Alfredo Loera

COLUMNA

Por Alfredo Loera

Columna

Notas sobre el concepto de modernidad

I

Para empezar habría que desligar el concepto de modernidad del concepto de actualidad. Normalmente se cree que lo moderno es lo más cercano al tiempo presente. Cuando hablamos de los productos de consumo, normalmente decimos que tal o cual celular es más moderno, debido a que su aparición es más reciente. Este modo de hablar es natural y de alguna manera comprensible, pero deseo clarificar que para entender en verdad a la modernidad, precisamos desligarlo de lo reciente o lo actual. Pensar que algo es moderno porque es nuevo nos hace caer en esquemas de pensamiento erróneos, debido a que corremos el riesgo de decir, por ejemplo, que Donald Trump es más moderno que John F. Kennedy, lo cual no es así; o a decir que el Estado Islámico es más moderno que la Antigua Grecia, lo cual de nueva cuenta no es así; esto a pesar de que en la Antigua Grecia, sabemos, también hubo tiranos.

Lo moderno no es algo que tenga que ver con el tiempo, aunque se sabe que ha habido momentos en la Historia donde ha sido dominante en ciertas zonas geográficas. Muchos autores comentan que la modernidad comenzó con la imprenta; sin embargo, otros filósofos comentan, como Enrique Dussel, que reducir la modernidad a la imprenta no es pertinente, debido a que la mera tecnología no explica el cambio ideológico, aunque por supuesto que le ayuda a propagarse de una manera más efectiva.

En este sentido, si nos basamos en las ideas de Mijaíl Bajtín, lo moderno tendría que ver con la posibilidad que tienen las diferentes voces de una sociedad de estar autorizadas o avaladas para hablar en público. Según este filósofo ruso, la novela, el género de la modernidad, es moderna debido a que en ella todas las voces (la religiosa, la política, la masculina, la femenina, la criminal, la heroica, de la locura, etcétera) tienen la misma autoridad para expresarse; es decir, que en la novela todos los estratos sociales, todas las voces de los mismos tienen igual importancia. Por ejemplo, si en el mundo real del siglo XIII el monarca aparece ante la sociedad como una estatua de mármol la cual todo lo que dice es verdad, en la novela este monarca aparece degradado por la contraposición de otras voces, como podría serlo la del esclavo que le baña todas las mañanas. Lo que hace la novela es que propicia al menos dos versiones de realidad: la del monarca con todo su bagaje ideológico y la del esclavo con todo su bagaje ideológico. ¿Quién tiene la verdad completa? Si somos modernos diremos que ninguno de los dos (efecto que generan las novelas); si somos premodernos, históricamente, diremos que el monarca, ¿por qué? Porque es él quien ostenta el poder político y moral, aunque sea sólo en apariencia.

Lo premoderno lo podemos advertir en obras como la Ilíada (la cual por cierto terminé de releer hace unos días), debido a que podemos advertir que las únicas voces que verdaderamente importan en esta gran obra son las de los héroes, quienes sabemos son reyes e hijos de los dioses. En la literatura premoderna, en la sociedad premoderna, el estatus del hablante define las palabras del mismo. A Aquiles le creemos no tanto porque digan verdad sus palabras, sino porque es el gran héroe de lo aqueos, hijo de una diosa. Muchas veces en las batallas cuando Aquiles se enfrenta con diferentes guerreros troyanos les pide que le digan su abolengo. Cuando terminan de hacerlo, Aquiles, la voz más autorizada de toda la obra, siempre les dice que su ascendencia no es comparable con la suya y que es un error osar combatir con él. Inmediatamente después los asesina. La literatura premoderna, y por ende la sociedad premoderna, tiene como principal cualidad que no todos están autorizados para hablar, debido a que sólo tienen valor las voces de las élites, de los héroes épicos, de los hijos de los dioses, de los monarcas o los sacerdotes. En la Ilíada mueren miles de hombres, pero sólo a Héctor y a Patroclo se les hacen honras fúnebres. Los guerreros comunes, la masa, nunca hablan y sólo aparecen como masa. Los heraldos nunca dicen nada que no sea un mensaje, nunca nos exponen sus conflictos personales, así sucede porque no está autorizados por sus amos, por Aquiles. La única versión de realidad que vale es la del héroe. Son textos muy bellos (necesarios de leer), pero al mismo tiempo acríticos.

II

These were only the few items which could help in eradicating a specific problem, or to remove the general viagra price usa toxicity of a family relationship. 3. However, few experts believe that testosterone replacement therapy can cialis in the uk help you with ED problem is false. You don’t have to be worried about any kind of side effects. wholesale generic viagra Among some of the cheapest levitra top centers that are bringing you such precise solutions, you will find name of South Dublin Physical Training on the top.

La sociedad moderna se caracteriza precisamente por lo contrario, la literatura moderna también. La novela al contrario de la épica, no sólo les da la voz a los héroes, a los hijos de los dioses, sino que también se las da a los heraldos, a los esclavos, a los que no tienen abolengo. Una obra importante que hizo esto, que no es la primera ni la única, precisamente fue El Quijote. En ella aparece un hombre común, un viejo, cuya única cualidad es que ha leído muchos libros de caballerías, esto es de épicas, estilo Mío Cid Campeador o Amadis de Gaula. Para efecto de una mejor exposición, recapitulemos un poco. Lo mismo que ocurre en la Ilíada pasa en el Mío Cid. El Mío Cid es un hombre avalado por el dios católico; el rey lo destierra, pero a lo largo del poema siempre se dice que el rey había sido engañado, o sea que el rey no estaba completamente equivocado, sino que se le ocultaron cosas. El Mío Cid nunca critica o habla mal del monarca, no puede hacerlo, su realidad premoderna se lo impide. Del mismo modo, el héroe, un santo con espada, sin defectos, ni pecados, nunca se equivoca, todo lo que dice es verdad porque tiene la venia del status quo, y parece ser que siempre tiene la palabra justa para el momento indicado. Lo que tengan que decir los guerreros comunes, los esclavos, los árabes no importa. Sólo están autorizados para hablar aquellos que detentan el poder moral o político de la sociedad en cuestión, en este caso la España medieval. El Mío Cid es libre de asesinar a quien quiera y nadie en la obra se espanta, al contrario, se le admira por ello. Alonso Quijano leyó muchos de estos libros y pensó que él podría hacer lo mismo; sin embargo, es aquí donde el pensamiento moderno aparece (que al ser dialógico es también crítico). Sucede que hay un hombre llamado Sancho Panza que para empezar no cree en lo que dice Alonso Quijano, porque está loco, y si lo cree nunca lo hace por completo, siempre es escéptico y constantemente lo contradice, al contradecirlo inevitablemente lo parodia, porque hace ver sus defectos, ante el lector ya no se muestra perfecto. La novela es moderna, entre otras cuestiones ya mencionadas, porque Sancho Panza es una un hombre de los bajos estratos de la sociedad que balancea la versión de Alonso Quijano; El Quijote es moderno porque como obra le da validez a la voz de un hombre ignorante para la tradición clásica, hecho que al mismo tiempo hace ver lo absurda que es esa tradición clásica, únicamente un loco sería capaz de creer en ella. Ese es el principio de la modernidad y como podemos ver muchas sociedades actuales llamadas modernas no siguen este esquema. Por ejemplo en México, la voz del pueblo en la narración nacional no tiene importancia. Sólo se validan públicamente las voces de quienes tienen el supuesto poder político y moral. Eso cuestiona mucho el hecho de decir que nuestro país es moderno.

Ahora bien, hace un momento comenté que El Quijote, a pesar de ser valorado por su modernidad, dialogismo y espíritu crítico, no es la única ni la primera obra que genera este efecto. Se considera que es la primera novela, porque además de lo ya mencionado es la primera obra que tiene todos los géneros literarios incluidos; la novela, como ya muchas veces se ha dicho, es el género de géneros. Pero no es un género que surgió de la nada. Se dice que esta tuvo su origen en la sátira menipea (acá más información: https://adelycac.wordpress.com/2015/11/27/menipea/). Según Bajtín, la novela tiene su origen en esta tipo de obras. Otros filósofos, como Lukács han querido ver que la novela tiene como base la épica; sin embargo, la esencia de la novela, es decir su estructura dialógica no puede basarse en otro género literario que es unilateral. El género literario que siempre estuvo paralelo a la Épica fue el Diálogo. Harold Bloom ha comentado que Platón lo que deseaba hacer era una contracorriente, una clausura de la hegemonía de Homero. Homero el gran poeta épico no podía ser cancelado en su propio terreno, sino que había que inventar un nuevo género que cancelara al anterior, ese género fueron los Diálogos.

III

El Dialogo Socrático es el género donde nadie tiene la verdad absoluta. Cuando uno termina de leer, principalmente los primeros Diálogos, aquellos con mayor influencia socrática, se advierte que la lectura deja más preguntas que respuestas; sin embargo, a partir de esta estructura se cultiva el pensamiento crítico, y de nueva cuenta, siguiendo el análisis de Bajtín y de Milan Kundera, he ahí la semilla de la modernidad.

Sin duda los Diálogos de Platón tienen una intención didáctica y no tanto poética. Sin embargo, se ha dicho que El Banquete es una de las grandes obras literarias de todos los tiempos. Es un Dialogo con varias versiones respecto a un tema (el Amor), en que se hace toda una narración con diferentes tiempos entre cruzados y diferentes espacios; la digresión se utiliza de una manera magistral, configurándose así como la semilla del hecho novelístico. Desde luego la tradición es larga y siglos después tenemos (ya con una intención más poética, literaria) obras como los Diálogos de los Muertos, de Luciano de Samosata, pasando por toda la picarezca, con obras como El Lazarillo de Tormes, la cual es la otra voz, la voz crítica del status quo, la voz que no está autorizada, de ahí que su autor prefiriera mantenerse en al anonimato debido a la ruptura que significaba la aparición del texto en las España del siglo XVI. Así llegamos a El Quijote; todas obras dialógicas, que parodian, al criticar a las voces, las palabras del poder en turno. Posteriormente tendremos autores como Dostoievski y Kafka. Pero de ellos hablaremos en otro momento.

Alfredo Loera

Alfredo Loera

Alfredo Loera (Torreón, 1983) es Maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana. Inició sus estudios de literatura en la Escuela de Escritores de La Laguna. De 2009 a 2011 fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Publicaciones suyas han aparecido en revistas como Casa del tiempo, Círculo de poesía, Fundación, Pliego 16, Ad Libitum, Este país, Siglo Nuevo. Sus libros son Aquella luz púrpura, (2010, 2017, 2023); Wish you were here, (2019, 2023); Guerra de intervención (2022), disponibles en Amazon como ebook o libro impreso.