Luis Carlos García

COLUMNA

Ensayar la noche

Por Luis Carlos García

Columna

Sobre las acciones poéticas (parte I)

La primera acción poética es vivir poéticamente.

Aunque Heidegger lo explore en el verso de Hölderlin: “es poéticamente como el hombre habita esta tierra”, realmente él se refiere a otra cosa de lo que aquí se pretende. El hombre vive poéticamente, actúa en su vida como ante algo nuevo, imprime nuevas formas sobre la naturaleza. El hombre es un ser complejo, abocado a nuevas maneras de ser hombre, si lo redujéramos a una praxis no creativa estaríamos parcializando lo humano, olvidándonos de lo esencial.

Vivir poéticamente sería vivir en la continua y renovada creatividad, de acercarnos a la experiencia y a las personas. Asumir también auténticamente las propias limitaciones, encontrar el camino que sólo se ha trazado para uno. Es entonces una cuestión de origen y destino.

Vivir poéticamente es acercarse a la cultura con el ánimo renovado y renaciente. El arte es sólo una de las muchas expresiones culturales pero es la que remite al hombre y a su vida porque es transmisor de experiencias profundas. La poesía, y en esto concuerdo plenamente con Heidegger, no es sólo un género literario, ni creo que sólo deba ser literatura.

La poesía, en unas de sus características esenciales, es que funda el sentir, perfecciona el observar, acentúa la interpretación del hombre con su circunstancia. La poesía en este sentido adquiere un papel principal en la vida de todo hombre.

Se atraviesa por la mente la pregunta ¿todo hombre vive poéticamente su vida? Sí, está destinado a ella. Y aunque las teorías de la enajenación y la posmodernidad de los hombres desérticos nos digan que el hombre no vive o no puede vivir su vida auténticamente, y somos testigos de ese peligro, de ese terror que yo llamaría el mayor terror de este tiempo, aun así, el hombre no puede reducirse a tal. Hechos también los hay de que a pesar de las condiciones más humillantes, inhumanas y enajenantes, el hombre obtiene de ello, un resquicio de belleza, libertad e imaginación.

El hombre vive entonces poéticamente, como ha nacido con tal profundidad.

La segunda acción poética deriva naturalmente de la primera, o debiéramos decir, casi necesariamente de ella. Si uno vive poéticamente lo natural es que se comparta con otros. La biografía siempre es co-biografía, vida acompañada, y aquello que nos plenifica produce placer, y generalmente también es fontal de emotividad profunda.

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El placer plenificante nunca es egoísta, siempre se comparte, aunque sea a los futuros experimentadores que todavía no han nacido. En este sentido no hay artista que cree para sí mismo. No hay artista que no quiera que su obra sea admirada, o al menos, que se sepa de ella como un grito egoísta. Pues ninguna obra de arte está acabada sin la mirada del espectador, del dialogante o intérprete de ella. La obra de arte es un escape al solipsismo y un puente hacia el espectador-lector hacia eso que el artista ha vislumbrado, pero requiere de cierta formación estética. Recordemos otro verso de Hölderlin usado por Heidegger: “desde que somos un diálogo”.

En el sentido del compartimento de lo estético, ningún hombre que se haya conmovido ante una obra poética puede negarse a compartirla, a reproducirla o anunciarla. Parece un acto natural y espontáneo pero sería convocar a un determinismo estético, tan inocente como el bonismo ético donde el malvado sólo sería un ignorante. Por eso creo que la contemplación y recreación de la belleza no puede estar sujeta a leyes, no puede estar determinada, es todo lo contrario, es un acto lleno de libertad, pero que entre más nos embargue y nos conmueva, más fácil que esa emoción quiera ser compartida.

Es así que la segunda acción poética sea la participación de lo estético o la emoción estética. Pues ésta exige o atrae siempre a la repetición, a la revisión, y eso implica un transmitir la emoción y compartirla para tener una posesión conjunta.

La tercera acción poética, cuando la voluntad y el destino se han impuesto, sería el convertirse en artista. Camino largo y penoso dice Hipócrates. Esta tercera acción decisiva, llena de sacrificios, es sumamente gloriosa y colma de bienes espirituales y a veces materiales. En ésta última acción —decir última es en grado no en tiempo, por supuesto— resignifica las dos anteriores. Volverse artista es vivir poéticamente como cualquier hombre, pero puesta su vida misma hacia la belleza, en la revaloración constante de aquello estético que lo ha conmocionado. De hecho, el artista nace cuando se inclina hacia la búsqueda de la belleza para provocar lo que otros lograron en él.

Es difícil la formación de un artista sin tradición y sin postura frente a ella. No hay artista que carezca de visión cultural y esto ya implica un renovado acercamiento a la creación poética y a toda la cultura en sus amplias expresiones. Como dice Eliot en Lo clásico y el Talento individual no puede darse un talento individual sin la revaloración, sin hermanarse de la tradición.

La visión cultural del artista permea, detecta y prevee síntomas y malestares de la sociedad y de su situación histórica. No por nada es como un barómetro anunciando tormentas, es también profético y síntesis de la tradición.

Resumiendo así, el hombre vive poéticamente en esta tierra, en la medida de lo posible. Su dignidad le exige una creación constante en todo en lo que se involucra. La vida humana no es praxis, es poesis, como dice Abelardo Lobato en su Dignidad y Aventura Humana.

Aunque hay muchos distractores de la vida moderna, muchos impedimentos, mucha contaminación informática, visual y auditiva, el hombre sigue necesitando de refugios internos, de tiempo personal, de diversión plenificante, y qué mejor manera de vivir que con la palabra que es alimento, vía de interiorización y posibilitante de su expresión: la poesía.

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.