Luis Carlos García

COLUMNA

Por Luis Carlos García

Columna

Umberto Eco, el ensayista

Usualmente Umberto Eco (1932-2016) es reconocido como novelista por sus exitosos títulos El Nombre de la Rosa o El Péndulo de Foucault, pero en este espacio vamos a dar una revisada a sus trabajos como ensayista, dado que su formación filosófica y lingüística hizo que su obra fuera tan copiosa e importante como su novelística, incluso -nos animamos a lanzar la tesis- aún más penetrante e influyente.

Umberto Eco es un intelectual en el sentido más positivo y completo de la palabra: Crítico literario, novelista, lingüista, filósofo dedicado a la estética, la filosofía de la cultura y la semiótica, crítico de la cultura y de los medios de comunicación, parte de grupos artísticos (Gruppo 63), un medievalista experto en libros antiguos, tan versátil que llegó incluso a escribir literatura infantil.

La vida y obra de este “sabio de Europa” resultan tan polisémicas (de diversos significados), pues no hay otra manera de entenderla si su vida, sus obras de ficción, y sus gustos fueron tan dispares: de formación católica que muere siendo una persona totalmente laica, doctor en filosofía medieval que se encantaba leyendo cómics, feroz crítico de la cultura de masas pero que gustaba de todos los fenómenos culturales masivos y mediáticos, fan de novelas policiacas y picarescas a las que luego rindió cierto tributo en sus propios trabajos.

El ensayista fue primero, más importante y anterior al novelista. Su primer libro, extensión de su tesis doctoral en filosofía, fue La Estética de Tomás de Aquino (1956). Sus ensayos La Obra Abierta (1962), Apocalípticos e Integrados (1965), La Estructura Ausente (1968), La Estrategia de la Ilusión (1973) y El Superhombre de Masas (1976) se han vuelto tan editados como sus novelas sólo después de que El Nombre de la Rosa (1980) abarrotara las librerías.

El Nombre de la Rosa se ha convertido en ese bestseller que logra escapar a esa nueva derivación literaria que es mera literatura de consumo, poniéndose en ese terreno diluido por la misma industria editorial, al lado de los “clásicos” de la “literatura universal”, y que, siendo obras vendidas a granel, no por eso son de calidad mediocre ni pretenden ofrecer efectos dramáticos esperados y prefabricados, algo que el mismo Umberto hubiera despreciado.

Por eso mismo, es posible hacer doble lectura del hecho, no es posible imaginar que El Nombre de la Rosa tuviera tal éxito -30 millones de copias vendidas en el mundo y una película-, si no hubiera tenido profundo conocimiento de la cultura medieval y la literatura de consumo, logrando que la novela fuera un divertimento para practicar todas las tácticas narrativas que aprendió analizando la «ingeniería narrativa» de la literatura popular.

Después de todo, su novelística conforma así, un esplendor más bien tardío para un académico y lingüista que pudo haber obtenido suficiente reconocimiento por sus ensayos pero que se quiso dar un feliz paseo, una aventura, haciendo novelas “entretenidas” sin carecer de buen nivel literario, es decir, lograr dignificar la tarea literaria y poner a dudar, sobre todo a los críticos de la highcult, de sus categorías entre “literatura de consumo” y “alta literatura”.

La Estructura Ausente es un libro introductorio a la semiótica que se complementa con El Signo y, sumariamente, con su obra completa en el Tratado de Semiótica General, conjunto de libros que se han vuelto referente en el mundo académico. La semiótica se ha vuelto tan efervescente para todos aquéllas ramas de estudio que derivan de su definición: la semiótica es una disciplina que estudia la cultura como comunicación (a través de los signos).

Así, todo profesionista de humanidades, sea del arte, la literatura, el periodismo, la historia, la antropología cultural, la museografía, y demás añadidos, no podrá saltarse la teoría de los signos, porque toda expresión humana es parte de un sistema de signos y de unas convenciones sociales formadoras de un código, que hacen posible que el signo (palabra, imagen, fonema o frase) sea entendido por el receptor del mensaje.

Apocalípticos e Integrados constituye un libro sobre la cultura de masas, la estética y semiótica del arte. El título puede ser incomprensible en primera instancia, se aclara cuando se explica que los apocalípticos son esas personas que creen que la cultura de masas es en realidad una incultura, algo falso cuando no peligroso para la humanidad, resultado de la globalización y del apoderamiento de la industria cultural sobre el arte.

Por otro lado, los integrados serían aquéllos que, sin defender abiertamente la cultura de masas o haciéndolo discretamente, aceptan y disfrutan sus productos y fenómenos como algo apreciable y con cierto valor, los cuales no podemos denigrar o despreciar al instante tan sólo porque no son productos de alta cultura, y porque al fin y al cabo, lo popular se encierra allí.

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Apocalípticos de la cultura serían por antonomasia Zygmun Bauman o Gilles Lipovetsky, autores de renombre posmoderno y que igual que Eco, abarrotan las librerías. Junto con éstos sociólogos, los apocalípticos serían todos los críticos de los medios, del arte popular, críticos de arte elitistas.

El mismo Umberto Eco hace juego de esta distinción, no se define ni como uno ni como lo otro. He querido resaltar la importancia de este libro desde el inicio de este artículo, usando su terminología y anticipando un poco el carácter mismo de Eco, porque explicaría parte de su vida y su obra.

En la generalidad, Umberto Eco es un apocalíptico, teme que la cultura de masas constituya una estupidización del hombre, y sus últimos libros De la Estupidez a la Locura (2016) y la novela Número Cero, y algunas de sus declaraciones así lo indican:

«Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles». Diario La Stampa.

Pero, por otro lado, es un integrado porque hace novelas bestseller y cómic, se entretiene con esa literatura “barata”. Y él mismo lo expresa así: “para entender la cultura de masa, antes hay que amarla”. Por eso El Superhombre de Masas, es una crítica literaria de novelas populares del XIX y XX, pero en realidad es más bien un compendio de sus amores por la literatura de folletín o por entregas, y esas novelas que, por cuadrar en el esquema de masas, revelan las estructuras narrativas y sociales de lo masificado.

El Superhombre de Masas es un libro que agrupa artículos que se habían publicado con anterioridad en revistas y periódicos, que parte de la tesis gramsciana (Antonio Gramsci es un marxista italiano, teórico de la literatura y la ideología), que propuso que antes de que Nietzsche definiera el superhombre en Así Hablará Zaratustra, existió primero en la literatura, en la gran novela del siglo XIX, El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.

Pero el libro no constituye un desenvolvimiento teórico de la tesis sino su revisión por distintos ejemplos. No es para nada un libro académico ni demasiado denso, como sí podría ser Apocalípticos e Integrados, sino que va revisando una a una, esas novelas ejemplares de la literatura para masas, mientras devela los mecanismos de la ficción para masas, hasta terminar con el análisis de las novelas de Ian Fleming, una de las más exitosas y editadas sagas de libros y películas de todos los tiempos: James Bond.

El Superhombre… resulta interesante si se quiere conocer o profundizar en los mecanismos mediante los cuales, los productores de la cultura de consumo, escriben para compensar las carencias sociales y emocionales de los lectores, proponiendo un esquema de complacencia, compensación, gratificación y solución esperada, encadenada y programada para que el lector sueñe, alivie y sopese su propia vida, sin cambiarla: la reforma sin revolución.

Pero el semiólogo italiano no sólo cierra sus publicaciones en campos especializados en unos cuantos temas, o aún cuando sean temas académicos suelen estar trazados para un público no especializado, para una lectura de todo público. Por ejemplo, Construir al enemigo, De los espejos y otros ensayos, Entre mentira e ironía, Diario mínimo y Segundo diario mínimo.

La discusión entre su novelística y ensayística es, en primera instancia, nada más una forma de atraer la atención de los lectores, pero manteniendo los límites entre una y otra, respetando a la literatura en su función fantástica pero no por eso demagógica, como podría ser también la obra de G. K. Chesterton, que teniendo en su bibliografía excelentes y penetrantes ensayos, sus novelas constituyen la mejor forma de entretenimiento intelectual para muchos públicos.

Es pues, Umberto Eco, un sabio de nuestros tiempos, un profesor amigo, un nerd divertido que no deja de ser duro con su crítica cuando la realidad cultural lo requiere, que se enfrenta a los medios de comunicación masiva, a la lógica de la industria editorial, al declive de la cultura y la civilización como un héroe, pero como él dice: «El verdadero héroe es héroe por error. Sueña con ser un cobarde honesto como todo el mundo».

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.