Columna

LAS TRES EIFFELES

Una para gobernar a los fresas

Era la década de los noventas, y yo un púber en ella, cuya impronta era la de hacer “la primera comunión” en la zona de tolerancia de Torreón, o al menos integrarme de lleno en su vida nocturna.

Cerraron la zona de tolerancia en 1997 sin que yo cumpliera mi cometido, y no tenía ni la media cartilla, requisito mínimo para entrar a las discos de la época: La Rosa, Girella, ¡Oh, no!, Ramsés, Atos Portos (AKA Hartos Pistos).

Tampoco tenía carro, máximo requisito para acceder a la hombría y para perder la virginidad ya que, como cuentan las leyendas, con un buen carro podías levantar un chingo de viejas.

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