa plaza contaba con una fuente, un chorrito, jardineras, y un torreón. El proyecto del metrobús desde el inicio contempló la destrucción de la fuente y su chorrito, de las jardineras, y el desarmado del monumento para trasladarlo, pieza por pieza, a otro lugar y luego regresarlo a donde mismo.

Un grupo de artistas, arquitectos e historiadores detectaron la acción considerándola como un agravio al patrimonio histórico de la ciudad. Armaron una protesta que incluyó la denuncia en medios de comunicación, redes sociales, y la clausura simbólica de la obra. Seguir leyendo

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No dejen de invitarme…

En Gómez Palacio, Dgo. han habido tres foros culturales, uno por parte del Municipio y los otros dos por parte del Estado.

El primero se llamó “¿Cómo le hacemos?”, título que envidiaría yo cualquier día de la semana para nombrar cualquier cosa que pudiera escribir. El 28 de septiembre del 2016 fuimos convocados a un acto protocolario para luego pasar a los diferentes salones del Centro de Convenciones Francisco Zarco, que se encuentra al lado del Teatro Alberto M. Alvarado.

Hubo diferentes mesas de trabajo. Una para los artistas visuales, otra para los literarios, otra para los músicos, una más para los bailarines, faltaba mencionar una para los urbanos. Y así. Yo me metí a la mesa de trabajo para los teatreros. Coincidí con la Compañía Cometas, Trotamundos, Tolvanera, Héroes en Escena, y otros más sin compañía, como yo, pinche solo ahí, abandonado a mi triste suerte.

El moderador propuso una primera ronda de presentaciones: ¡Holi!, soy Ignacio Garibaldy y me gusta que me digan Nacho. Je sui mexican. Les vengo manejando la escritura dramática, les vengo escribiendo crónica, vivo en gomitoz, llegué caminando porque vivo aquí a la vuelta.

Seguimos con una ronda de intercambio de ideas para mejorar el trabajo en pos de la cultura gomezpalatinense.

Nunca falta alguien que riegue el tepache, o la cagotee, o que orine fuera de la taza del baño. En mi mesa, uno de los artistas que no sé de dónde venía ni por qué llegó tarde, entró para decir algo más o menos así “ustedes son el futuro del teatro, échenle ganas, sobre ustedes recae la responsabilidad”. Creo que le compuse el discurso. Es que me nubló el entendimiento el coraje de escuchar a alguien arengándome a hacer algo que él no puede. Píntele a la chingada, pensé… y dije que “todos, todos tenemos que chingarle”. Seguir leyendo