Esta obra escrita y dirigida por Saúl Enríquez se presentó la noche de ayer 18 de abril en el Teatro Nazas, dentro del Primer Foro Escénico de La Laguna. Antes que nada es necesario señalar la importancia de este tipo de eventos. Es una iniciativa promovida especialmente por el Teatro Nazas y su directora More Barrett. Se convocó a las compañías teatrales más importantes de la región para que en conjunto dieran una muestra de su trabajo a los largo de esta semana y la que viene. Las sedes de presentación son el Teatro Nazas, Casa Aquelarre, Plan B Estudio Teatro y Caracol Nodo Café. Para más información por favor visiten la página en Facebook, donde se publicaron los horarios y demás actividades. Pero vayamos a lo ocurrido la tarde-noche de ayer.

Al público se le dio entrada a la sala como a eso de las ocho en punto. La concurrencia fue regular. Mientras conversábamos algunos espectadores en el lobby del Teatro, vimos cómo la tarde declinaba. Este horario de verano aún a varios de nosotros nos parece un tanto extraño. Creo que de alguna manera afecta a la concurrencia, debido a que la gente lagunera no está acostumbrada a salir a eventos cuando todavía está el sol sobre el horizonte.

La obra se presentó en formato arena. Nos sentamos a esperar la tercera llamada. Es necesario resaltar el tono festivo que se tenía en el staff y en la atmósfera de la presentación desde la primera llamada. Es una pieza teatral hecha por jóvenes para jóvenes. La acción empieza desde la segunda llamada. Se les pidieron a algunas personas del público que participaran en un pequeño partido de futbol, la escenografía está dispuesta para el efecto. Empezó el partido, los jóvenes actores (de los cuáles intuimos dentro de la historia que son muchachos de barrio) anotaron el primer gol. Una jovencita (Abigail Muñoz Martínez) es el árbitro, con su silbato lo hace saber todo: falta, penal, sigue, adelante, juegue. En una de las esquinas del escenario esperaba un músico (Francisco Javier González Chávez) con una batería y unos teclados. El juego continuaba, el público a pesar de estar todavía en la segunda llamada se divertía. El partido estaba reñido; sin embargo, dio inicio el caos.

La luz que causa una bala es una obra que aborda la temática de la violencia en la Región Lagunera (en el Norte, se dice muchas veces en la obra). Los muchachos jugaban futbol y a la vida en una realidad que no conocían, pensaban que nada pasaba, pero las balaceras irrumpen en el juego. La batería es una excelente metáfora para ese sonido tan particular que los laguneros conocimos y aún a veces seguimos escuchando en la madrugada, pero, peor aún, a cualquier hora. Todos pecho tierra hasta que la lluvia de las balas cese.

La acción está situada en ese vórtice y me parece que es un buen lugar para desplegarla. El drama de los personajes, que hasta cierto punto pude resultar trivial, constantemente está amenazado por esta irrupción simbólica y sonora. Digo que puede resultar trivial, porque en sí las historias que se cuentan de estos adolescentes (Pepe y Josefina, Bebé y Chamito, junto con Perro) son comunes. Es la historia de descubrimiento personal, dos jóvenes que tienen que abrirse camino en la vida y que llegan a una ciudad extraña a conocer nuevos amigos. Una muchacha que está próxima a cumplir su mayoría de edad con una relación difícil de amistad con un sordomudo. Quizá dramáticamente la única anécdota que se sostiene es la de Chamito (el sordomudo) y su relación silenciosa con Bebé (la muchacha de casi 18) y su agregado el perro. Sin embargo, la crisis de fondo, el contexto de las balas es la que hace que lo que parezca trivial tenga un realce, un interés, una necesidad de seguir observando.
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Actoralmente la obra fluye. Especialmente quiero resaltar el trabajo de Saúl Alberto Alvarado Luna (Chamito), el cual a pesar de su limitante física (la sordera) es capaz de expresar el conflicto del personaje, las intenciones están bien medidas, las miradas en el escenario, el espacio que ocupa en el mismo siempre es significativo. Por otra parte, también quiero resaltar el trabajo de Jorge Elías Mercado López (Pepe); lo más admirable es su energía física, la cual en algunos momentos estaba desbordada, oscureciendo las intenciones de su personaje, pero que bien trabajada a la larga puede dar excelentes frutos. Por su parte Hiram Daniel Aparicio (Perro) hace un excelente trabajo, ya que literalmente su personaje es el de un perro, en algunos momentos incluso llegó a enternecer al público.

La luz que causa una bala funciona en lo general: hay una buena dirección, buenas actuaciones; no obstante, considero que apenas es un primer acercamiento a la temática de la violencia en nuestra ciudad. Todavía se tiene miedo de ahondar, de decir. Se percibe tanto miedo en la dramaturgia que el final de la obra me parece poco verosímil y un tanto cursi para toda la problemática que plantea. No se puede reducir en el melodrama toda la violencia sistemática de una ciudad a la muerte de un perro. De pronto la salida parece un tanto absurda, pero ese no es, considero, el objetivo de la obra. Ésta lo que intenta más en su esencia, es el reconocimiento de una sociedad, de una necesidad de saberse acompañados en el caos que implica la violencia sistémica del México contemporáneo. La dramaturgia en ese sentido falla. Hubo una autocensura para ver el asunto, de llevar a los personajes hasta sus últimas consecuencias, lo cual hasta cierta manera es comprensible. Nuestra sociedad está tan golpeada que una obra que abra de nuevo esas heridas que apenas están sanando quizá todavía no sería bien recibida. Aún parece ser que se necesita del apapacho, de la autocomplacencia, y esto lo digo porque en general en el público gustó. No faltaron los aplausos y las sonrisas de desahogo ante la situación hasta estos momentos vigentes de inseguridad en La Laguna.