Ignacio Garibaldy

COLUMNA

Por Ignacio Garibaldy

Columna

La casa de la bruja


En la colonia Nueva Los Ángeles de Torreón, Coahuila, cuyas calles llevan el nombre de hombres y mujeres que la historia ha olvidado, existe una casa que se distingue de las demás por no tener número visible. También parece estar en obra negra, como si nunca hubiera sido habitada. Se encuentra ubicada en la avenida Adolfo Aymes, entre las calles Alonso Estrada y Salvador Valencia. Tiene tres pisos. El primero corresponde a una amplia cochera, resguardada por un portón blanco que se abre de par en par, flanqueado a su vez por dos rejas del mismo color.
Quien tenga el valor de asomarse por las rejas encontrará sillones desvencijados, llantas de auto, vitrinas, sillas y la escalera que da al segundo piso en el que se encuentran las habitaciones

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Al alejarse un poco de la casa, se puede ver una terraza y las ventanas que corresponderían a las habitaciones; y en el tercer piso, un techo sin terminar y su fachada de azulejos que se han ido cayendo con el paso del tiempo. De las vigas de este tercer piso inacabado, pende una cruz de madera que el viento no ha podido derribar.
La casa permanece así desde la década de los ochenta. Por lo que parece, a nadie la interesa habitarla a pesar de que está en una excelente ubicación y su terreno es bastante amplio.
Esto puede deberse a que sea demasiado cara o al hecho de que fue habitada por una bruja.
Los vecinos de la colonia la identifican como Juana Calcetas. Curiosamente, nadie puede dar razón de su rostro, pero sí recuerdan que era de estatura baja y que vestía con ropas negras que, por contraste, hacían resaltar las calcetas de colores que usaba. Dicen que echaba las cartas y que sus clientes, que eran ricos, estacionaban sus camionetas, último modelo, afuera de su casa.
Quizá Juana Calcetas era una bruja muy efectiva, por lo que se puede pensar que hizo una gran fortuna. Esto se adivina porque, como lo indican los testimonios, se hacía acompañar por un par de hombres que, vestidos también de negro, la resguardaban de cualquier peligro, incluso de los vecinos con los que tenía pleito y a los que amenazaba con echarles alguna maldición.
Además de hacer limpias, curaciones, trabajitos de magia negra, Juana Calcetas se desempeñaba como maestra en uno de los dos kínder que tiene la colonia, y que la corrieron de su trabajo porque a los niños les encargaba, de tarea, que le trajeran gatos negros.
Así como llegó, en la década de los ochenta, se fue de la colonia aproximadamente en el año 2000, quizá antes. Pero el ambiente maldito de la casa permanece.
Uno de los pocos valientes que ha osado entrar por la noche a la casa junto con otros tantos malandros, asegura que, en una de las habitaciones del segundo piso encontró altares a la santa muerte, varios Cristos amarrados con rosarios, además de dinero en efectivo. Esto es coherente con el oficio de Juana Calcetas.
Pero, si ella abandonó su hogar hace más de veinte años, ¿cómo se explica que el marigüano valiente haya encontrado, hace cinco años por lo menos, ese altar y ese dinero? ¿Será que Juana regresa a la casa, sin ser vista, a continuar con su labor de bruja en favor de los poderosos? Eso debe ser imposible. Juana Calcetas, aseguran los vecinos, murió de grande, hace mucho tiempo.
Sea como fuere, los vecinos no permiten que nadie entre. Cuando detectan que alguien se ha metido, llaman a la policía para que los saquen, como le pasó al grupo de malandros valientes y a otro grupo de juniors aburridos que tuvieron la osadía de entrar a la casa en la década de los noventa. El testigo afirma que su intención era subir hasta el techo inacabado nada más por que sí. Como estaba oscuro ya que no hay un eficiente alumbrado público y la casa no deja entrar la luz de la luna, subieron a tientas por la escalera. Llegaron al segundo piso sin poder ver nada. En eso, las sirenas de las patrullas los hicieron desistir. Bajaron apresuradamente. Uno de ellos tropezó en las escaleras y rodó por los escalones. Cuando todos salieron por el portón, los oficiales los reprendieron y, cuando estaban a punto de subirlos a las patrullas para llevarlos a sus casas vieron, con un intenso horror que, en la camisa del que tropezó, se habían impreso con polvo pequeñas manos de niños. Desde entonces, no han querido regresar a la casa.
Los entrevistados juran que es verdad; que le pasó al primo de un amigo. Quién sabe.
A la fecha, sólo se ha podido recoger esta información sobre la casa de Juana Calcetas que permanece ahí, como muda testigo de brujerías que quizá jamás se lleguen a conocer.

Ignacio Garibaldy

Ignacio Garibaldy

Licenciado en Filosofía. Dramaturgo egresado del diplomado en creación literaria de la Escuela de Escritores de la Laguna. Becario del FECAC en la categoría de jóvenes creadores (2006-2007). Autor de Tres tristes vírgenes (U.A. de C. Siglo XXI. Escritores Coahuilenses. Cuarta Serie. 2011). Ganador del Premio Nacional de Dramaturgia de obra de teatro para niños, niñas y jóvenes Perla Szchumacher 2022 por la obra La voz de la tierra roja.

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