Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

Determinismo y libertad

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Justificar nuestras acciones resulta tentador. El hombre puede construir grandes laberintos, edificios o argumentos para excusar lo que hace. Es necesario encontrar una manera de aligerar nuestra carga y quizá al mismo tiempo nuestra soledad. Las acciones que realizamos nos dejan muchas veces vacíos, debido a que van estrechando el derrotero de la vida. Mi vida no es tan amplia como hace unos años, no está tan acompañada y se ha ido haciendo más angosta conforme me hago viejo. Ya no seré esto, ni aquello, ya no seré todas estas posibilidades, porque me he convertido en lo otro. Me encuentro abandonado en el sendero, y sé que, en la hora de mi muerte, como cuando he caído enfermo, nadie en verdad estará conmigo. Por ello es que a veces quisiéramos sentirnos acompañados, pensar que ya los demás han pasado por dicha situación, creer que no somos los responsables, así no seremos los únicos que han atravesado por tan absurda puerta. No hay nada que le aterre más al hombre común que ser distinto a los otros.

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A final de cuentas se trata de la comunión con los otros, buscar un lazo, algo que nos acerque a los demás. La ilusión está en determinar nuestra vida en concordancia con el mundo. Sin embargo, el mundo es indiferente, no tiene un sentido, y si lo tiene no nos es revelado. No tiene un sentido coherente con la vida humana porque cada una de sus partes, los animales, los elementos, la roca, el aire, la vegetación no se preocupan del pasado ni del porvenir. Es un conjunto de causalidades que transcurre impasible en sí mismo. Al árbol, al aire, al pájaro, no les incumbe lo que sucedió ni lo que sucederá más allá. Al no advertir el transcurso del tiempo, al no preocuparse por los fines tampoco se preocupan por las causas. Son libres y al mismo tiempo esclavos.

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Hay una parte de nosotros que anhela ser esclava y hay una parte de nosotros que desea la libertad. No nos gusta pensar en el pasado, sino sólo como una posibilidad de escape al porvenir. La consciencia del futuro es el principal indicio de la responsabilidad. Saquemos las botellas, bebamos, hagamos de esto un incendio, no quiero que la noche se acabe, porque entonces qué haré con tanto espacio libre. La más grande fantasía es la erradicación del tiempo. El tiempo nos recuerda lo que somos y esa noción es la que nos hace diferentes a las otras especies y por lo mismo estamos en la búsqueda de evadirlo. El hombre moderno busca constantemente obnubilar su consciencia, para tener la ilusión de que está determinado, de que carece de responsabilidad.

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Y, sin embargo, el alba siempre llega y con ello la reseca y la fantasía se disuelve. Nos damos cuenta de nuestras decisiones y a veces, porque no nos gusta afrontar la verdad, buscamos una justificación a la locura o en su defecto a la virtud de los otros. El problema de la libertad del hombre en primer lugar está ligado a su experiencia misma. Cada vez que despierto por las mañanas la experiencia de la libertad me asalta. Puedo decidir no ir a trabajar, suicidarme, o como Camus, tomar una taza de café. Puedo ver las causalidades de mis actos y a pesar de que quiera hacerme tonto no puedo dejar de tener el remordimiento de que debí haber tomado la decisión correcta cuando era el momento adecuado. Spinoza diría que en el conocimiento se encuentra la libertad misma, debido a que nos hace comprender las causalidades. Conocer quizá sea lo más espontaneo en el hombre. No podemos evitar conocer y eso nos hace libres hasta cierto grado. Descartes descubre que el mundo está mecanizado, pero las conclusiones racionales a las que llega no son capaces de responder cuestionamientos de índole más humana. El «pienso, luego existo» se parodia y refuta de muchas maneras. Es probable que el ser más consciente de su existencia no sea el que piensa; hay muchos como Peterson, ayudados por Heidegger, quien a su vez se ayudó de Nietzsche, que señalan que el ser que sufre dolor es el más consciente de su propia existencia. El dolor hace cuestionar, ¿si no sufriéramos habría filosofía?
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El problema de la libertad del hombre está ligado al problema del mal, nos recuerda Camus. Una borrachera no necesariamente es algo terrible, aunque he oído de algunas que sí lo fueron y que causaron mucho dolor. Fuera de la broma y llevando el dilema a una cuestión más elevada, diré que la existencia del mal es una confirmación de la libertad del hombre. ¿Por qué el hombre es capaz de tantas atrocidades? Algo de raíz debe ser deficiente (justificamos), no puede ser que alguien sea responsable de tales actos por sí solo. Algo debió empujarlo. Mejor aún: no puede ser que yo sea el culpable de la maldad, no puedo ser yo el culpable de tanto dolor. Es entonces cuando el determinismo humano, como una especie de descargo, se manifiesta.

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“O bien no somos libres y Dios todopoderoso es responsable del mal, o bien somos libres y responsables”, dice Camus. “Propiamente en el universo no hay libertad” recuerda Descartes. La moralidad, diría Nietzsche, es la que nos hace confundir a la naturaleza con las acciones de los hombres. Spinoza remata, como ya he indicado arriba, que sí, que propiamente en el universo no hay libertad, pero que el conocimiento nos da cierta libertad. ¿Paradojas vacías? ¿Eso es lo único que puede dar la filosofía? ¿Callejones sin salida? Si el pensamiento fuera lineal, las frases de Heráclito de Éfeso no tendrían sentido. “El camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo.”

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Cicerón hablaba del pasado y del futuro cuando hablaba de las responsabilidades. Es decir que la consciencia del futuro es lo que nos hace conocer las causalidades. ¿Si no fuéramos libres qué caso tendría hablar de todo esto? cuestiona Chomsky en una de sus muchas entrevistas. Estoy de acuerdo con él. ¿Por qué preocuparse por argumentar diferentes tesis si ya todo está dado? ¿Para qué angustiarse por la verdad si somos autómatas determinados? ¿Eso quiere decir que nada en nosotros está determinado? Decir que nada nos determina sería falso, pero cancelar la experiencia de la libertad en aras de un idealismo absoluto sería ingenuo y sobre todo peligroso. En ese sentido prefiero la dialéctica del filósofo de Éfeso, cuando dice “Nada resiste excepto el cambio.” Yo diría, todo está determinado excepto la libertad humana.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.