«El Mal o El drama de la libertad» de Rüdiger Safranski

Cada día estoy más convencido de que el único tema que verdaderamente debe ser abordado por la literatura y la filosofía es el Mal radical. Borges (y no sólo él) comentaba que había solamente dos temas en el arte, el Amor y la Muerte. Borges al ser un hombre de su tiempo no pudo ver que a partir del Siglo XX el verdadero argumento sería el Mal. Por ahora las verdaderas incógnitas de la humanidad se depositan en dicho tópico. La Muerte como tema quizá ha comenzado a ser menos importante, porque de pronto en un mundo como el nuestro, sobre poblado, sin recursos, sin empleo, sin seguridad social, ha comenzado a verse como una escapatoria real y no un drama. Mucha gente hoy en día prefiere morir después de razonarlo concienzudamente. Ahora bien, si la Muerte como tema poco a poco ha perdido su dramatismo, de pronto pienso que el Amor con mayor razón ha quedado relegado. El Amor, sin futuro, sin espacio, sin posibilidad, se presenta como un sueño de niños, que se erigiría en un mundo completamente inexistente. Estas ideas pueden ser debatibles, pero considero que no lo es el hecho de que el Mal es el tema que debe abordarse.

Podría parecernos que el Mal no es un tema cercano, que está supeditado a cuestiones demasiado filosóficas, pero la verdad es que estamos mucho más cerca de lo que nos gusta aceptarlo. Aquí mismo en nuestro país es algo que nos concierne de modo urgente. Aquí mismo hay genocidio, ¿cómo llamar entonces a los descubrimientos que se han hecho de las fosas en donde cientos de cadáveres están apilados? Desgraciadamente es una imagen muy conocida y pensábamos que eso solamente era posible que se diera en la Europa del este, a muchos kilómetros de distancia. ¿Cómo llamar a eso? ¿Cómo llamar a la manipulación de los cuerpos, a las decapitaciones y a los hechos tan elaborados, llenos de simbología que se implican cuando a un cuerpo se le cose una cabeza de marrano?, ¿no es esto jugar con una cosmogonía, una idiosincrasia bien arraigada y completamente consciente de lo que hace? ¿El individuo que actúa con dicha conciencia, con plena libertad no está actuando igual que aquellos otros fanáticos de épocas que para los jóvenes de quince años ya parecen remotas, cuando apenas han pasado setenta años? Normalmente cuando se habla del Mal radical volvemos nuestro pensamiento a los campos de concentración nazis. ¿Pero acaso no son las matanzas de los diferentes grupos armados un ejemplo de ese exterminio étnico, racial e ideológico? Es preciso recordar que el holocausto nazi no solamente era motivado por la cuestión étnica, sino que Hitler mismo llegó a aceptar que no existe una raza judía, sino que lo judío se supeditaba a toda un cosmovisión, hecho que sin duda incluye una ideología.

Uno podría llegar a pensar que esas pugnas han sido superadas y que la humanidad se ha asomado al abismo y se ha retirado de la orilla sabedora de que de ese camino quizá ya no hay retorno. No obstante habría que reconsiderar. El hombre ha entrado en esa espiral y desde que descubrió la nada no ha podido regresar de su viaje hacia lo más profundo de su pensamiento e intuición. Desde entonces lo que llamamos como el Mal radical se ha convertido en algo común en nuestras vidas que quizá ya no lo distinguimos. En una sociedad como la nuestra, en donde la muerte es algo carente de sentido (sabemos que enfrente de nuestra casa ejecutaron a un hombre, pero nosotros seguimos con nuestra borrachera) un libro como el que Rüdiger Safranski presenta es pertinente.

Rüdiger Safranski es alemán, por lo tanto su libro está escrito dentro de aquella tradición. Quizá los alemanes sean el pueblo que tenga mayor derecho para denunciar la psique moderna. Sabemos que sus filósofos románticos fueron los primeros quienes conscientes de las contradicciones de la modernidad y especialmente de la ausencia de Dios, se toparon con la nada. Por supuesto que siempre que se habla de este tópico da la impresión de que es un tema viejo y ya muy sobado. Sin embargo, como ya he dejado ver en este texto, solamente se trataría de una metáfora para nombrar ese vacío con el que nuestras civilizaciones se estrellan. Safranski abre el libro con la siguiente frase: “No hace falta recurrir al diablo para entender el mal”. En este sentido, lo que plantea Safranski me parece de lo más actual y de suma importancia.

Safranski en su libro se apoya en una perspectiva histórica. A lo largo del texto va haciendo un recorrido por los diferentes abordajes de las culturas occidentales respecto al Mal. Comienza por hablar de la cosmovisión judeocristiana, la cual, no puede negarse, es la hegemónica en nuestras latitudes. Desarrolla los diferentes momentos históricos desde la Biblia, pasando por los románticos alemanes y desembocando en la Alemania nazi. El libro es bastante denso aunque me parece muy accesible para aquellos lectores que no tienen el tiempo ni el ánimo de leer obras tan monolíticas como las de Kant, Schopenhauer o Sartre.

Uno de los capítulos más interesantes del volumen es el 11 en donde hace una comparación entre Kant y Sade. Para Kant, dice Safranski, el hombre es libre porque es capaz de hacer el bien a pesar de que no necesariamente le es algo natural. El hombre como individuo no tiene la necesidad de hacer el bien para sobrevivir, sin embargo, por medio de su libertad es capaz de hacerlo, de esta manera sublima lo natural en él. Safranski argumenta que Kant plantea esto desde cierta ingenuidad ya que para el filósofo de Königsberg, el Mal radical no podría ser realizado por la humanidad, sino que esto quedaría relegado a “conductas demoniacas”. En la página 168 se dice que Kant no pudo evitar el Mal cuando analizó la moral. Para Kant el Mal estaba supeditado solamente a la voluntad de sobrevivir; no obstante, cuando descubre que bajo la moralidad, bajo ciertas morales se llevan a cabo actos contradictorios, no supo o no quiso advertir que el Mal radical era posible para el hombre. En la página 169 se dice:

Kant retrocedió con espanto ante el pensamiento de que el mal mantiene un vínculo secreto con la trascendencia del bien y puede triunfar asimismo sobre todos los intereses empíricos (de la propia conservación), por más que ese pensamiento pertenezca al misterio de la libertad. ¿Por qué la libertad ha de ser aprendida por lo incondicional y conducir más allá de los intereses empíricos sólo en el sentido “bueno”? ¿Por qué esto no ha de ser posible también en el sentido malo? Éste es precisamente el punto en el que se apoya el doble sombrío de Kant: el Marqués de Sade.

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Es interesante este fragmento de la obra de Safranski, porque me trae a la memoria otra idea que encontré en ese otro ensayo lúcido como lo es El hombre rebelde de Camus. En dicho ensayo Camus cita y debate una idea de Nietzche la cual afirma que la moral en otro tiempo será completamente contraria a la que se vive actualmente y por lo tanto será respetada y perseguida. Si la moral, hecho que se vive de modo especial en el nazismo, en ciertos estratos del crimen organizado y también en el radicalismo islam y judío (el conflicto de Gaza), le permite al hombre matar, pero no sólo eso, sino manipular la muerte y los cadáveres, ¿cómo es que entonces el hombre puede salvaguardarse del Mal y más aún cómo el hombre sabe lo que es el Mal? Por supuesto, éstas son ideas que no tienen una respuesta sencilla. Safranski lo sabe y no es ingenuo como para aventurarse a dar una solución. No obstante, el autor plantea diferentes vertientes, diferentes desarrollos. A este respecto, Sade sería la contraparte de Kant, ya que el novelista francés, se da cuenta, según se puede analizar en sus obras, de que así como el Bien no está supeditado a una naturaleza de la sobrevivencia, tampoco lo está el Mal. Es decir, y esto relacionado con Schopenhauer, el Mal se da por una voluntad de sobrevivencia: no le dejo mi comida al otro, aunque el otro tenga también hambre por el simple hecho de que eso significaría mi propia muerte. Pero para Sade, y Kant según Safranski también lo supo pero prefirió no seguir viendo, el Mal radical se da cuando esa voluntad, esa libertad de decisión no se supedita a la sobrevivencia y que por lo tanto genera placer. Para Sade el mayor bien del hombre es el placer sexual. De esta manera, nada tiene valor y nada debe respetarse si no es para alcanzarlo.

Desde luego, en este texto me es imposible resumir todos los desarrollos que Safranski elabora. Pero eso demuestra que su lectura es muy recomendable. Es desde luego un texto que se queda con muchas lagunas; sin embargo, me parecería injusto exigir más, debido a que principalmente es un texto de divulgación, más que un tratado filosófico. Me hubiera gustado que abordara un poco más sobre Hitler y sus obsesiones y que hubiera hecho un traslado a una época más reciente. Sobre Hitler, en la página 236, comenta lo siguiente:

La naturaleza es “cruel” dice Hitler en «Mi lucha». En la palestra de la vida sólo puede afirmarse el fuerte, la naturaleza no tiene compasión con los débiles, éstos tienen que perecer. Si las “ideas pacifistas y humanitarias” llegaran a triunfar, la consecuencia sería la degeneración. Una humanidad compasiva se consagraría a sí misma al ocaso. “Aquí podrá haber quien se ría, pero lo cierto es que este planeta deambuló sin hombres durante millones de años a través del éter, y puede volver a la misma situación si los hombres olvidan que deben su existencia superior no a las ideas de algunos ideólogos dementes, sino al conocimiento y a las aplicación sin contemplaciones de férreas leyes naturales. La naturaleza es moralmente indiferente y no concede ningún premio a los buenos sentimientos. Sus mandamientos son crueles, dice Hitler. Tienen vigencia las leyes de la propia conservación y la selección del más fuerte en la lucha asesina por la existencia. “Al final vence siempre tan sólo la búsqueda de la propia conservación. En medio de ella, el llamado humanismo, como expresión de una mezcla de estupidez, pereza y poses de sabiondos innatos, se derrite de la misma manera que la nieve bajo el sol de marzo. La humanidad se ha hecho grande en la lucha eterna, y perece en la paz eterna.”

Por lo demás, este tipo ideas en nuestros días siguen vigentes y son más comunes de lo que se pudiera creer. El hombre no ha salido del abismo y es muy probable que nunca lo haga.

Datos bibliográficos: Safranski, Rüdiger. El mal o el drama de la libertad. Segunda Edición. Tusquests Editores. España: 2013. 288 pp.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.