Columna

SÁBADO TEATRAL… ¡EN LERDO!

Era un día muy hermoso, un viernes frío, un viernes de cerveza, un viernes de bobear en Facebook y de ser sorprendido con una noticia espectacular: Cony Múzquiz compartió un evento. Presentaría una obra de su propia inspiración, con el grupo de teatro de la IBERO, en la ciudad jardín, la tierra que Juan Gabriel escogió para probar la nieve Chepo. Me refiero, obviamente, a ciudad Lerdo, Dgo.

La cita sería el sábado 12 de noviembre del annus dei 2016, en el teatro Centauro. Si existe algún lector que haya seguido mis publicaciones, se habrá dado cuenta que jamás, hasta ahora, he comentado nada sobre este recinto cultural lerdinense.

Si Lerdópolis no ha aparecido en mis escritos, no ha sido por falta de interés. A veces las coincidencias no coinciden, mis deseos no hacen esquina con las posibilidades, a veces me ocupo en otros menesteres, o simplemente yo no había puesto atención.

“Haiga sido como haiga sido”, ahí me tienen el día señalado, a medio día, dispuesto a disfrutar la obra. Entonces, me doy cuenta de que estoy en un festival de teatro estudiantil del CIESLAG, que se presentarán no una, sino cuatro obras durante un lapso de dos horas… o más. Seguir leyendo

Columna

Amor literario… mi primer amor…

Las más bellas historias de amor en la literatura podrían iniciar más o menos así: “Mi encuentro con el escritor fulano de tal fue determinante para mi vida artística, porque, a partir de sus enseñanzas, yo empecé a escribir bien”.

Me refiero a la relación amorosa entre un alumno y un maestro en la cual, aquél deja que el otro se convierta en su guía literario o peor aún, en objeto de admiración. Una relación que cuando no dura hasta que la muerte los separa, se anula al cabo de cinco o diez años.

De acá de este lado, en la Comarca Lagunera, existen maestros y discípulos que se han concentrado tradicionalmente en el Teatro Isauro Martínez, la IBERO, las Casas de la Cultura –más en la de Torreón, ya desaparecida, que en la de Gómez Palacio que todavía funciona-, la Escuela de Escritores de la Laguna –en su época-, la UA de C, en la librería Astillero, y otros talleres que se apagan como llamarada de petate.

Ignoro si los alumnos de estos centros literarios se han enamorado locamente de un maestro, pero no me sorprendería si así fuera. Si el maestro es de guapura promedio, carismático, sabiondo, famoso, lo lógico es que fleche a sus desprevenidos interlocutores a primera leída o en la primera clase, y que a partir de este encuentro se le persiga igual que San Juan de la Cruz a Cristo en su Cántico espiritual.

Es real el crush literario. Comienza con tempranas lecturas que nos forman una imagen idílica sobre el escritor, sobre todo si es sarcástico, iconoclasta, extremo bestial.

¡Imagínense lo que significa para el amante platónico el conocer a su autor favorito! He encontrado fans que se desmayaron ante José Revueltas, Elena Poniatowska y Carlos Fuentes, con sólo verlos en una conferencia o con tenerlos de visita en su casa.

Pero no todo encuentro con escritor provoca ese something, ese no sé qué que qué se yo, ese se me cayeron los calzones hasta el piso. Seguir leyendo