Sobre la necesidad de unos pájaros negros

I

Óscar Liera vivió solamente 44 años pero dejó una dramaturgia sencilla, intensa y poética. Prueba de ello es Los negros pájaros del adiós que escribió en 1986.

Liera vuelve compleja a una anécdota muy sencilla –dos asesinatos- al distribuirla en 15 secuencias cinematográficas de narración no-lineal. Mediante esta estructura los personajes nos revelan los hechos, unas veces sucedidos en su memoria, y otras, llevándose a cabo en el presente de la obra.

Así vemos que Isabelle –una maestra de origen francés- asesina a Gilberto, su novio. Como en todo crimen pasional, antes hubo una historia de dificultades. Ellos sostenían una relación maestra-alumno, señora-joven, socialmente irregular, que se explica desde la sensación de vacío de Isabelle. Su trabajo, prestigio y solvente posición económica no la llenan. Tampoco lo hace Gilberto –de quien se enamoró a primera vista y a quien se llevó a vivir a su casa en menos de un mes.

En la secuencia decimotercera Isabelle habla con Angélica –amiga y compañera de Gilberto- para expresarle lo que sucede en su interior:

Sentí que yo había el peor de los ridículos, todos estaban atentos pero yo ya no estaba presente, estaba allá, espiándolo entre las azáleas, sudaba, odiaba a todos, quería correr a matarlo: ha echado a perder mi tranquilidad, mi frescura, mi vida. La fiesta fue una pesadilla. Regresamos. Gilberto hablaba y hablaba y yo solo escuchaba el: «rick, rick, rick» insistente de los pájaros. Durmió narcotizado: le clavé una aguja larga aquí (En el corazón.), para que no ande riéndose entre las azáleas. Lo hice apenas. Vamos a casa para que lo veas.

Isabelle se refiere a una reunión de compañeros de trabajo a la que llevó a Gilberto, quien prefirió evadirse de ella para jugar en los jardines de la casa.

Angélica la acompaña a ver el cuerpo y luego la mata utilizando la misma arma. La obra no muestra los motivos para cobrarse tal afrenta, así que sólo podemos caer en supuestos. Como antecedentes tenemos que Angélica fue invitada por Gilberto a la casa de Isabelle, quien la corrió en un arranque de furia. A partir de entonces, Isabelle la toma contra ella, como lo vemos en la sexta secuencia:

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En lo anterior no se encuentran elementos suficientes para justificar el asesinato de Isabelle, por lo que el supuesto nos lleva a pensar que la amistad entre Angélica y Gilberto debió ser muy intensa. Eso se infiere en la secuencia octava cuando Laura –la mesera de la cafetería que todos frecuentan- le pregunta a Angélica cómo le va en clases ahora que Gilberto ya no está. Ella, con un gesto que sólo podría hacer alguien que siente una gran pena, responde que:

    Voy, me siento, pero solo miro por la ventana el mar, las olas y los barcos que pasan y se me figura que en alguno de esos barcos va Gilberto y le digo: «Adiós, Gilberto, adiós, y buen viaje».

Laura es una testigo presencial de las relaciones entre los otros personajes que llega a conocerlos tanto como para compadecerse de ellos. Aunado a eso, provee información de importancia para la obra. Esto es lo que ella dice en la secuencia decimocuarta:

(Al público.) Yo de todo esto no sé muchas cosas, pero a la policía nunca le dije nada que no fueran inventos y babosadas. Fue Angélica quien mató a Isabel, me lo ha dicho de mil maneras oscuras y claras; luego anduvo caminando toda la noche por la playa, todas las noches lo hace. A la policía no le dije nada. En este país no hay una idea clara de la justicia, actualmente vivimos en el peor de los desórdenes y finalmente, hablando de justicia, en este caso, la justicia, ¿dónde estaba?

Laura nos entera que Angélica es una asesina, al mismo tiempo que se vuelve su cómplice y compañera de dolor. En la secuencia final, la decimoquinta, vemos a ambas llorando mientras que, detrás de ellas, pasa una bandada de pájaros negros que arrastran un barco blanco en el que viajan Isabelle y Gilberto.

II

Gilberto es un idealista que huye de las dificultades y se resguarda detrás de sus ensoñaciones. Unos rasgos de su personalidad nos son revelados por Angélica durante la segunda secuencia:

No creo poder tener una idea clara de él, ¿qué puedo decir? No era puntual, no era constante, a veces era muy gentil, me encantaba su sonrisa, sé que amaba a Isabelle porque él mismo me lo dijo.

En la sexta secuencia nos dice que su amigo:

[…] siempre fue el mismo antes y durante su relación con Isabelle; igual e despreocupado, solitario y meditabundo.

El contraste sobre su personalidad lo aporta Isabelle en la séptima secuencia:

La clave para entender cómo Liera da realce a esta relación insulsa está en la mención de los pájaros negros. En la secuencia segunda -el primer encuentro de los amantes- Gilberto le recomienda a Isabelle ir a un lugar tranquilo en donde podrá corregir sus trabajos académicos:

Allá, tres cuadras abajo y luego a la izquierda, frente al mercado viejo, hay una palmera extraña que por la tarde se llena completamente de pájaros negros que vienen del mar. Es realmente impresionante: toda llena de pájaros negros, desde el tronco hasta las últimas ramas, y por entre ellos se escurren los dátiles. (Isabelle inicia su salida.) ¡No deje de verla, vale la pena!

En la secuencia séptima, cuando regresa con Isabelle tras haber abandonado el hogar, le dice en dónde había pasado el tiempo:

Estaba en la playa cuando vi venir desde la más honda oscuridad a los pájaros negros que venían volando. Por un momento pensé que se arrancaban de la noche y que ellos hacían el misterio de lo que no sabemos y que al arrancarse de la noche abrirían huecos al día.

En líneas posteriores de la misma secuencia, le explica a Isabelle que:

Quizá no lo entiendas: estaba triste, había un gran vacío en mí, tú nunca has podido ver los pájaros de la noche; hay cosas que nos suceden dentro y que no sabemos cómo explicar; y hay cosas que explicamos y que otros no quieren entender. Esos pájaros se alimentan de la oscuridad y vuelan y vuelan noches enteras sin descansar para nada y un día vienen y descansan en una palmera frente al mercado viejo. Son como buitres del tiempo.

Estos buitres del tiempo sólo pueden ser vistos por los que están cercanos a la muerte. Isabelle los puede ver hasta la secuencia decimotercera, justo después de haber matado a su novio, que es cuando está cercana de morir a manos de Angélica:

En la misma secuencia Angélica da cuenta de la transformación de Isabelle:

De verdad, Isabelle, Gilberto nunca me ha hablado de pájaros negros. (Al público.) Y fue entonces cuando empezó a transformarse en un ser extraño que daba miedo; era una Isabelle que nunca antes había visto y que no imaginaba que trajera dentro.

Isabelle describe a los pájaros casi en los mismos términos de Gilberto:

No se veía para nada el tronco, todo era un hervidero de cabezas, de picos, de alas y plumas negras, como gusanos sobre un animal muerto y como si el único lugar en que pudieran acomodarse de todos los árboles del puerto fuera esa palmera, esa especie de adefesio. Los vi y me quedé petrificada. (Con voz gutural como de sapo.) «Rick, rick, rick, rick». Sentí que me miraban todos. «Rick, rick», aullaban, aleteaban; «rick, rick», y me vi precipitada al miedo, no osaba moverme nada. Luego, tal parece que una voz que venía del mar los llamó y se fueron todos volando. Tuve la impresión de que era una columna de humo, parecía que el árbol se estuviera quemando.

Isabelle se siente transformada:

Cuando llegué a la casa traía la garganta y la cara agrietadas, me había convertido en una mujer de barro y me había resquebrajado. Durante ese largo y penoso trayecto del árbol a la casa comprendí que mi relación con Gilberto estaba enferma de muerte y que solo la animaban unos pájaros que eran más bien unos espectros del silencio o del espanto. «Rick, rick, rick», comenzaban a crujir las sombras y las lámparas apagadas: «rick, rick», y yo a encender fuegos, a encender luces, ventiladores, música, para olvidar a los pájaros del miedo.

III

Liera ha escogido la imagen de los pájaros negros para representar la muerte, y nos la entrega por medio de los únicos personajes que pueden verlos, Isabelle y Gilberto. Esta imagen alada, amenazante, monstruosa, es la que precisa la obra para sostenerse, de tal manera que, otra imagen, le sería inconveniente.

Sólo por realizar un ejercicio, pensemos en las posibilidades que nos brindarían otras formas de representación de la muerte. Podríamos ver a los personajes siendo asesinados –lo que no se da en Los negros pájaros del adiós, ya que esto sucede extra escena y nos es informado por medio de Angélica y Laura-. Es posible ver a Isabelle clavándole la aguja a Gilberto, y también ver a Angélica sacando el arma del pecho de su amigo para luego asestarla en el de Isabelle. Pero forzosamente tendría que haber un forcejeo entre ellas con gritos y golpes. Con esto estaríamos alargando demasiado la obra, además de provocar una atmósfera diferente a la que nos ofrece.

Por otro lado, veamos la inconveniencia de la representación posmoderna en la que, con una pretensión de denuncia social, se hace un pase de lista de los cientos de muertos acaecidos en circunstancias similares. No estaríamos viendo un drama sino cientos de notas rojas. Es cierto que las noticias sobre muertes similares producen indignación, pero ésta proviene de las notas rojas y no de un producto artístico. Lo mejor sería comprar el periódico y leerlo, en lugar de asistir a un teatro para ver la misma cosa.

Pensemos ahora en la ausencia de la muerte. Esto sólo sería posible si los personajes de Los negros pájaros del adiós fueran virtuosos. Por ejemplo, Isabelle se daría cuenta de que ha cometido un error al haberse hecho novia de Gilberto. Entonces la veríamos terminando la relación, cortándose el cabello para cerrar ciclos, concentrándose en su trabajo, y regresando a su país para buscar el amor verdadero en el interior de ella.

A Gilberto lo veríamos despidiéndose amargamente de Isabelle, para luego buscar otra amante quien a su vez lo prostituiría, en castigo por ser drogadicto e inmaduro.

Siguiendo la misma idea, Angélica y Laura, al narrar la historia de la redención de Isabelle, se convertirían en sus amigas, le celebrarían el rompimiento y abrirían una botella de vino que apurarían en menos de un minuto.

Como resultado tendríamos figuras femeninas inmaculadas, dado que se ha eliminado de la obra el asesinato y la complicidad. Aun así sería una obra llanamente disfrutable, pero no tan potente como lo es en sí.

Pensemos en los dos planteamientos –el burdo trazado arriba y el de Los negros pájaros del adiós– y preguntémonos cuál tiene mayor fuerza. Sin duda alguna, el de Liera. La acción dramática, los personajes y el lenguaje dramatúrgico tienen más valor simbólico que el de una obra con personajes que alcanzan la redención por medio de la virtud.

Finalmente, si se intentara prescindir de la imagen de los pájaros negros, aun podríamos ver las muertes de Gilberto e Isabelle como simples y llanas muertes que generan cierto interés debido a la estructura cinematográfica.

Piénsese en lo que serían ellos sin ese discurso. Unos simples mortales que serían vistos con la misma curiosidad que nos provoca al ver muertos a dos desconocidos. Provocarían una pena ligera o el correr de unas cuantas lágrimas. Pero no esa perturbación total que alcanza un estadio poético en el que los personajes son, más que personas nocivas, una colectividad letal.

Óscar Liera es un dramaturgo poéticamente agresivo cuya arma predilecta es la maldad de la naturaleza humana. A lo largo de su obra sus objetivos recurrentes fueron la Iglesia y el Estado aunque, ocasionalmente, se dio tiempo de poner en tela de juicio las costumbres íntimas de la sociedad. Ese es su objetivo en Los negros pájaros del adiós, y lo que la vuelve necesaria para la sociedad actual que requiere, de vez en cuando, volverse sobre sí misma y revisar cuán podrida está.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.

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