Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

Unos versos que se burlan del poeta.

Los poetas posmodernos son blanco fácil de la burla. Se ponen de a pechito. Se empinan solos. La causa es la pose de marginalidad por la que viven, ponen su choza, construyen su casa con ladrillos de material reciclado en Av. Lado Oscuro esquina con Alteridad, entre Otredad y Emergencia.

Desde la ubicación en las favelas de la cultura, niegan La Poesía, pero hacen poesía. Tú levantas una piedra y salen diez poetas. Uno de ellos experimenta desde la digitalidad. 01010101, dice en octosílabos. Una de ellos es poeta que se apellida Feminista. Habla de sangre menstrual, mastografías, ginecologías, historia feminista, escribe todas y no-todas -porque hay una lógica femenina que rechaza el género masculino y hasta el neutro en los sustantivos, o mejor dicho, sustantivas.

Los demás, ocho y medio, son chairos. Cínicos marginados que critican el stablishment cultural, porque no hay mejor manera para hacerse escuchar que criticando al otro por su relación con el poder y por no ser prietito. Pero, ¿qué critican en específico? A los establecidos, ¿no lo dije?, ¿no pusieron atención?, eso significa stablishment.

Charios, pues. Críticos del sistema, enemigos de imperio, anti sistema. No hace mucho causaron una polémica que llamó la atención. Resulta que en el 2016 Francia invitó a México a un evento llamado 34 Marché de la poésie. La Dirección General de Publicaciones de México pensó que sería una buena idea editar un libro con la muestra de la nueva poesía mexicana, y de paso llevarse de paseo a los antologados.

El libro en cuestión se llamó México 20. La nouvelle poésie mexicaine. Que traducido dice: México 20. La nueva poesía mexicana. En tal antología solamente he leído a Luigi Amara, Luis Jorge Boone, Julián Herbert, Oscar de Pablo. Pero hay muchos más.

Los críticos criticaron varias cosas. Primero: ¿por qué se desecharon recursos públicos para hacer una antología no-bilingüe? Los aguazados espetadores tienen razón en vigilar el destino de sus impuestos –aunque nadie haya mostrado sus declaraciones ante Hacienda-, que en este caso están sirviendo para engordarle el caldo a Francia, aquella que nos ganó la Guerra de los Pasteles.

Segundo: criticaron el hecho gravísimo que agravia a toda la historia de México: la no inclusión de la poesía precolombina. Sí, porque los cantos de Neza y los otros poetas del México antiguo son la nouvelle poésie que nos sigue influenciando a todos los que escribimos, aunque los leamos en español. Pero yo mañana me pongo a estudiar náhuatl y la danza del venado.

Tercero: criticaron el hecho de que los antologadores –perezosos por cierto, ya que a sus antologados les pidieron que enviaran sus poemas vía correo electrónico para incluirlos en el libro, sin hacer un trabajo medianamente crítico, digamos-, criticaron, decía, que los encargados de la edición, Jorge Esquinca, Myriam Moscona y Tedi López Mills –todos ellos poetas sumamente importantes en la historia de la poesía mundial, por lo menos-, incluyeran a estos jóvenes poetas que casualmente han sido sus alumnos en diversas etapas emisiones de becas del FONCA.

Vuelta al amiguismo, al compadrismo, al me vale madre yo pongo a los que se me dé mi rechingada gana. A lo cual, los críticos virtuales –porque se armó un pedo cósmico en redes sociales- dijeron: ¿pa’ qué los pones a ellos?, yo soy mejor, yo sí canto al pueblo, mírenme, estoy sufriendo. Muera el PRI, muera el mal gobierno, que renuncie Calderón, no le hace que ya no esté. Oficialistas del montón, traga lonches, Pro Peñistas.

Pero, tantos unos y otros, bando negro y bando blanco, el bien y el mal, ¿hacen poesía? Mejor dicho, ¿hacen Poesía? La respuesta es no. Hacen poesía, en minúscula. Ahora con la posmodernidad ha venido la inversión de la historia de los ganadores, fin de los grandes discursos, reivindicación de los pequeños discursos, de la otra historia, la no contada.

Ahora no quieren hacer el gran discurso poético estilo Muerte sin fin, Primero sueño, Himno a la impaciencia. Atrás, temas metafísicos. Véngase pa’ acá los temas triviales, los versos libres y locos.

Un estimado poeta, a quien no tengo el gusto de conocer pero sí de leer, llamado Lufloro Panadero, ha criticado a la poesía posmoderna utilizando su agudo sentido del humor. Hace, por principio, versos clásicos con temas actuales. Denomina su poesía como Sonetos ñerobarrocos. Se la está cotorreando él solo, y lo hace bastante bien. Una de sus recientes publicaciones, en twitter, fue la siguiente:

“Ay, estoy Baliendo tanta Berga esta noche que hasta podría escribir los versos más sads. Pásenme fotos de perritos, o algo…”

-Pablo Neruda, si hubiera sido milennial.

Antes de esto se había tomado un video en el que leía un poema posmo. Rompió en versos la información de una lata de conservas o algo por el estilo. Y le dio la entonación de un poeta posmo, y salió bien gracioso, porque en realidad, esta es la nueva poesía: ruptura de prosa floja en versos, contando historias unas veces, diciendo puras pendejadas la mayor parte de las mismas.

Por mi parte, tengo que decir: no lean a Lufloro Panadero, mejor léanme a mí. Tengo en mi poder el poema posmo del año, por lo menos de esta semana. Se llama Alimento chatarra y consolación, y dice más o menos así:

¡La mera,
mera!
Salsa
Clásica
Salsa
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09:22
L30G17
-G1
CAD 30
AGO
2018
La Botanera,
¡La
Mera,
Mera!
Salsa Clásica, salsa picante.

¿Dónde recojo mi premio? ¿A poco no le estoy hablando a las nuevas generaciones? Y si no lo hago, ¿qué me importa? La versificación me salió bien bonita, les guste a ustedes o no. Mejor dicho –porque las cosas pueden decirse mejor cada vez, más mejor, como dicen en el rancho de Coahuila-, lo que a ti te gusta es bueno, también lo que a mí me gusta es igual de bueno. Todo es bueno, nada es nuevo, sólo que te conocí. Felicidad. Hay talento, sólo falta apoyarlo.

Creo que yo soy parte de la broma del poeta. Como lector, no me emociona ya nada. Pero me indigna tanto que escribo un breve ensayo. Al menos es algo. Pero, si yo no dejara que esto siguiera, ¿qué consecuencias podría haber? Quizá ninguna. Al menos, me gustaría pensar, que si alguien me pregunta qué leer de poesía, los remitiría a los clásicos, que son más interesantes que los nuevos. Ahí va una recomendación, clásica para mí y que vale también para esta clase de poetas. Es el segundo soneto de un conjunto llamado Y el verso se hizo hombre, de Blas de Otero, nada más ni nada menos:

Hablo de lo que he visto, de la tabla
y el vaso; del varón y sus dos muertes:
escribo a gritos, digo cosas fuertes
y se entera hasta dios. Así se habla.

Venid a ver mi verso por la calle.
mi voz en cueros bajo la canícula.
Poetas tentempié, gente ridícula.
¡Atrás, esa bambolla! ¡Que se calle!

Hablo como en la cárcel: descarando
la lengua, con las manos en bocina:
‹‹¡Tachia! ¡qué dices! ¡cómo! ¡dónde! ¡cuándo!››

Escribo como escupo, contra el suelo
(¡oh esos poetas cursis, con sordina,
hijos de sus papás) y contra el cielo.

Sería buena idea hacer una glosa ensayística sobre este poema. Pero tendría que ser más reflexiva que lo que ahora estoy denunciando, que es, por si no se habían dado cuenta, la burla del poeta, que luego viene siendo engaño a sus pocos lectores, que no lo leen completo pero que sí le apoyan con un like.

Lo que sí voy a hacer, en calidad de mientras, es definir “bambolla”, según el diccionario de Google. Es: pomposidad o falsa apariencia importante o rica de algo. Entonces… ‹‹¡Atrás, esa bambolla! ¡Que se calle!››

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.