El pequeño sutra del árbol y del fruto

Capítulo 4: Samadhi bidibidi

¿Cuánta información puede estar contenida dentro de una casa? No hablo de discos duros ni de archivos. Hablo de cuantas cosas pueden decirnos sobre las personas que las habitan los objetos que en ella están contenidos, su disposición, el desgaste que tiene cada cosa y si hay suerte quizá algo escrito, a veces en lugares donde uno no los buscaría. Qué puede decirme sobre Beto, por ejemplo, que la chapa de la puerta del baño cercano a su habitación esté muy rota, el polvo acumulado dice que desde hace mucho tiempo y al parecer por una patada desde afuera. Que me puede decir que en la sala solo sea el sillón individual el que tiene el asiento ablandado y haya una pila de revistas y libros en la mesita de justo al lado. Sé muy bien lo que me dice que su alacena este llena de harina de trigo caducada y que haya dos paquetes de 50 velitas de cumpleaños nuevas dentro de su refrigerador. Hay una foto de mamá y mía en su mesita de noche, y otra foto de Julia, mi madre y yo más reciente también ahí y sé muy bien lo que esas fotos quieren decir. Aunque también hay algunas otras cosas que parecen un misterio, como el block parado que por ninguna razón está en fondo del zaguán.

En la parte de enfrente hay plantas y aún están verdes. Aún no muestran señas de marchitarse. Cuando llegué pensé en que al terminar de revisar la casa les echaría agua, pero decidí regarlas antes de empezar para no olvidarlo, me parece triste dejarlas que se sequen por desidia. No sé cómo lo haría él, yo empecé a regarlas desde lo más cercano a la llave de agua hasta lo más alejado y al terminar de regar las plantas más alejadas todo el pequeño porche estaba fresco y era muy cómodo, las flores recién regadas desprendían su olor y supe que solo por ese momento valía la pena regarlas diario. Sentí mucha tranquilidad y ganas de quedarme un rato ahí. En ese momento descubrí la razón de tener un block parado en ese sitio. Fueron solo unos momentos en que me senté sólo a descansar, pero eso me brindó mucha tranquilidad y vaya que me iba a ser necesaria.

La casa de Beto es justo como la recuerdo y sin embargo ahora que tuve que estar ahí por más tiempo me pareció muy diferente. Me propuse limpiar y ordenar sus cosas para encontrar alguna información sobre sobre lo que él hacía, no sé, quizá habría papelería de alguna pensión, un seguro o algún contrato, quizá cosas más turbias. Buscaba algo que me pudiera dar un norte para empezar a investigar. En el trabajo mi gerente me había dado dos semanas de vacaciones, que me debía desde el año pasado, después de enterarse de lo sucedido con Beto, estoy seguro que mi mamá le debió contar a sus padres. Así que por tiempo y dinero no me tendría que preocupar. Tras un poco de dudas empecé ordenando la cocina, limpiando y dándome cuenta de que era un espacio en donde casi no asistía Beto. Fue muy sencillo, tenía muy pocos trastes y utensilios de cocina. Quedo limpia y pude hacerme un café, ahora descubro que le gustaba porque encontré latas de varios tipos en la alacena.

Las verdaderas zonas de batalla fueron la sala, el comedor y dos habitaciones. Empecé por los cuartos. Uno de ellos supongo que era el cuarto de sus tiliches, encontré ahí un par de maniquíes femeninos, trajes formales que no sé para qué compraría, un buró, un espejo de cuerpo completo, una coqueta, una de esas antiguas cintas de caminar mecánicas, una bicicleta fija tan antigua que tenía los manubrios tipo “banana” y hasta la rueda de goma al frente. Muchas cajas de electrodomésticos, esas la tenía bien apiladas y a la mano como si quisiera guardarlas para usarlas después. Algo que me sorprendió fue encontrar zapatos y sandalias de mujer. ¿Beto se travestiría? No creo, pero la posibilidad existe. Después encontré trajes de baño femeninos, lo cual que no sé porque me tranquilizó, quizá porque la imagen en mental que tenemos de un travesti nunca va en bañador. También había una caja de un purificador de partículas de oxígeno del aire, de un purificador de iones para los pies (que más bien parecía una tina para pedicura) y una especie de nebulizador que decía que agregaba ozono al ambiente pero ninguno de esos aparatos estaban en la casa. A pesar de que había muchas cosas fue relativamente fácil sacar todo limpiar y elegir qué se tenía que tirar a la de ya y qué podía quedarse para que lo vieran mamá o Julia y después donar o vender. Las cajas las saqué en ese momento pues no tenía idea de cuando pasaría el recolector de basura y para despejar el espacio. Y fue lo mejor que pude hacer.

-Hola ¿Vas a tirar esas cajas?-Me dijo una agradable voz femenina que provenía de una mujer parada detrás mío- Perdón, me presento, mi nombre es Ana. Mucho gusto. Vivo en esta casa-y señalo con su manecita la casa detrás del árbol donde estaba acomodando las cajas.

-Sí, sí las voy a tirar las puse aquí para que fueran más visibles por si pasa el camión recolector o recicladores, estoy haciendo la limpieza de aquella casa-le señalé la casa de Beto bastante apenado porque no pensé en que podría incomodar a los vecinos- …pero no sé a qué hora o cuándo pasa la basura aquí. Si molestan las quito- la verdad pensé que era de esa gente que se pone neurótica cuando uno hace cualquier atisbo de transgresión de sus hogares.

-No, no, no…. no molestan, al contrario, me sirven. Vendo algunas cosas por internet y me sirven para los envíos. Más bien te quiero pedir que si tienes más, así grandes y en buen estado, me las regales- y claro que se las llevé.

– ¿Y don Beto? ¿Dónde está? Hace muchos días que no lo veo ya hasta extraño hablar con él, es muy platicador ¿Sabes? Y también me da curiosidad saber por qué estás haciendo limpieza en su casa-me pregunto ella mientras yo metía un segundo cargamento de cajas a su cochera.

-Bueno… es que Beto ya no está con nosotros, hace unos días me dieron la noticia de que había fallecido. No había venido antes porque estaban terminándose los tramites de su testamento, aún no sé qué hacer con la casa que fue de mi padre. Lo único que se me ocurrió fue venir a limpiarla, a que no se vea abandonada-le dije con mucha sinceridad a pesar de que era casi una desconocida.

-Lamento mucho saber que tu papá ya no está con nosotros-se acercó y me puso la mano en el hombro, lo cual extrañamente no me incomodo. Es más, hasta lo sentí natural y reconfortante, como si la conociera desde hace mucho tiempo- Mi más sentido pésame. Espero que encuentres pronta resignación y sepas que él está en un lugar mejor.

Muchas veces había escuchado esas palabras en funerales o las había dicho, y en esas ocasiones me parecían carentes de sentido, pero en esta ocasión con ella viéndome directo a los ojos y con la emoción con las que la dijo me parecieron expresar el deseo de que yo estuviera bien y la proposición de brindar ayuda en caso de que yo lo necesitara.

-Gracias-le dije yo después de un rato de silencio-de momento estoy bien. Sabes tenía una relación complicada con él -Ni yo sé por qué fui tan sincero- Por ahora tengo muchas cosas en que pensar y que ir digiriendo. Y de momento también una casa por limpiar-le dije mientras me encaminaba a la puerta de la cochera.

-Entiendo… pero si quieres hablar o necesitas algo sabes donde vivo-dijo sonriendo- y además si vas a estar por aquí nos vamos a ver seguido.

Camino a la casa pensaba en que ojala eso último fuera cierto. Ana. De repente me pareció muy bonito nombre, corto, sencillo y muy vocal. Ella es muy bonita, o al menos a mí me lo pareció. No sabía que Beto tenía a esa vecina, nunca la había visto. Lo cual también me dice cómo estaba mi relación con él últimamente, eso me recuerda lo escasa que era la frecuencia y la duración de mis visitas.

Y regresé a la triste realidad del aseo y la búsqueda en la casa. En la segunda recamara había dos básculas electrónicas de gramos y bolsas plásticas de diferentes tamaños, eso me inquieto. Frascos de café reusados con algún líquido y diferentes hierbas dentro como para hacer concentrados. En latas de café recicladas había cortezas de diferentes tipos de árbol, recortes de revistas sobre propiedades medicinales de las plantas. Las paredes tenían clavadas posters de puntos reflexológicos, un atlas de puntos de acupuntura y chakras, un calendario de fases lunares y varias hojas arrancadas de libros de herbolaria. En varios estantes, dentro de latas de metal y en bolsas de plástico tenía plantas de diferentes variedades todas secas o podridas. En algunas era ya eran solo polillas o polvo el contenido. Y eso era algo que me hizo recordar cómo era él. Su manera de olvidarse de las cosas. Tenía esa costumbre como de dejar las cosas a medias por mucho tiempo y un buen día animarse a continuarlas, sin ninguna razón, cuando ya creías que un tema no le importaba a veces interrumpía una conversación para decirte cosas que nada tenían que ver. Luego te explicaba que en ese justo momento él había tenido el recuerdo sobre una conversación del pasado, o alguna discusión hace no sé cuántos años y él no había podido recordar, o rebatir como hubiera querido, pero en ese momento lo recordaba y tenía la respuesta para seguir argumentando a su favor. El polvo, el ir abriendo y sacando plantas podridas, las latas mohosas, las bolsas llenas de polillas ya muertas de tanto tiempo de haber estado encerradas. Un par de pinchazos al meter la mano a una lata o bolsa para descubrir que contenía cardos. Fue una tarea bastante exasperante. De todo lo desechable llene un par de bolsas negras y muy diligente saque la basura a ver si me topaba con la vecina pero no fue así. Me siguen intrigando las básculas electrónicas de gramos. No pude encontrar nada de información dentro de esa habitación, quedo muy limpia al final y la revisé bien temiendo que hubiera mariguana en algún sitio, u otra sustancia, pero no había nada.

La sala y el comedor fueron lo más molesto. Había libros apilados en la mesa del comedor y en la mesa de centro de la sala. Volúmenes de enciclopedias, revistas, periódicos, volantes. En los libreros tenía todo desordenado y con capas gruesas de polvo. La mayoría de los libros era sobre culturas prehispánicas, libros de arte precolombino, budismo, temas esotéricos, numerología, reflexología, acupuntura, bioenergética, si había alguna pseudociencia Beto tenía al menos un libro de ella. También había algunos tratados de medicina antiguos, libros de introducción a la sociología, algunos textos sobre derecho, una constitución vieja, más libros de herbolaria, algunos catálogos de obra de pintores; todo eso junto con ejemplares de Mecánica Popular, 4ruedas, Automóvil Panamericano, Muy interesante, la revista National Geographic en español y números de los noventas de Proceso. Al estar revisando todo me empecé a malhumorar recordando algunas conversaciones con Beto en que me sacaba esos temas, a veces quería contarle que había tenido alguna promoción en el trabajo, algún problema, que había conocido a una muchacha o simplemente saber cómo estaba él y en medio de la conversación me sacaba un tema raro. Me decía por ejemplo que había leído que en México hay fenecs o me comentaba emocionado que Mazda estaba desarrollando el motor rotativo y que la tecnología se llamaría “eskaije”. También recordé como me caía mal la manera incorrecta de pronunciar el inglés que tenía él, había palabras que por más veces que le repitiera él seguía pronunciando mal pero cuando mencionaba el nombre de algunas marcas lo pronunciaba como si fuera estadounidense. También me desesperaba que siempre quisiera llevar la plática a terrenos que el dominaba bien, es decir hablar de cuando vivía con mamá, de los años setenta, de cuando él trabajaba en el sur del país o de algunas ciudades de estados unidos. Obviamente siempre me contaba exactamente las mismas anécdotas. Me empecé a crispar pensando en que hay infinidad de personas son muy ignorantes y sobre todo muy crédulas, muy inocentes. ¿Quién cree en el reiki? ¿Por qué hay gente que es tan estúpida, o cándida, como para creer en los ángeles, y no solo creen en su existencia sino que hasta les hablan y les pide ayuda como si fueran sus amigos? ¿En serio hay gente tan idiota que cree que repitiendo un numero ad nauseam va a curarse de una enfermedad terminal? Lo que me termino de encabronar fue pensar en las personas que lucran con la necesidad e ignorancia de la gente. Pensar que hay gente que hace que los otros malgasten su vida y sus recursos teniendo esperanzas en la nada. Llegue al punto de aventar los libros al suelo pensando en esas personas que habían estafado con sus supercherías a Beto.

Después de hacer mi desmadre y un poco al estilo de mi madre, cuando me calmé comencé a ver las cosas de otro modo. Caí en cuenta que quizá era natural que Beto fuera tan crédulo, pues se crio solo prácticamente. Y sobre todo quien soy yo para juzgar en lo que la demás gente cree o deja de creer. Que yo tenga cierta información o, mejor dicho, ciertos gustos no me hacen mejor ni peor que nadie; que yo crea en cosas pretendidamente científicas no me vuelve superior. Quizá solo me da envidia que esa gente crea en cosas tan simples, que ellos no necesiten teorías muy complicadas para sentirse seguros. Me di cuenta de que yo tengo mucho miedo, que necesito saber que hay miles de páginas escritas sobre algo, que varias mentes extraordinarias se ponen de acuerdo sobre el mundo para yo siquiera tratar de vivir con la ilusión de que todo tiene un orden porque, aunque no me guste, me atemoriza pensar que esta vida es un desmadre en constante cambio. A lo mejor fue simplemente enojo al saber que no tengo ni la inocencia ni la capacidad de creer en algo por mucho tiempo sin tener pruebas que respalden mi creencia; sin tener algo físico, algún papel, las palabras de alguien de renombre, es decir algo ajeno a mí a que aferrarme. Después de reflexionar en lugar de parecerme irritantes las horribles portadas empezaron a divertirme. Por ejemplo, una de un extraterrestre junto a Jesús crucificado, un unicornio a un lado de Buda, un robot con alas de mariposa, una imagen claramente pornográfica editada con unos círculos de colores marcando el lugar de los chakras y con un chakra demás para tapar el pezón derecho; no sé qué diablos hacen esas cosas juntas, pero se agradece ver algo tan mal mezclado que le quita a cualquier tema lo solemne.

El haber hecho coraje me abrió el apetito y fui a la cocina en busca de algo para comer. Encontré una barra de mantequilla utilizable en el refrigerador y una harina instantánea cuya fecha de caducidad era no muy lejana. Sentado con mis panqueques bañados en una miel también consumible sin hacerle caso a la caducidad y con una taza de café a un lado comencé a relajarme y recordar. Cuando era un niño me gustaban los domingos porque Beto se levantaba a cocinar y daba igual lo que hiciera, me gustaba estar ahí cocinando con él, recuerdo que hicimos pruebas para mejorar la receta de los hot cakes. Tratamos con banana (bien), con chispas de chocolate (muy bien), con grajeas (meh), con pasas (mala decisión), con canela (peor decisión), con cacahuate y coco rallado (ahí dejamos de experimentar). Recordé también que estando yo en la primaria él comenzó a estudiar. Hizo desde la educación básica hasta el bachillerato abierto en esa época, cuando el INEA era otra cosa. Cuando los libros estaban ilustrados por Rius y me gustaban más sus libros que los míos. Recordé todas esas tardes estudiando con él, por eso supongo que me gusta la lectura, porque después de eso nunca me sentí solo con un libro en las manos y vaya que necesité no sentirme así cuando se fue de la casa. Recuerdo que le comentaba al visitarlo que estaba viendo un tema en la escuela y al regresar la siguiente semana él ya tenía algo que decir sobre el tema y nos enfrascábamos en debates que podían durar todo el fin de semana, era muy entretenido. El hacía que ningún tema escolar fuera aburrido. Y luego fue mejor porque cuando yo iba el me enseñaba temas nuevos, se aficionó a comprar los catálogos de autor y me pasaba horas primero viendo las pinturas y luego discutiendo con él quien era el mejor. Él me gano elegir a Velázquez así que yo tuve que defender con gusto pero con algo de decepción a Goya. Sin embargo el favorito de Beto era Sorolla. Pero nunca hasta ese momento me detuve a pensar en lo raro que es que alguien que no terminó la primaria cuando niño haya tomado tanto gusto por el estudio y la cultura como él. Supongo que también necesitó no sentirse solo.

Ya con menos frustración seguí limpiando y tratando de encontrar algo. Y ya con otros ojos a ver si algún volumen me llamaba la atención para yo leer luego en casa. Lo único relevante que halle fue una foto con 5 personas que cayó de un libro, el volumen 13 de una colección de Historia Universal. Era una foto grupal, ese conjunto parecían los Bee Gees en la película de Fiebre de sábado, pero con integrantes de más. A la derecha del todo aparecía Beto, un hombre enorme y muy feo enseguida, uno muy flaco y pálido al centro, otro muy moreno a su lado abrazando a un tipo gordito parecido a Dani de Vito pero con un bigote zapatista. En el reverso se leía “Malandro, Pifas, Negro, Güero (estomago) y Peligro (todo?). 1976”. En la página que cayó la foto estaba subrayada una parte que hablaba sobre una guerra entre Sri Lanka y la región india de Kalinga por que se disputaban la pertenencia de uno de los dientes del Buda Gautama. Una guerra por un triste diente que tras ser incinerado el cuerpo del buda fue recogido por uno de sus discípulos y entregado al rey de la isla. Luego hubo otra guerra ahora con China por la misma razón, por momentos pareció que el dichoso diente se lo habían llevado al continente pero luego resultó ser una falsificación y al final volvió a provocar una matanza entre el Tíbet y la India. Perdiéndose después su rastro. En la esquina superior de la página estaba escrito “Incisivo, Nayarit”. Ya era tarde y decidí hacer algunas cosas mías y regresar al día siguiente. Separé ese libro del resto y puse de nuevo la foto como separador en la página de la cual había salido.

Al día siguiente regresé con la mañana. Otra vez al entrar algo me llamó a regar las plantas del zaguán y de nuevo estuve un rato contemplando la calle sentado y tranquilo desde el bloque. Esta vez la tarea me pareció menos tediosa que el día anterior. Además, tuve mi recompensa porque vi pasar caminando a Ana. Cuando la sala y el comedor estuvieron completos fui al mini mercado por víveres para preparar algo de comer. Ya de regreso vi a la vecina a lo lejos y le hice señas de saludo. Me gusto ver esas partes de la casa ordenadas. Sólo me faltaban los dos baños la recamara de Beto y el patio trasero. Por alguna razón no pensé en entrar a su cuarto el primer día, supongo que por respeto o por la costumbre de no hacerlo cuando él vivía. Cambié la ropa de cama y después de hacerla estuve revisando los cajones de su guardarropa. Ahí encontré lo que no quería encontrar: una bolsa con mariguana y papel de líar, y un par de cajas de benzodiacepinas. También estaba una libreta con cuentas sin nombre al principio y de la mitad en adelante tenía escritos algunos de sus supuestos koanes; para mi buena suerte en una pasta estaban anotados dos nombres y dos teléfonos que pude reconocer, uno era el del tal Pifas y tenía lada de ciudad Juarez o chihuahua y el del Negro con lada de Jalisco.

En los baños las cosas fueron rápidas necesitaban solo una limpieza y no había nada fuera de lo común. Su patio fue otro reto, había muchas cosas amontonadas. Tenía una saca de lona a medio llenar con latas aplastadas de aluminio, una lavadora desarmada. Maderas, cartones, periódicos viejos. Y entre todo eso cerca del portón y en una funda la camioneta Bronco. Al destaparla me quedé maravillado porque si no fuera de un modelo viejo juraría que estaba nueva. La abrí y me subí para revisarla, en la guantera tenía un cartón con días anotados y la última fecha era de hace dos semanas. Por cómo se veía todo al parecer él la encendía y la movía cada determinado tiempo. Intenté encenderla y justo como pensé encendió a la primera, tenía la mitad de un cuarto de combustible. Decidí moverla, recargarle gasolina y así despejar el portón trasero para sacar algunas cosas de la chatarra que ahí había.

Estaba a punto de anochecer y estaba yo en la barra de la cocina con el libro y la libreta de los teléfonos en mano. Le daba vueltas en la cabeza a la posible relación entre la foto y el subrayado del libro y las drogas que había. Por las cantidades y por haber revisado bien la casa deduje que Beto no vendía, un dealer debe tener más cantidades o eso supongo. Me di valor para llamar al teléfono, el más seguro me parecía el de Guadalajara, el que tenía el nombre Negro, dudé y llamé pero una grabación me respondió que estaba fuera de servicio ese número. Antes de llamar al otro pensé en una forma de asegurarme que Beto no era vendedor.

Tuve una buena idea y salí a buscar a la vecina, ella me podría decir si había mucho movimiento en la casa o no. Toqué y salió un hombre joven, supongo que no pude ocultar la desilusión. “Soy tu vecino” No pude decirle más pues me dijo que esperara para después llamar a Ana, ella salió y me dijo que era su hermano, supongo que tampoco pude ocultar el alivio. La estuve interrogando para saber si ella había visto entrar o salir muchas personas, si se detenían taxis a fuera de la casa, si había visto gente sospechosa. Muy sería me dijo que nunca había visto nada extraño. Y que lo único poco común era que Beto se ausentaba varios días cada mes, cuatro o cinco y que al principio no le decía nada pero después si se la topaba antes de salir le encargaba que le echara un vistazo a la casa. Ella estaba intrigada, la verdad fue muy fácil y agradable hablar con ella. En ese momento me llegó un mensaje de Julia al teléfono, revisé el celular y Ana se me quedó viendo muy sería. Le dije que era un mensaje de mi hermana y ella volvió a sonreír. Vaya que fue buena idea haber ido a preguntarle.

Ya con indicios de que no corría peligro y con la adrenalina a tope por mi pequeña victoria decidí llamar al número marcado con el nombre de pifas.

-Fábrica de muñecos, habla el molde-me respondió una voz muy grave, como la de Alberto Vazquez cantando 16 toneladas. Era como si hablara una persona hecha de roca.

-Si bueno. Mire yo…

– ¿Qué quieres hijo de tu pinche madre? Ahorita no estoy de ánimos para aguantar culeros…-Y ahí le colgué. La voz era muy grave y me pareció que estaba molesto. Ese fue mi error porque después desde ese número me llamaron insistentemente. Dejé que la llamada se perdiera varias veces pero luego me volví a armar de valor y contesté. Yo creo que no esperaba que le contestara porque al contestar alcancé a escuchar. Como si lo estuviera diciendo al aire, pero con intenciones de que escuchara si contestaba:

-Ah pinche Malandro, estas bien güey te haces viejo y nomás no aprendes a usar un celular…

-Señor Pifas-alcance a decir con voz temblorosa- Se… señor Pifas, bueno.

-Sí, él habla ¿Y el Malandro? ¿Está bien el Malandro? -Me contesto esa voz gruesa pero ya sin alegría y más bien con mucha preocupación. Eso me dio confianza y le conté lo sucedido con mi papá. El hombre se puso a llorar en el teléfono, al principio me incomodé porque él empezó a llamarme Junior, le expliqué que mi nombre era Salvador, pero el decidió seguirme diciendo Junior. Comprendí que no lo haría cambiar de opinión y ya con más en confianza le comenté que estaba distanciado de Beto y que quería hacerle unas preguntas sobre él. Le expliqué que había encontrado su teléfono en una libreta, él me dijo que el Güero había fallecido años atrás, tiempo después el Peligro y que el Negro había cambiado de teléfono. Información sobre mi padre me la daría, pero solo si iba a verlo en persona. Me dijo que él estaba disponible para cuando yo quisiera. Quedé de confirmarle la fecha cuando lo visitaría. Me dio sus condolencias y estaba tratando de consolarme cuando otra vez lloró y terminé y diciéndole para que se calmara que mi papa lo quería mucho también y le mencioné la foto, me pido que cuando fuera la llevara para copiarla y yo acepté. Me dijo que el contestaría todas las preguntas que quisiera yo saber y hasta lo que no, luego colgamos.

Terminé el día sentado en el sillón de Beto leyendo los koanes de la libreta, el último estaba fechado unos meses atrás y decía lo siguiente:

La ruina de Fu Chi

Llegó aquel día Pen de Hong del jale en la maquila y encontró a su maestro en el patio, sentado en loto con una garrafa a su lado. De Hon tiró su morral y corrió hacía su maestro temiendo que se inmolara a lo Thich Quang Duc, aquel monje vietnamita. Fu chi lo regaño por tanta mamonería y le explicó que en la garrafa había sotol de punta.

-Un brebaje espiritual, quizá el que más de todos los licores-dijo el maestro y finalizó diciendo que ya era momento de beberlo.

-A mi me han dicho que el sotol lo hacen con caca- dijo De Hon en su ignorancia.

-No seas antepoche- refutó Fu Chi indignado y con un sonoro zape- muchacho pendejo-apostrofó el golpe de manera susurrante.

Luego, ya más calmado, Fu Chi empezó a inflar impidiendo que De Hon tomara de aquel sotol pa’ que se sienta feliz. De Hong se lanzó por sus caguamas y bebieron escuchando a Juan Gabriel en Bellas Artes durante toda la tarde y buena parte de la noche.

A la mañana siguiente De Hon vio a su maestro tirado en suelo, con un color verdoso en su piel, preocupado lo pico con un palito en los párpados para comprobar si estaba vivo pero no hubo ninguna respuesta. De Hon entonces se puso a llorar por su maestro. En ese momento del bulto inerte y asqueroso en que se había convertido el cuerpo de su sifu empezó a manar un agua amarillenta a la altura de la entrepierna. El calor de aquella orina poco a poco le devolvió el color al cuerpo del anciano y de pronto Fu Chi abrió los ojos con un escalofrió.

-¡Ay wey! No mames, soñé que iba a Mazatlán- fue la frase que dijo al despertar-Ujule me volvió a ganar- Dijo enseguida y sonriendo al sol que nacía. Luego se incorporó y se estiró plácidamente frotándose las manos. De camino a bañarse, tambaleándose aún, su discípulo lo increpó.

-No la chingue maestro, pensé que estaba difunto. Le dije que esa madre la hacen con caca.

-Te saco de tu error mi pequeño saltamontes- dijo rápido el maestro- el mono no tiene popó y el sotol casi nunca mata. De todos modos por eso no te di, porque tan cumbias ni el Buda los quiere. Ya lo dijo Gautama bajo el árbol bhodi: el que le tenga miedo a morirse en una peda que no nazca. Ya te la sabes my little grasshoper, vivir con el asterisco en la mano te impide agarrar bien la caguama.

Y continúo su camino feliz porque se iba a dar un regaderazo. Pen de Hon quedó largo rato en el jardín con lágrimas en los ojos viendo ahora todo de manera diferente.

Mazatlán. Nayarit. Sri Lanka. El Tíbet y la India. Dientes de un cadáver incinerado, un árbol de higos. Guerra y después más guerra. Pastillas para dormir y marihuana. Analfabetismo. Autos y antigüedades. Hierbas medicinales. El mensaje de Julia que decía: Tal vez ahora no sepas cuánto te quería tu papá, Chava. Ni siquiera te puedes llegar a imaginar hasta donde te quiso y ahora al fin él puede descansar. Trata de estar tranquilo. Cuando esté de regreso vamos a tener que hablar.

Sentado en el sillón individual de la sala todo me daba vueltas, ahí me quedé dormido por la fatiga con la idea clara de que los siguientes días serían de mucho movimiento. Tuve a sensación de que todo estaba listo para que mi mundo comenzara a cambiar.

Continuará…

Adrián Chávez

Adrián Chávez

Nací en la ciudad de Torreón en el año de 1985 y, como muchos por aquí, pasé mis primeros años entre el campo y la ciudad, entre casas de adobe y edificios. Egresé hace ya algunos años de la Escuela de escritores de La Laguna "José Carlos Becerra" y hace algunos años menos estudié Psicología y una maestría en Sexualidad. Creo que escribir es un placer y una necesidad. Los géneros literarios que prefiero son el cuento y la poesía porque, pienso, tienen un mayor potencial para la comunicación, aunque desafortunadamente están casi olvidados en esta época de novelas.

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