Negro Didnava

Aquel mundo, tan parecido al nuestro en muchos aspectos y diferente en tantos otros, está llegando al fin del ciclo de rotación a su estrella, es decir también están por terminar su año. Ululen, un pequeño de la especie que habita aquel orbe se encuentra muy muy nervioso porque se acerca el día 52 de Breciendí (que es el último mes de su calendario) y tiene que hacer su carta a Solc Atnas.

Pareciera trivial que un niño de 7 slokis (alrededor de 7 años terrestres) tenga tanto miedo de escribir una misiva a alguna persona, pero nada de eso es irracional. Solc Atnas no es una persona, es una entidad bastante atemorizante. Si quisiera describirlo diría que se trata de una especie de demonio que se dedica a llevarse las cosas valiosas de los demás. Es por eso que Ululen está nervioso. Al cumplir sus 7 ahora él tiene que hacerse cargo de anotar lo que él quiere preservar y, lo más importante, a quienes quiere preservar, porque Solc Atnas no solo hace que desaparezcan cosas también se lleva individuos e incluso recuerdos sí se comete algún descuido.
Todos, grandes y chicos, en aquel lugar tienen que elaborar una lista que contenga las personas y cosas que desean preservar porque ese ente llega por debajo de la tierra, revisa todas las listas y si alguna persona, o alguna cosa, no está anotada en ningún lugar lo sustrae y se lo lleva al lugar más caliente del planeta de dónde no puede ser rescatado. Si por equivocación alguien escribe en el papel el nombre de alguien o alguna cosa que ya no exista entonces el flaco Sloc puede llevarse esa memoria. Se lleva ese recuerdo en venganza, por enojo, al pensar que lo quieren engañar enlistando alguien que ya no vive o alguna cosa que fue destruida.

Cuentan los que lo han visto que es muy muy delgado, ni un solo pelo tiene en su cuerpo y su piel es de un azul opaco. Algunos dicen que lo han escuchado y que al moverse hace un chillido, un “ij, ij, ij”. Además dicen que se mueve en un vehículo tirado por topos lo que le permite hacer túneles para llegar a todos los lugares y que mientras su vehículo se mueve se escucha constante el castañeteo de los dientes de los roedores que tiran su carricoche.

Ahora que puede hacerlo el pequeño Ululen siente la necesidad de colaborar con las listas, está agradecido de que sus padres ninguna año lo hayan olvidado, ni a muchas de sus cosas, y ahora él quiere ayudar anotando sus cosas para darles a ellos más espacio en sus listas, espacio que tendrán para que puedan agregar más personas y cosas que ellos deseen atesorar.

El infante ya tiene escrita su carta. Cómo es la primera vez que lo hizo no sabe si lo hizo bien. Relee la lista y si se da cuenta de un olvido busca el espacio libre que haya para agregar lo que olvido. Al estar dando una revisión se da cuenta de que anoto a su abuelo por error, que su abuelo ya no está con ellos y se siente impotente, temeroso de perder su remembranza. Ululen se enoja y piensa alguna manera de evitarlo.

Él no ha salido de su cuarto desde algunos días previos y no habla con nadie. Ahora sale en una carrera al jardín, recoge algo del suelo y vuelve como un relámpago a su habitación. No pasa nada por hablar con los demás pero sucede que en esa época se dan grandes discusiones, todos quieren guardar un poco más o una vez anotado, como la regla dice que no se puede corregir, tienen que pedir el favor de que alguien más les anote aquello que ellos no pusieron por olvido o equivocación, así que es una etapa en que hay muchos enojos, se rompen amistades y relaciones entre las familias. Por eso lo más fácil es aislarse, no hablar con nadie y ocultarse para evitar algún pedido que no pueda o quiera ser atendido de anotar algo para otro.

La noche del 42, que es un día antes del 52 porque así cuentan allá, es una noche donde nadie se habla, donde todos se aíslan y en que si alguien busca a otro casi siempre terminan a los golpes. Y en esta ocasión Ululen, con su inocencia, pretende esperar a Sloc Atnas tiene preparado para él un monton de piedras y piensa estar despierto hasta que aparezca por la tierra y apedrearlo para que no se lleve nada de ninguno de su hogar.

En el mayor silencio y aburrimiento transcurre el día 42. En la madrugada del 52 aún no logra escuchar nada, pega su oído al piso esperando escuchar el “ij, ij, ij” o el roer de los topos que mueven su carruaje. Pero no escucha nada. El pobre Ululen despierta un par de veces en la noche y revisa. Quisiera ir con sus padres pero sabe que terminará mal, quisiera estar cerca de alguien. Con el avance pesado y tedioso de la noche el miedo que le impone Sloc Atnas se diluye en su cansancio. Finalmente tras muchos cabeceos y periodos de dormitar el sueño lo vence. Antes de perder la consciencia lo único que hace es desear lo más fuerte que puede que ni él ni nadie hayan olvidado anotar algo importante.

El pequeño Ululen ha despertado, es la mañana del día 52 también conocido como El Didnava. Aguza su oído hacía las habitaciones donde se refugiaron sus padres y escucha ruidos en ambas, y esos sonidos lo reconfortan pues indican que ninguno ha desaparecido. Luego pega su oído a una pared contigua al apartamiento de su abuela y también escucha ruido. Lo cual lo tranquiliza aún más.

Quisiera correr a la habitacion de sus padres pero por unos días es mejor no salir. Siempre después de una perdida alguien puede no estar de buen humor y provocar alguna riña o si la pérdida fue grande romper la relación por ser importunado. Además siempre es bueno que las personas procesen el dolor de haber perdido a alguien o algo importante en soledad y de la manera en que ellos decidan.
Tener que estar confinado es terriblemente aburrido. Su carta, como es costumbre ha desaparecido del gorro en el que la dejó. Así que no sabe qué cosas anoto, entonces se decide a sacar y ordenar sus pertenencias para matar el rato.

Comienza a revisar y ordenar los muebles de su estancia. Al parecer está todo. Un ruido le indica que le han dejado algo de comida afuera de su puerta. Señal de que la cocina y algo de la despensa tampoco desparecieron. Revisa luego su ropa. Escucha golpes en el techo señal definitiva de que su padre está y que alguna parte de la casa fue olvidada de anotar y se está improvisando alguna reparación. Termina y se tumba hastiado en su cama. Escucha un hacia el techo “foow, foow” que le indica que su mascota también fue anotada en alguna lista.

Después de mucho darle vueltas y aún con miedo hace lo que había evitado: revisar sus juguetes. Al ir contándolos se da cuenta que olvido una carreta con la que hacía mucho tiempo que no jugaba pero le gustaba mucho y le recordaba a alguien pero no puede recordar bien a quien. Se siente triste por esa ausencia sabe que no recordará, que una vez que Sloc Atnas se llevó algo eso no vuelve.
Aún en ese desanimo intenta consolarse al recordar que toda su familia cercana, la mayor parte de su casa, su mascota y muchas otras cosas aún están y lucha por convencerse de que no es tan importante la carreta, es su manera de despedirse también del recuerdo de esa persona que se la regalo y que nunca más podrá rememorar.

Mientras juega con sus juguetes se imagina un mundo donde no se tenga que escribir una carta para preservar lo querido, un mundo sin que haya nadie que se lleve las cosas que tenemos. En un exceso imagina un mundo en el que al final del año los individuos se reúnan, un lugar en que en vez de aislarse sea una temporada de congregarse. Que en lugar de peleas y rompimientos sea un tiempo de dar una oportunidad para restaurar las relaciones dañadas. Un periodo en el que no se esté tan preocupado y se pueda recordar intensa y amorosamente a aquellos que nos faltan. Ya en una desproporción de su imaginación infantil llega a imaginarse que pudiera existir un mundo en el que, en vez de que algo se te quite, te den un obsequio al final del año. Ululen se ríe porque ya está madurando y sabe que un mundo así sería pedir demasiado.

Adrián Chávez

Adrián Chávez

Nací en la ciudad de Torreón en el año de 1985 y, como muchos por aquí, pasé mis primeros años entre el campo y la ciudad, entre casas de adobe y edificios. Egresé hace ya algunos años de la Escuela de escritores de La Laguna "José Carlos Becerra" y hace algunos años menos estudié Psicología y una maestría en Sexualidad. Creo que escribir es un placer y una necesidad. Los géneros literarios que prefiero son el cuento y la poesía porque, pienso, tienen un mayor potencial para la comunicación, aunque desafortunadamente están casi olvidados en esta época de novelas.

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