Movie Top: Películas con título de animales

Querido – hipócrita – lector, usted se preguntará, ¿qué tipo de top es este y para qué lo necesitamos? Habrá que aceptar un primer desliz en la respuesta, ¿a quién no le gustan los listados de top’s, así sean del tema más ridículo y absurdo posible? Segundo, qué importa, si de lo que se trata es de encontrar la oportunidad de encontrar una película que no se haya visto antes, o que no se haya visto con los ojos que le va a prestar su comentarista.
Entonces está justificado este listado, donde el top 1 es sin duda la mejor, sin decir con esto que la última sea una mala película. Las peores películas ni siquiera se enlistan, por ejemplo The Lobster (2015) o The Killing of a Sacred Deer (2017) ambas de Yorgos Lanthimos, o todas esas películas donde los animales son meros protagonistas de películas de aventuras palomeras.

Entonces, por el solo gusto y por la oportunidad que se le regala, a usted, querido lector, se hace la siguiente lista. Sin embargo, he querido ensayar una justificación adicional. Una película que lleve por título un animal siempre será algo interesante aunque no siempre sorpresivo. Con ello se revela algo de su configuración, de su carnalidad y pasión: los animales son, ante todo, los seres de la sensibilidad. Es decir, el animal es por definición filosófica, vida sensible. Y con esto también queremos decir que el animal es un ser estético, por su raíz lingüística, en tanto que tiene sentidos, percepción.

Decir estas dos cosas ya nos puede llevar por un camino de observación, de nuevos ojos, porque habrá en la obra una carga de sensibilidad inexpresada que un animal usa instrumentalmente para sobrevivir, y esa vida sensible, cruda, carnal, pero que no habla, es ya un síntoma de una vida interior a la vez secreta o incógnita, irracional, incomprensible por lo mismo.

Los personajes, visto desde la interpretación ofrecida, tienen entonces, dentro de sí, una animalidad (emotividad y esteticismo) que los lleva a actuar posiblemente sin libre albedrío, sino por el instinto, que por lo general será su propia destrucción o camino de su propio sufrimiento. Lo peor de ser animales no es poder sentir dolor o placer, sino sentir sin remedio, sin palabra y sin excusa, peor aún, sin conocimiento de causa, sin sospecha de sí, sin motivo de razón: la persecución de un animal interior. Esa será la constante en estas películas. Veamos entonces.

#6
Fish Tank (2009)
Andrea Arnold

Una directora que ya había ganado cierto reconocimiento llega nuevamente a Cannes con algo del conocido gusto del jurado: el retrato sociológico. Habremos de aprovechar la oportunidad para preguntarnos nuevamente porqué Cannes siempre cae rendida con estas historias de trasfondo social, si lo hace por simple moda o por culpabilidad de conciencia de clase, o cinismo preocupado de la izquierda champán. Pero dejémoslo así.

La historia se salva por la honestidad y congruencia de los diálogos y el guion. Los personajes viven a nervio limpio y los actores que los interpretan hacen una buena tarea siendo que Katie Jarvis, la actriz protagonista que interpreta a la adolescente problemática, es la primera vez que actuaba en su vida, y su madre, interpretada Rebecca Griffiths, tampoco tiene otros trabajos como actriz. Michael Fassbender, después de haber hecho la magnífica Hunger (2008) se le conoce ya como un excelente actor pero aun sin consagrarse en su carrera. Su actuación es como siempre entrañable y no hay mucho más que decir de ello.

¿Cuáles y cuántas prisiones tienen los personajes, además de sí mismos? Es decir, que a pesar del retrato sociológico que pretende excusar a los personajes de la responsabilidad de sus actos, en una cierta justificación romántica de la pobreza y del crimen que cometen – por supuesto, para la izquierda champán, todo crimen cometido por alguien de clase baja, sometida a la exclusión y sobajamiento social, está perdonado – se salva porque la prisión no está afuera, sino dentro de ellos mismos, la culpa es de su instinto, de sus actos llevados por la persecución de ese animal tan inocente como un pececillo colorido: están dentro de una pecera (fish tank), que no es exterior, sino interior. Por supuesto, el título no cumple a cabalidad la razón de este top, y la película hace referencia a una escena donde sucede el encuentro entre la protagonista y el novio de su madre (Fassbender), cuando van de paseo a un estanque, y se ofrece una nueva visión del complejo de Electra transfigurada y adaptada a los tiempos modernos. Esta es la novedad y salvación de la película.

La directora explorará nuevamente con una historia de la chica rebelde, de bajo fondo, sin mucho futuro a la que no le queda sino el destino inmediato de sus emociones, para bien o para mal, en American Honey (2016), esta vez ya más producida, con la que ganará nuevamente el premio del jurado.

#5
The Fly (1989) / Spider (2002)
David Cronenberg

Para los fans de Cronenberg tal vez sea una ofensa traer a cuenta el blockbuster The Fly (La Mosca) cuando podríamos hablar mejor de Crash (1996). Mientras que para los nostálgicos cinéfilos de los 80’s seguidores de cuantas películas del culto popular haya, no será sino un bonito recuerdo. ¿Por qué traer dos películas del mismo director al top? Porque ambas cumplen con la condición para ser enlistadas, pero más allá, también cumplen con los motivos del animal: los protagonistas son el resultado del desencadenamiento de unas pasiones incontrolables (igual que en Crash), aunque causadas por un evento exterior. En un caso, por una máquina (The Fly), y en otro, por una infancia traumática (Spider).

Si bien, son dos películas de tono completamente distinto, en ambas hay esta investigación por el personaje. Mientras que The Fly hay toda una fenomenología de la transformación (deformación) que justifica la teoría de la destrucción humana a través de la tecnología; mientras que en Spider, esa fenomenología de la transformación será interiorizada, psicoanalítica, tratando de descubrir ese punto de quiebre interior, el resultado del trauma, del animal neurótico, en una interpretación sobria de uno de mis favoritos: Ralph Fiennes.

Para unos The Fly será divertida si bien freak, una película para ver un viernes por la noche con pizza y pepsi, mientras que Spider será tremendamente aburrida y monótona, porque es cierto, más allá del retrato psicológico, falta acción, cambio, verdadero cine. Por el contrario, para los intelectuales de café será mucho más interesante la última que la primera. Mientras que The Fly hay momentos donde la transformación física impresiona, especialmente para que tu novia que mira la película contigo a tu lado sienta la necesidad de que la abraces ante el asco y el terror, pero así comience un cachondeo freaky, con Spider a uno realmente se le quitarían las ganas de cachondear, no solo por recordar los traumas de la infancia, sino porque el personaje es un verdadero neurótico sin salida que apaga todas las velas y recrudece los ánimos. Mi consejo: acérquense a las dos dependiendo del humor con el que anden.

#4
Leviathan (2014)
Andrey Zvyagintsev

Para los que osen intentar mencionar a este director de apellido impronunciable, y que pretender sentir regodeo genuino en presumir a sus amigos intelectuales de café que han visto toda su filmografía completa con verdadero interés: no hay problema, todos alguna vez hemos querido ser ese cinéfilo.

La verdad es que esperaba algo más conceptual, teológico (por obvias razones bíblicas) o de trasfondo político (por obvias razones hobbesianas) pero no fue solo eso, para mi gusto. Se trata entonces de un animal, pero esta vez mítico. De enorme tamaño, de musculatura increíble, pero para el cual solo podemos ver el esqueleto, en una magnífica escena donde se muestra el residuo óseo de una gran ballena en la playa donde llora el protagonista. Decir esto ya bastaría para justificar que la viéramos.

La historia no es entrañable, sino muy rusa (aunque basada en una novela alemana): un mecánico de pueblo intenta que el presidente municipal no le quite por la fuerza de la ilegalidad y la corrupción sus terrenos. Para esto, el protagonista le pide ayuda a su hermano-amigo abogado de Moscú en su defensa, pero luego este aprovecha para acostarse con su mujer, confirmando así que habían tenido un romance ya en el pasado.

Mi hipótesis es muy discutible, aún así, la expreso con convicción: la historia trata de la emotividad esquelética del protagonista, de la cárcel que asemejan los huesos de la costilla de la ballena como los barrotes de metal, una jaula interior: lo que se siente pero no tiene nombre, ¿es desilusión lo que siente? ¿sospecha? ¿impotencia frente la corrupción? ¿celos? ¿derrumbe? ¿o todas ellas en un aminal mítico y gigantesco para el que no le queda reservada nada de carne? Por eso que estalla en violencia, agresión y alcoholismo, el protagonista, igual que muchos de los personajes de estas películas, no se conoce sino a través de sus tripas.

Digo que es muy discutible, porque la historia bien podría inspirarse en la teoría del Estado caduco ruso, un esqueleto de Leviatán de lo que solía ser la majestuosa y potente URSS venida a ser un triste despojo, una red ahora inservible de mandos caídos y de ilegalidad reinante (como cualquier otro Estado fallido… como México). Pero, en fin, que la hipótesis del animal interior, de la sensibilidad esquelética me gusta más. Lo dejo a su consideración.

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#3
The Squid and the Whale (2005)
Noah Baumbach

Sin duda una película divertida y entretenida, en el mejor de los sentidos, divierte con inteligencia, entretiene con buen gusto, con una burla decente a todos los clichés intelectualistas, con personajes inspirados en la mejor comedia ligera, una comedia de ocasión o situación, no precisamente de enredos, pero que avanza y deja buen sabor de boca como una bonita road-movie. Al verla, dan ganas de ir por un té helado o un café frío y disfrutar de una tarde fresca otoñal. Bien podría estar en el 2do o 1er lugar si no fuera por la potencia de las siguientes dos de este top.

Los personajes son profundamente humanos, ridículos y temerosos quiero decir, como todos los adultos, adolescentes y púberes que forman esta familia. La magnífica actuación de Jeff Daniels no hace sombra al resto del reparto, quienes por lo demás tienen una categoría comparable: la siempre adorable Laura Linney; uno de los actores que ya empieza inflarse, Jesse Eisenberg; Anna Paquin en un papel de cuasi Lolita insólito, y el procaz y preadolescente Owen Kline.

Tal vez el espectador ahora se pregunte ¿qué tiene que ver un calamar y una ballena en una historia de una familia que sufre un típico divorcio? No lo diré para reservarle su propia interpretación y no revelar el final-descubrimiento de la película. A mí me pareció bastante congruente: dime a qué le temes y te diré quién eres. ¿Cómo, a pesar de todo, se puede hablar ligeramente del miedo infantil y los miedos a los que uno se enfrenta cuando uno madura sin que sea una pesada carga psicológica como en Spider?

Todos los personajes son o fueron presas de sus emociones. Son ilusos, inocentes y culpables con la misma arma, las emociones que nos vuelven como barcas en un mar tempestuoso, y sin embargo, that’s life, es lo que nos toca a vivir a todos, hay errores, moralejas diarias, luchas y confusiones, al final, todo es para crecer.

Tal vez en lo siguiente que diga se esconde toda la ligereza de la comedia, la ironía encantadora de la película: los padres son tan inmaduros como los hijos, bajo la imagen supuestamente adulta con la que enfrentan su divorcio y el affaire de la madre. Y los hijos son tan maduros como los padres, en la apariencia de su inmadurez se enfrentan con los recursos de una emotividad creciente, inexperta, pero cada vez más segura de sí. El final, por tanto, es revelador (no sorpresivo) como encantador.

Noah Bauman no será capaz de volver a retratar la vida íntima y familiar con este encanto. Se dejó embaucar tal vez por las mismas intenciones intelectuales que imprimen al ambiente cultural que lo serio y solemne no es capaz de enseñar y cautivar como lo divertido y lo entretenido, pues al hacer la ahora sobrevalorada Marriage Story (2019) deja claro que fue una horrible falla de intuición, donde resulta verdaderamente insoportable.

#2
Tyrannosaur (2011)
Paddy Considine

Esta es una historia poco conocida, escrita y dirigida por alguien que es más actor que director, pero que llama mucho la atención por la potencia de sus imágenes. Habla del impacto si bien no de la capacidad formada del mismo. Pero hablemos de la historia misma.

El guion no es una gran pieza: el camino de auto-destrucción de Joseph (Peter Mullan) es corregido y salvado por su inesperada nueva amistad, Hannah (la cada vez galardonada merecidamente Olivia Colman), quien lo rescata. La historia de salvación, el retorno al camino del bien, no sería de nombrarse siquiera si no fuera por su demostración fílmica llena de riqueza, la potencia del filme aparece a flashazos: el culmen de la violencia.

Esta película podría ser un claro ejemplo que cómo poder mostrar la violencia estéticamente sin ser una apología gratuita como la mayoría de las exponentes de Hollywood. Uno podría comparar ese esteticismo de la violencia con Drive (Nicolas Winding Refn, 2011) que coincide con el mismo año de lanzamiento.

El Tiranosaurio interior es un animal de fuerza temible, que ejerce un poder sobre el protagonista como el más negligente parásito al cuerpo de su huésped. No tiene escapatoria, será el ápice debidamente alcanzado de la auto-destrucción provocada por el alcoholismo y la depresión. Su nueva amiga, también sumida en su depresión, la expresa y se sopesa con la esperanza imbatible de su cristianismo.

El Tiranosaurio mil veces repetido, objeto de tantas películas y caricaturas infantiles, no debe considerarse como su espectáculo (como en Parque Jurásico), sino en su potencia de reptil, su emotividad todavía más primitiva que cualquier otro animal, la fuerza inconsciente de un lagarto gigante (otra vez, no es el espectáculo de un Gozzila o King Kong), sino el interior de un hombre sin esperanza, sin motivo de vivir, en una sociedad que invita a matar a esos vecinos de muy poca educación. Tal vez la película valga la pena en dos o tres escenas tremendas, de insuperable logro visual. Tal vez, mea culpa, me esté dejando llevar por esas pocas escenas para situarla en este posiblemente inmerecido 2do lugar.

#1
Elephant (2003)
Gus van Sant

Sin duda la película más hermosa que haya hecho Gus, tal vez no la mejor, pero por mucho sí la más bella de todas. Incluso, una de las películas que podría estar en un top personal de todos los tiempos. Es tan encantadora como Drogstore Cowboy (1989), tan inocente como Paranoid Park (2007), pero detrás de esta historia hay una motivación verdaderamente atroz: una matanza a manos de unos estudiantes de preparatoria, un conocido caso de la historia real de Columbine.

Esto es muy interesante y todos los que estaban esperando que Elephant fuera un melodrama realista y cursi a la vez, al estilo de Mente Indomable (1997) o la todavía más insoportablemente cursi, Finding Forrester (2000), quedarán totalmente decepcionados frente a Elephant. No quiero decir con esto que ahora, después de haber criticado el intelectualismo de Cannes, ahora denigre a los dos blockbusters mencionados que hicieron a Gus van Sant realmente conocido, porque a Gus se le perdona todo, incluso que haya hecho esta película de nombre intrigante, parcialmente muda, donde los personajes hablan pero no dicen nada, y aun con todo, siga siendo encantadora.

A esto quiero llegar, Elephant no es un filme abstracto, ni intelectualista, es sumamente estético, preocupado auténticamente con la belleza. No hay grandes teorías ni psicológicas ni sociológicas para explicar la tragedia que conmovió a América (es decir, otra noticia más de un tiroteo en una escuela, cargada de un amarillismo típico entre los gringos que todavía se debaten viejas rencillas con la Asociación del Rifle). A diferencia del cómico y crítico documental del repetitivo Michael Moore, Bowling for Columbine (2002), Elephant no busca teorías, ni respuestas intelectuales, sino la captura de un día en la vida de sus estudiantes, sin otra intención que acompañarlos, de observarlos, en esas largas secuencias de steadycam que solo nos muestran sus espaldas.

Aquí está su logro y su belleza, porque fuera de toda postura intelectual (y fuera de toda preocupación hipócrita del asunto), lo más importante son los estudiantes, los que viven día a día el germen de la violencia en cualquier preparatoria de Estados Unidos. Eso nos muestra la película sin un solo fallo moral tampoco, pues los perpetradores no son inocentes, pero tampoco son quemados en la hoguera de la opinión pública, no se buscan justificantes ni agravantes: es simplemente la pasión por la vida sencilla, triste o acompañada, en la vida de un adolescente americano.

Pero entonces, ¿dónde está el animal? El elefante es tan grande que se vuelve invisible, como los problemas verdaderamente profundos de un país. El elefante es un animal que inspira divinidades en otros países, en América tal vez sea solo una atracción de circo, como el culto a las armas y a lo bélico. El elefante es un animal sabio, lento y callado, los personajes parecen no tener más emociones que las de cualquier otro joven, ellos ven lo que nosotros vemos, unos pasillos de escuela por los que hay que andar y no queda otro camino. A excepción de los levemente trastornados asesinos, quienes son objeto de ostracismo juvenil y la ignominia social ahora más conocido como bullying, parece que todos llevan emociones apenas expresadas, y ni siquiera se señala si esto podría ser la verdadera causa de la violencia final.

No hay protagonista, porque todos los son, y por eso los capítulos que presentan a cada uno de los estudiantes que entraran en la trama, cada uno con su nombre de pila, el real, es decir, su nombre y su personaje son el mismo, porque son ellos los que están en juego. Este es otro de los aciertos, porque el filme no es realista en términos estrictos, sino que supera al realismo, en una posible definición del arte como sobre-realismo, del que nos permite observar mejor la realidad pues añade una visión de la belleza.

Elias, uno de los jóvenes con el que comienza la película, tiene un padre alcohólico que conduce en pleno estado de ebriedad con el fin de dejarlo en la escuela, fallidamente. Es quien se puede decir que nos introduce a la historia, pero ya con el gesto de una paternidad subyugada por otras cuestiones ajenas a la vida juvenil, pero para la que los jóvenes tienen que ser más responsables que los adultos. El padre alcohólico aparecerá otra vez al final, solo para preguntar ¿qué pasó aquí? Como todos los adultos, perdidos en la vida interior de sus hijos adolescentes. Los padres de Alex y Eric, los perpetradores, también son invisibles, como el elefante etéreo del cual hablamos, del que todos sabemos que debe de estar en algún lado, pero no se ve. ¿A quién le importan las verdaderas razones sociales, intelectuales o culturales de lo atroz de una matanza llevada a cabo por dos adolescentes cohibidos y extraños? A nadie. Lo importante son los estudiantes, los jóvenes y su vida, para los que vale la pena rescatar en la memoria y en la belleza, !Gus, te puedes ir al cielo por esto! Así también termina la película, con una escena del cielo azul y ligeramente nublado, tal vez allá en el cielo haya respuestas que buscamos acá en la tierra y en todas las críticas de cine que se escriban, o bien, allá en el cielo ya no se necesiten respuestas.

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.

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