Colores de la Infancia

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Ayer 29 de Abril asistí nuevamente a Casa Aquelarre donde ahora se presentaba esta iniciativa de dramaturgia lagunera, lo cual significa que se empieza a gestar un ambiente teatral propicio, donde muchos de los agentes que hacen teatro están generando propuestas propias, lo que habla de que la región y sus habitantes tienen ambición y algo que decir.

colores de la infancia

Colores de Infancia son tres monólogos: Pinches Chamacos, Desde el Baúl y, Claudia y Anita. El primero es una adaptación del cuento homónimo de Francisco Hinojosa, con actuación de Iván Torres, y los dos últimos fueron escritos y actuados por Tere Muñoz y Diana Muela respectivamente. Sin una ilación interna, las tres obras se conectan a través de la temática de la infancia, lo que da nombre al proyecto y a la idea general de establecer una conexión con el presente o pasado de los personajes.

En Pinches Chamacos tenemos la historia de tres niños que, contado a través del más inocente de los tres, y en la que, como todos los pinches mocosos, hacen travesuras y se divierten según las circunstancias lo permitan. Durante el desarrollo del monólogo vamos descubriendo la manera en que las travesuras se vuelven cada vez menos infantiles y más adultas, cómo la violencia va siendo lo característico de esas travesuras y también cómo en estos tiempos, los niños siguen siendo ingenuos e inocentes, jugando como siempre, pero ahora en vez de descubrir tesoros enterrados lo que descubren son restos humanos, o juegan a los disparos… pero con armas de verdad.

La temática aborda una realidad actual acerca de la infancia arrebatada o perdida que los niños enfrentan en períodos de violencia social, jugando al asalto o al secuestro, al papá y a la mamá pero en términos muy “adultos”. La violencia se ha generalizado tanto que la infancia tiene que lidiar con eso.

En este sentido, la primera historia ataca directamente la problemática social, asumiendo esa vigencia e importancia del teatro, pero de los tres monólogos la actuación es la que tiene más oportunidad, por la falta de dominio del ritmo y el tiempo, para que el actor tenga respiro y pueda enfrentar con energía los cambios de voz recurrentes (que la dirección podría economizar) cuando haga hablar a los demás personajes no presentes a través del actor.

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Pero también, de las tres historias, es la que mejor utiliza los efectos de luz y sonido, participando activamente en la trama y es la que por más tiempo deja muy claro la sucesión de eventos en el tiempo, lo cual explicaremos más adelante.

Desde el Baúl es la historia de una niña de pueblo desértico, suponemos del norte de México, bajo el matriarcado de las tías y abuelas, pero ningún padre, y dónde el circo no sólo es magia y espectáculo, sino sueño de colores que le da contenido a todas las fantasías infantiles y después a las fantasías escapistas adolescentes.

La protagonista, ahora convertida en una vieja loca atorada en el pasado, va develando, como saliendo del baúl, el pasado donde la niña se dejó llevar por las luces y los personajes circenses y se unió al circo para convertirse en la muñeca pelirroja que baila en su caja de música, bajo el influjo del encanto y belleza de otra danza varonil que la hace resurgir cada noche.

La niña cuenta cómo en la añoranza de su padre se deja engañar por un romance pasajero y por el circo, y toda su vida posterior consiste en el desengaño de ese falso glamour y en la reiterada lejanía del padre. Su vida ridiculizada por el engaño y por lo más característico del circo: lo patético.

La actuación por momentos relumbra para contagiarnos ese patetismo de la vida, nos mancha también de maquillaje para vernos en ese espejo en el que somos payasos de risa sardónica, pero por otros lados pronuncia demasiado los extremos de la cordura y la locura, de la alegría y la tristeza, del júbilo y el terror.

En cuanto a la dramaturgia la historia tiene huecos que no quedan muy claros y la premisa del padre ausente no termina de justificar con suficiencia, o yo no lo llego a comprender, pues parece dar a entender que la niña cae en las trampas del circo gracias a que el padre prefirió sus aventuras a solas, en un destino egoísta. En todo caso faltaría mayor conflicto para que el nivel de la acción se exija tanto como el nivel de la actuación.

Por último, tenemos Claudia y Anita, que es la historia de dos hermanas, contada a través de una de ellas. Claudia, la hermana mayor y Anita la menor, una madre autoritaria y controladora, y por último, un padre intermitentemente borracho y poco presente.

Se me complica dar un mayor resumen de la trama porque de las tres historias, es la que, dramatúrgicamente, más carece de claridad, por momentos nos deja afuera de la trama porque el diálogo interior de la protagonista va y regresa al pasado y al presente de manera abrupta, va y regresa a las escenas trágicas de la infancia, lo que hace que como público nos veamos confundidos en la totalidad de la historia.

En todo caso la actuación levanta a la historia, le da acentuaciones logradas, a un texto demasiado cargado de sustantivos solemnes, usando esos términos para referirse a la vida como una cosa que se etiqueta, y no como algo todavía vivo que se expresa. Este es el mayor defecto de la obra pero salvado por una actuación experimentada y profunda.

En general, los tres monólogos presentan tonalidades de la infancia y en donde el público puede sentir de cerca esas infancias distintas, pero conectadas con la propia formación personal que todos llevamos a pesar y a cuestas del pasado. Puede ser un ejercicio ideal para la catarsis o, si no queremos ser tan dramáticos, sí para la exégesis personal.

Como apreciación general los tres monólogos requieren de mayor trabajo en dramaturgia, para privilegiar la acción y no lo narrativo. Antes he mencionado de lo que tratan “las historias” y eso denota ya el defecto. El diálogo con el pasado es mucha de la acción que domina la obra, y eso es un reto que no es fácil sobrellevar, sin embargo, se llega a superar por la actuación. En todo caso es darle recursos al actor y quitarle trabajo adicional que no debiera cargar.

Luis Carlos García

Luis Carlos García

Nacido en 1986 en Torreón, Coahuila. Estudió ingeniería en alimentos y licenciatura en filosofía. Hizo el diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna de 2006 a 2008, en la que después se desempeñó como maestro de filosofía. Actualmente divide su tiempo entre las obligaciones profesionales y su vocación por la filosofía y la literatura.