Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

VALENTINA Y EL OFICIO

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Es probable que yo fuera uno de los pocos que no había visto Valentina y la sombra del Diablo de Verónica Maldonado por la compañía Aún Teatro. Abandoné mi condición de ignaro el día 24 de abril del presente, dentro de las actividades del FEL, cuando en el Teatro Nazas se volvió a presentar la obra en cuestión.

Entonces, vi cómo una niña, Valentina (interpretada en esta ocasión por Estefanía Hernández Marrufo) era atormentada por la Sombra del Diablo (interpretada en conjunto por Fernando Villagómez, Germán Jiménez, Elizabeth Juárez, Mario del Río). Vi que Valentina acudió al Abuelo Lázaro (Silvestre Murillo), quien le enseñó a ser valiente para vencer sus miedos y así pudiera derrotar a la Sombra.

Esta anécdota es simple sólo en apariencia. El tratamiento y la dirección cargan la obra de una verdadera tensión dramática. O sea, realmente sentimos la lucha entre el bien (Valentina) y el mal (La Sombra), sufrimos porque el mal va ganando, y nos alegramos porque el bien triunfa.

Lograr que el público se conecte con la obra es algo simple en apariencia. En Valentina y la sombra de Diablo se da porque los actores y la directora Laura Borrego explotan al máximo el rango de talento con el que cuentan –además, quiero destacar la sencillez y certeza de la producción en la escenografía, música y vestuario.
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Si a esto le agregamos que, sin ser los mejores actores estudiados en escuelas de paga, demuestran oficio –cosa que era de esperarse ya que llevan más de cien representaciones-, encontraremos una obra que raya en la excelencia, porque además, toman como base un texto que tiene la grandísima cualidad de referirse a una realidad acuciante, o sea el abuso infantil.

Recapitulando sin hipérboles: optimización del talento con el que se cuenta, oficio, y un texto con una gran carga social, pueden convertir cualquier esfuerzo teatral en algo significativo en nuestra escena.

Si extiendo mi análisis a las demás obras presentadas dentro del FEL, justifico y celebro la existencia de algunas (La luz que causa una bala, Mi mejor amigo, A señas te enseño, Entre sueños, Elena sabe a dulce, Mujeres de arena (ya la vi pero no he publicado el comentario) y Valentina y la sombra del Diablo, principalmente por la referencia social, que a veces es por alegoría y otras es por vía directa.

¿Para qué divagar en confusiones pseudo-metafísicas cuando se puede aplicar el método creativo en la transformación de la realidad en un producto poético, como lo decía Hegel, Shakespeare, Ezra Pound?

Si hay alguien que prefiera deambular por los vericuetos de la nada, yo le reconoceré su libre albedrío, no sin preguntarme si algún día llegará a las cien representaciones, o si logrará un montaje memorable, como el de Valentina y la sombra del Diablo.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.